El ansia de dolor, el gozo de lo perverso, el éxtasis ante lo terrible. ¿Qué pasa con lo desagradable que resulta ser una fuente infinita de deleite y satisfacciones? Salvo excepciones, todos parecemos haber llegado a un consenso que nos permite diferenciar entre lo agradable y lo desagradable y, sin embargo, la bondad absoluta nos suena ajena e inhumana, la perfección nos causa indiferencia o termina por aburrirnos, el “felices para siempre” aparece como broche final porque si se pusiera al principio la cosa se quedaría más bien...
