Había una vez un chaval al que le gustaban mucho los videojuegos. Había visto a su hermano mayor, que muy apropiadamente se llama Mario, jugarlos desde que tiene uso de memoria, aunque en casa no es que sobrara el dinero y no había mucha variedad. Por eso los vivió vicariamente durante muchos años a través de la revistas que hablaban de ellos. Y quizá por ello, cuando se hizo algo más mayor, se dijo que escribir sobre videojuegos era su vocación.
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