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A Plague Tale: Innocence & Requiem

Escrito por en Análisis - 17 agosto, 2023

Desde los albores de los videojuegos, la temática medieval ha sido una de las más recurrentes. Miles de títulos transcurren entre caballeros andantes, guerreros, monstruos mitológicos, castillos, batallas, dragones y mazmorras. Estamos acostumbrados a las grandes historias donde encarnamos al Elegido que, ataviado con brillante armadura y espada mágica en mano, tiene que lidiar con el Mal que amenaza el Reino/Mundo/etc… Y cuando encarnar a EL HÉROE empieza a resultarnos cansino,las dos partes de A Plague Tale nos demuestran que las cosas pueden hacerse de otra manera.

Jugué la primera parte, A Plague Tale: Innocence cuando salió hace unos cuatro años y ahí se quedó un borrador del análisis. A Plague Tale: Requiem ha sido uno de los incentivos principales para acabar adquiriendo una PS5 ahora que ya no hay listillos vendiéndolas por 1.000 € en Wallapop.

La saga A Plague Tale se distingue un poco de la deriva de los Triple A actuales, esos juegos de mundo abierto, todos cortados por el mismo patrón, compuestos de misiones principales, secundarias, retos y coleccionables varios para que su duración no baje de 40 horas y así demos por bien amortizado nuestro dinero. Cuando encadenas varios juegos con distinto envoltorio pero con el mismo fondo (Horizon: Forbidden West, Ghost of Tsushima, los nuevos God of War…), un formato distinto resulta agradable y deseado.

La historia de Amicia y Hugo, los dos protagonistas principales de A Plague Tale, se desmenuza a través de capítulos, unos episodios más bien lineales que intercalan pasajes tranquilos, en el que podemos deleitarnos en la fabulosa recreación de la Francia medieval, pasajes en el que deberemos pasar inadvertidos de nuestros perseguidores y otros en el que aparece el antagonista más formidable de la saga:

LAS RATAS. ¡CIENTOS DE RATAS! ¡¡MILES!!. Descubriremos que Hugo es el portador de una extraña enfermedad, casi una maldición, que augura el fin del mundo, y las ratas son la manifestación de ese mal. No es otra cosa que una visión hiperbolizada de la peste negra que azotó Europa durante el siglo XIV. Las ratas extienden la desolación por ahí donde pasan. Afortunadamente, la fotofobia que les aqueja nos da opciones de sobrevivir una vez estamos rodeados de roedores. Ahí es donde A Plague Tale se transforma en una especie de juego de puzzles que resolvemos encendiendo o apagando hogueras y antorchas para crear senderos seguros.

Amicia, Hugo y las ratas son el triángulo protagonista de la historia, pero el motor es el amor fraternal; Amicia hará cualquier cosa para proteger a su hermano de cualquier amenaza, venga de donde venga. Si es necesario, Amicia aprenderá a matar con tal de sobrevivir; aunque la primera vez que sus manos se tiñan de sangre aflorarán la culpa y el dolor, esos sentimientos se irán diluyendo a medida que avancemos y descubramos que los guardas no tienen ningún reparo en asesinar a dos niños a sangre fría y servir sus cabezas ante el maestro inquisidor.

Jugando a A Plague Tale: Innocence nos muestra cómo la hasta ahora feliz infancia de los hermanos De Brune se ve truncada por una invasión al castillo. Su padre muere durante la batalla y su madre les ayuda a emprender la huida. Evitando ser capturados por la Inquisición, descubren sobre el mal que aflige a Hugo, la Macula Prima, una maldición ligada a la sangre de su familia desde tiempos ancestrales. Poco después de empezar la partida, se introduce en el juego la honda, única arma que nos acompañará durante toda la aventura, no solo por sus capacidades ofensivas, sino también para, combinada con los recursos alquímicos, mantener a raya las oleadas de feroces ratas. Huir o pasar inadvertida será más efectivo que enfrentarse cara a cara, ya que ser descubierta o atrapada significa muerte directa para Amicia y regresar al punto de control.

En A Plague Tale: Requiem, ya a salvo de la Inquisición, unos sueños proféticos de Hugo parecen indicar que la cura de la Macula Prima puede estar en una misteriosa isla. Los dos hermanos se embarcarán en la búsqueda de esa isla, sin que nadie ni nada, ni un tsunami de ratas, pueda hacerles cambiar de opinión. Las vicisitudes sufridas anteriormente han curtido a Amicia, que ya no es derrotada con tanta facilidad. En esta segunda parte, el juego nos permite cierta libertad en el estilo de juego y, según utilicemos más o menos la agresividad, el sigilo o la alquimia, se nos otorgarán nuevas habilidades de acuerdo con nuestras acciones.

En las dos partes de A Plague Tale encontraremos la belleza en muchos niveles. Los escenarios y la recreación de la Francia del sigo XIV es maravillosa, aunque se limite a un escaparate con poquísimos elementos con los que interaccionar, pero que, todavía así, permite recrearnos en los recovecos, como si estuviéramos deleitándonos de un fantástico diorama digital. También hay belleza en la relación entre Amicia y Bruno, y entre todos los personajes que aparecen durante el periplo, tanto estén de nuestro lado como en el lado opuesto. Hay belleza en los escasos momentos de paz, en esos capítulos de que nos concede el juego como tregua justo antes que tierra se raje, eclosionado como pústulas llenas de ratas hambrientas dispuestas a roer nuestros huesos hasta sorber el tuétano.

Porque precisamente también encontraremos belleza en la desolación y la putrefacción. Cuando somos espectadores de la asolación de la plaga nos encontraremos unos paisajes horrorosamente bellos, un espectáculo terrorífico que conseguirá que se nos revuelva el estómago y que casi podamos percibir el hedor a través de la pantalla. Y que un juego nos conmueva, para bien o para mal, es algo que siempre hemos apreciado.

En El Píxel Ilustre siempre hemos HAMADO las propuestas arriesgadas. Asobo Studio, estudio francés cuyo trabajo hasta 2019 consistió en juegos basados en licencias y franquicias, decidió apostar por primera vez por un proyecto original con A Plague Tale: Innocence, una propuesta alejada de los juegos como servicio y de los juegos de 60 pavos repletos de DLC y micropagos que abarrotan el panorama actual. Se documentaron de forma exquisita y nos pusieron en la bandeja un juego que rezuma calidad por los cuatro costados. Nos congratula ver como el tiempo les ha dado la razón; la saga ha sido un éxito y sus ratas han devorado el corazón de muchos jugadores.

Quizás A Plague Tale queda a medio camino entre los Triple A más comerciales y el circuito indie. Se queda como lo que antes algunos llamábamos un «Juego de 7», uno de esos que, pese a quedar alejado del concepto «Obra maestra» nos puede proporcionar un buen rato de diversión o una buena historia que nos toque la patatilla. Quizás cuatro años ha resultado demasiado tiempo para escribir este análisis, pero así es El Píxel Ilustre… Y si alguien me lo echa en cara en los comentarios, lo siento… He perdido el gif con el túnel de pollas…

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