Horses nunca estuvo destinado a tener este cegador foco brillando sobre él. La obra de Andrea Lucco Borlera, que trata de una manera sorprendentemente directa temas tan adultos como el capitalismo, la autoridad o la libertad, iba camino de convertirse en uno de esos juegos chiquitos, queridos por unos pocos, que pasan por Steam y el resto de las plataformas sin mucha pena ni gloria. Como mi querido Mediterranea Inferno, sin ir más lejos, también distribuido por Santa Ragione. Pero a alguien dentro de la plataforma de distribución digital en la que se venden videojuegos pornográficos en los que puedes follarte a tu madre y a tu tía, o juegos de disparos en primera persona en los que puedes torturara a otras personas, pensó que tratar temas adultos de forma adulta era ir demasiado lejos. Y así, gracias a la inmadurez de este medio que tanto queremos, Horses se convirtió, muy a su pesar, casi sobre la bocina, en el juego más importante de 2025.
Archivo de la Categoria: Análisis
Letters of longing
Letters of longing es un juego en primera persona ambientado en plena Guerra Civil española, en el que siempre llevas un fusil en las manos. No tienes más que mover el ratón y mirar hacia abajo para poder ver lo que parece un Mauser 1893 recreado en 3D con todo lujo de detalles. Pero en Letters of longing no hay un botón para disparar. El fusil está ahí como recordatorio frío y letal de la terrible situación en la que se encuentran sumidos tanto el país como el protagonista, pero no como herramienta de muerte. Como bien decían los Pistoleros del Eclipse: «la pistola cuando se saca es pa’ disparar, el que la saca pa enseñarla es un parguela». Y qué quieres que te diga, mejor parguela que asesino.
Análisis: Call of Duty: Black Ops 7
Call of Duty: Black Ops 7 salió a la venta el día 14 de noviembre al precio de 79,99 euros. Activision, que lleva vomitando periódicamente este tipo de productos desde hace más de una década, ha decidido volver a inyectar contenido abortado con inteligencias artificiales generativas en esta masa amorfa de ceros y unos a las que paródicamente llaman videojuego, algo que ya hicieron con Call of Duty: Black Ops 6. En los años 2023, 2022, 2021, 2020, 2019… no necesitaron utilizar esta tecnología para poder colocar sus productos en las estanterías digitales de Steam, Xbox o PlayStation, pero se ve que desde hace dos años sí que les hace falta. Vida o muerte, supongo. Saben que la calidad de lo que ofrecen es inferior, que ya es decir. Pero les da igual. Y aun así cobran casi 80 euros, que son 80 euros más de lo que cualquier persona debería pagar por esta inmundicia. Haceos un favor y, si queréis jugar a este estertor digital de lo que antaño fue una saga de videojuegos con reputación, hacedlo sin darles un duro.
The Castle
Mi primera aventura gráfica, como la de muchas otras personas de mi generación, fue Monkey Island. El juego estaba instalado en el ordenador del trabajo de mi padre —un flamante 286 con 20MB de disco duro— cortesía del hijo de uno de sus compañeros de oficina. Unas semanas después, tras haber visto los fuegos artificiales con Elaine Marley, mi emoción para con el género era tan grande, tan palpable, que mi padre fue al Corte Inglés y cogió de la estantería de la sección de videojuegos una caja que mostraba el mismo sello, el de Lucasfilm Games. Esa caja de cartón, por supuesto, no fue otra que la de Maniac Mansion.
The Last Door
Hace décadas, en plural, que juego al rol de forma habitual. Como muchas personas aquí en España empecé con Vampiro: la Mascarada, Dungeons & Dragons o La leyenda de los 5 anillos. No fue hasta varios años después, ya con los Reinos Olvidados y el rollito gótico-punk completamente quemado por el exceso, que descubrí La llamada de Cthulhu. Y cuando esto ocurrió supe que había encontrado mi ambientación preferida. Desde entonces he dirigido cientos de sesiones y docenas de campañas, a lo largo de las diferentes ediciones del mismo juego. Quizá este sea el motivo por el que, cuando veo una obra que trata con tanto mimo, tanto cuidado y tanto acierto este tipo de ambientación, me conmuevo. Especialmente cuando la etiqueta «lovecraftiano» de Steam se parece cada vez más a un cajón de sastre para todo tipo de terror psicológico o tentacular.
Man I Just Wanna Go Home
Rubén, al que por aquí conocéis como Necrodomo, tiene una de mis anécdotas preferidas. A grandes rasgos, al bueno de Rubén se le hizo tarde en el centro de Madrid y perdió la posibilidad de coger el último metro a casa. Pero no estaba dispuesto a pagar un taxi, así que consultó Google Maps y vio que «solo» tendría que caminar dos horas a través de Casa de Campo. No es problema. Al fin y al cabo, si por algo es conocido es por ser un gran aficionado a los paseos. Se adentró de madrugada en la oscuridad, caminando en ocasiones campo a través y embarrándose los zapatos hasta los tobillos, hasta que dio con una suerte de riachuelo fruto de las recientes lluvias. Se remangó un poco los pantalones y cruzó. Tiritando en medio del frío madrileño continuó. Caminó otra media hora y se topó con otro riachuelo, este más ruidoso, más bravo. Tras comprobar el caudal y valorar el peligro que él mismo consideró potencialmente mortal, tomó la difícil decisión de dar media vuelta. Volvió a atravesar el primer riachuelo, caminó otra hora más entre el frío y el barro, volvió a la estación de metro, vio que aun seguían quedando cuatro horas para que abriese y que en seis debía estar trabajando, y terminó pagándose un taxi.
Felvidek
Felvidek es un juego de rol desarrollado en RPG Maker por dos señores eslovacos, Jozef Pavelka y Vlado Ganaj, que está ambientado en una versión alternativa de la Eslovaquia del siglo XV. En esta realidad jugable, además de castillos, espadas y miserias, también hay sentido del humor, cultos paganos que adoran a demonios palpables, criaturas de pesadilla con tentáculos en la cabeza, y hasta una explicación ficticia, aunque anclada en la realidad, de cómo el café llegó a Europa a través de Hungria… y de cómo evidentemente tenía propiedades demoniacas.
Wanted: Dead
Wanted: Dead es un anacronismo lúdico. Es como si un jugador de fútbol de los setenta, uno de esos señores de treinta años calvo, con bigote, barriguita y calcetas a media espinilla, fichase por el City de Guardiola. Ese futbolista aterrizaría en Manchester sin tener ni pajolera idea de fútbol moderno. No sabría cuántas sustituciones se pueden hacer, ni qué es el VAR, y es muy posible que ni siquiera se supiese la mitad de las reglas. Y con el título de Soleil y 110 Industries ocurre lo mismo. Es un videojuego que ha viajado en el tiempo, concretamente desde un periodo situado entre 2008 y 2012, para aterrizar en pleno 2023 con el mismo garbo que nuestro hipotético fichaje.
StarOS
1621. Ese es el número de videojuegos que tengo en mi cuenta de Steam. En GOG son 363. De esos 1984 juegos, calculo así a ojo que el 98% serán de pago, lo que dejaría en torno a 40 juegos gratis. Se siente extraño, casi incorrecto, comprometerse a jugar a algo por lo que no has pagado, algo que te han dado de manera gratuita, cuando una montaña digital de videojuegos, viejos y nuevos, te recuerda lo descerebradamente consumista que eres cada vez que enciendes el PC. Creo que no estoy solo en esto. Estoy seguro de que ese es el motivo por el que tardé tanto en jugar a StarOS, pese a tenerlo en el radar desde hacía meses. Un error del que me arrepiento enormemente y que intentaré expiar en las siguientes líneas.
Knights of the Chalice
En 2001, mi regalo de reyes fueron los tres libros básicos de la tercera edición de Dungeons and Dragons. Hasta entonces, mis amigos y yo solo habíamos jugado a Vampiro: La Mascarada y, francamente, tras más de un centenar de sesiones a todos nos apetecía un cambio de aires. Y menudo cambio. Dejamos atrás la ambientación oscura del Mundo de Tinieblas, en favor de los verdes prados de los Reinos Olvidados. Pero el cambio más importante, el más notable con mucha diferencia, fue la introducción del sistema D20 en nuestras vidas. Este sistema, que sería refinado un par de años después para la versión 3.5 de D&D, es precisamente la base sobre la que se sustenta mi última obsesión: Knights of the Chalice.
El dentista indie developer, Eroguro en Microsoft Paint y otros relatos terroríficos
World of Horror
Hay un enorme capítulo en la historia del videojuego japonés que no se ha explotado tanto como todo lo concerniente a la Era Hoisei y la nostalgia de chavales GenZ vallisoletanos que añoran una infancia invent en la que jugaban al Ninja Spirit en su PC-Engine y escuchaban casetes con música City Pop de su padre. Me refiero a una época previa con el auge de los ordenadores de 8 y 16 bits fruto del lanzamiento de varias máquinas que, con las series PC-6001, PC-88 y PC-98 de NEC a la cabeza, sentaron cátedra en lo que a la creación de novelas visuales se refiere para amoldarse a las limitaciones de hardware que no permitían demasiados artificios con los modos de vídeo y refresco disponibles. Sin ir más lejos, la adaptación oficial de Super Mario Bros para PC-88 y Sharp X1 no tenía scroll en los escenarios y aquello parecía un plataformas ratonero de Spectrum más que una sorprendente concesión por parte de Nintendo.
¿Mi Tesoro?
Análisis C2C: The Lord of the Rings-Gollum
Cuando la norma es generar odio para crear polémica, cuando todo lo que sea crítica destructiva aporta clics y visitas y, sobretodo, cuando un juego adquiere cierta visibilidad, es fácil y provechoso crear contenido haciendo leña del árbol caído y sumándose a la vorágine. En un momento de debilidad pensé que este Gollum, ya considerado uno de los peores juegos del año, quizás no estuviera tan mal, que había sido elegido como diana de tiro al blanco por webs y streamers para tener entretenidos a sus seguidores con el sabor de la semana. Un juguete roto al que dedicar un puñado de videos o artículos afeándole los defectos solo por no ser el Triple A que esperaban. Pero The Lord of the Rings: Gollum no es sólo un mal juego…
Dreams in the Witch House
Tarde o temprano, a todas las personas a las que nos gusta leer terror leemos a Lovecraft. Es inevitable. La narrativa más habitual es que el pobre diablo escribía considerablemente mal, y era tan racista que se inventó una cosmología, varias ciudades, y media docena de especies alienígenas solo para despotricar de la gente con un tono de piel distinto al suyo y así poder desfogarse. Es cierto. Yo, que leo igual de mal que juego, no sé juzgar si escribía bien, pero sí sé que racista era un rato, porque he leído algunas de sus cartas escritas en 1936 y son como para tirarle de cabeza a un pozo. Por suerte, hace años que la obra de Lovecraft, como si de Shub Niggurath se tratase, engendra productos culturales riquísimos que consiguen alejarse de su mirada original. Dreams in the Witch House es uno de ellos.