Encuentra tu nicho

Escrito por en Artículos - 30 agosto, 2023

Hace unas semanas, Jordi de Paco explicaba en una de sus charlas celebradas durante la Málaga Jam cómo había sido el recorrido de Deconstructeam. En su ponencia compartió que durante los primeros años trataron de optimizar sus recursos focalizándose en diseñar los juegos que «parecían funcionar mejor» con el público del momento. Este enfoque era fuente de frustración y miserias, ya que ni el proceso era especialmente enriquecedor, ni los resultados posteriores eran para tirar cohetes.

Según él mismo comentaba, en determinado punto de su trayectoria, después de demasiado tiempo conviviendo con la ansiedad y la incertidumbre, decidieron que era hora de cambiar de estrategia y optaron por un enfoque distinto que hacía oídos sordos a lo que una intuición marcada por la optimización del tiempo parecía indicar. Fue así como salieron juegos como Behind Every Great One, Eternal Home Floristry o The Bookshelf Limbo. De Paco explicaba que cada vez que salía uno de esos títulos y generaba buenos resultados, se focalizaban en crear algo diagonalmente distinto. En lugar de exprimir la idea hasta agotarla, la dejaban tranquila y se centraban en experimentar con otras maneras de hacer. Desde este enfoque, el éxito se medía en función de la gratificación personal que había generado el desarrollo del título, y no en cifras de ventas. Y, sinceramente, esta reivindicación me pareció tan temeraria y rebosante de libertad que no he dejado de pensar en ello desde entonces.

En esta era de la precarización y la incertidumbre, percibimos todas nuestras acciones como potencialmente comercializables, como posibles oportunidades, como la promesa de que, si nos esmeramos lo suficiente y no pasamos nada por alto, ocurrirá algo que lo cambiará todo. En ese sentido, creo que comparto con mi generación el sentimiento de que perder el tiempo está prohibido, de que cada minuto cuenta y que todo en nuestra vida (desde ese tuit que se nos ha viralizado un poco hasta el tiempo que pasamos en el váter) se puede —y debe— optimizar. Frente a esto, bajarse del carro y empezar a moverse por la vida sin pensar en sacar el máximo rendimiento a cada cosa que hagamos se siente como una auténtica insolencia: ¿quién se atreve a perder el tiempo? En este paradigma de hiperproductividad, hacer algo por el gusto de hacerlo es una actividad en riesgo de extinción, al tiempo que la libertad de negarse a la posibilidad de obtener algún beneficio de cualquier cosa que hagamos, por mínimo que este sea, se reduce cada vez más. En palabras de Jenny Odell:

En una época de precariedad económica generalizada en la que todos, desde empleados de Amazon hasta estudiantes universitarios, ven que su margen para decir que no se reduce al tiempo que crece la apuesta por seguir la corriente, el espacio creativo para negarse se encuentra amenazado.

Cómo no hacer nada. Negarse a la economía de la atención. Jenny Odell

Como resultado de todo esto, en las últimas décadas han proliferado cientos de gurús y especialistas en marketing y marca personal expertos en ayudarte a sacar el máximo provecho a tu tiempo. En este ámbito del conocimiento, se insiste en la importancia de encontrar tu nicho, de no diversificar. Para sacar el mayor rendimiento a lo que uno hace, el primer paso es detectar aquello que pueda interpelar a un público y focalizarse únicamente en ello con el objetivo de generar algún tipo de engagement. Para lograr esto, por supuesto, es imprescindible eliminar todas aquellas ramificaciones que se salgan del tiesto, limitar el contenido, segmentar, concretarse. No hay tiempo ni lugar para el descubrimiento, ni para el cambio, ni para la experimentación. Aquello que has decidido que eres debe cristalizarse y permanecer inalterado si realmente quieres optar al éxito. Y, efectivamente, a mí eso me suena a encontrar tu nicho, pero en el sentido más necrológico de la palabra, porque, ¿Qué sentido tiene la vida si esta ya no tiene permiso para afectarnos, si todo debe permanecer exactamente como está, por el bien de la optimización de recursos?

Siguiendo con esta idea, ahora más que nunca la afirmación «sé tú mismo» significa «no cambies nada». El ritmo despiadado de la producción no tiene paciencia para la experimentación, la ambigüedad o el cambio. No quiere ser desafiado. En palabras de Odell, es aquello que quiere que los grupos de música sigan haciendo canciones exactamente iguales a aquel éxito que una vez tuvieron porque, citando a la Rosalía:

La que sale por TV no es la que yo conocí (…)
Tú no has vigilao, se ha ido tu pureza.
Ya no se quién eres.
Ya no sé ni quién eres.

Frente a este tipo de ingenierías existenciales que buscan exprimir el máximo valor de cada minuto de vida y se resisten al cambio, parece un atrevimiento absurdo ponerse a explorar otras formas de expresarse que no estén ligadas a lo que ya estabas haciendo antes y que, por lo tanto, tengan como objetivo optimizar su rendimiento. En ese sentido, los textos que se han estado publicando en este blog durante las últimas semanas son, sin lugar a dudas, auténticos actos de rebeldía. Es plantarle cara a un sistema que dinamita todo atisbo de actividad no productiva, es rebelarse contra la imposición de que cualquier momento que pasemos despiertos debemos dedicarlo a ganarnos la vida. Si el tiempo es oro, dedicarse a ‘pasar el rato’ es el acto de desobediencia más poderoso que se me ocurre.

Con la reactivación de este ilustre espacio, alguien se preguntaba en Tuiter si tiene sentido ponerse a escribir en un blog de videojuegos en el año 2023, y la respuesta está clara: tiene todo el sentido del mundo, porque gracias a actos como este nos hacemos dueños de nuestro tiempo, reivindicamos una existencia válida independientemente de los resultados generados, defendemos una forma de entender la vida en la que la meta más elevada no es otra que la de estar viviendo. Literalmente: dejamos de buscar nuestro propio nicho.

Yo metiéndome en un nicho

Análisis: Starfield

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