Soy un hombre objetivo. Objetivamente objetivo. Y como profesional del mundo de los videojuegos voy a explicaros, punto por punto, cómo se puede ser «casi» tan objetivo como yo, para que podáis fardar ante vuestros conocidos de que vuestras críticas, frente a la masa de opiniones de mierda que hay en internet, son infinitamente mejores que las de los demás, que son tristes criaturas apegadas a un arrogante y estúpido subjetivismo que los hace decir sandeces.
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10 motivos para odiar: Pokémon
Hamores míos, sabíais que este día iba a llegar. Vuestra entronizada serie predilecta, esa por la cual corréis como pollos sin cabeza derechitos a comprarla cada vez que sale una de sus entregas, está aquí… pero no para ser querida y alabada, sino para que yo, Gamboi, escupa vilmente sobre ella con ton y son. Con todos ustedes: 10 motivos para odiar: Pokémon.

Rompiendo la cuarta pared
La cuarta pared, para los más despistados, es aquella barrera imaginaria que separa a la obra audiovisual —ya sea un cómic, una película o un videojuego— de su consumidor. Lo normal, y así sucede en la mayoría de títulos que salen al mercado, es que este muro imaginario permanezca inalterable durante todo el transcurso del mismo, sin alterar para nada nuestra relación videojugador-videojuego. Pero hay ocasiones, y de esto va precisamente el artículo que estáis leyendo, en las que una obra intenta ir un paso más allá rompiendo el muro invisible que nos separa de la acción que tiene lugar en la pantalla. Esto no les hace ni mejores ni peores, sino diferentes, y por eso mismo quiero que les echemos un vistazo a algunos de los mejores usos de esta técnica.
El formato físico como legado
Sé que parecerá una batallita de Abuelo Cebolleta, pero pertenezco a una generación a la que el tema de Internet nos cogió mayorcetes. Ya era mayor de edad cuando tuve mi primera cuenta de e-mail, tenía un módem de 56 Kb que hacía el mismo ruido que los cassettes del Spectrum y tenía que quitarme del Internet cuando mi madre quería hablar por teléfono.

La importancia de llamarse...
Los meses previos a la confirmación del lanzamiento de una nueva consola son realmente excitantes. Más allá del morbo que suscita el aluvión de especulaciones sobre las características técnicas del aparato y la rumorología sobre sus futuros títulos y franquicias, me interesa particularmente la elección del nombre de la consola en cuestión. Babeo imaginando todos los pormenores de ese proceso en el que un puñado de locos creativos y otros tantos calculines del marketing se encierran en un estudio para determinar cómo se va a llamar el producto. De esa labor, aparentemente anecdótica, depende parte de su futuro éxito comercial. O al menos de entrar con buen pie en el mercado; ya que, si bien un nombre atractivo ayuda considerablemente, uno que no lo sea siempre puede ser salvado mediante una campaña publicitaria audaz. Y si la consola es un pepino, sus títulos de lanzamiento mojan hypean hasta al más incrédulo o bien la lanza Nintendo, mejor que mejor.
El problema de los online masivos
Hace unos cuantos años, allá por 2001-2002, probé por primera vez el Ultima Online. Me iniciaba así en un mundo hasta entonces totalmente desconocido para mí, con la novedad fundamental de que ahora el mundo estaba vivo al margen del jugador, y una multitud de jugadores de otras naciones se dedicaban a su vez a progresar, matar bichos, acumular oro y todo lo que se suele hacer en estos juegos. Algunos lo hacían hasta niveles demenciales, dejando a muchos jugadores novatos o no tan jugones en la estacada, convertidos en una suerte de jugadores de segunda. Ya entonces me hice la pregunta de en qué consistía un juego online masivo y, lo más importante, si estaba condenado al fracaso.
10 motivos para odiar: El Pixel Ilustre
Como hoy va a ser un día de resaca brutal, no vais a estar para leer casi nada, y esta entrada misteriosamente ha perdido todos los comentarios —de misteriosamente nada, es de las muchas cosas que se han perdido en las caídas de server— he decidido rescatarla para regocijo de todos los que no pudieron leerla hace un año y medio cuando fue publicada originalmente. Así que sí, podéis añadir al final de la lista que El Pixel Ilustre, como Antena 3, mete refritos los días de fiesta. Eso sí, le he metido de por medio algunas anotaciones divertidas (en cursivas).
Temas Memorables Andresito Ed. 2
Las horribles recomendaciones musicales de la persona sin problemas auditivos con peor sentido del ritmo de la Península ya están otra vez aquí. Tras una primera entrega bastante exitosa de la que conseguí salir sin que me tirasen piedras, voy a forzar la maquinaria y a ir un paso más allá con una segunda tanda de temas memorables que me marcaron en mayor o menos medida. Por supuesto, podéis tomaros la libertad de hacer vuestras propias recomendaciones e insultar las mías, cosa que os recomiendo encarecidamente. ¡Esta es vuestra oportunidad de demostrar que tenéis mejor gusto que yo!
Un sorbo de Yakuza 4
Analizar Yakuza 4 en menos de ocho horas, tiempo máximo permitido por los profesionales de esto que es escribir sobre videojuegos, es bastante difícil. Un servidor lleva algo más de quince horas y todavía sólo ha manejado a uno de los cuatro personajes jugables disponibles. Por ese motivo, pese a no estar preparado ni por asomo para escribir un análisis como el videojuego se merece, sí que estoy más que capacitado para poneros los dientes largos con algunas de las situaciones más absurdas que me he encontrado desde que he comenzado a jugar. Porque Yakuza 4 no sólo es una versión pulida y agrandada de la tercera parte, sino también mucho más pandiloca.
Mercromina en las venas
¿Qué tienen en común las posadas, los botiquines, las iglesias, las pócimas de color verde, la comida que sacamos de la basura, los hospitales, los clérigos, los médicos y los cachos de carne que encontramos dentro de la pared? Que, tal como pasó con el contador de vidas y la pantalla de GAME OVER, son elementos que cada vez son más difíciles de ver en los videojuegos actuales.

10 Motivos para odiar: Baldur's Gate
Si hubo 10 motivos para odiar Final Fantasy VII y hubo otros 10 para odiar Metal Gear Solid… no nos quedaba más remedio que lanzar la primera piedra sobre la gran joya, sobre el as de corazones de los CRPGs, el Alfa y el Omega del buen gusto rpgero, la quintaesencia de D&D. Y es que existen 10 motivos para odiar hasta a Baldur’s Gate.

...o de los necios
La conjura de los juegos
Nunca está de más reflexionar un poco acerca del poder que tienen sobre la realidad esas ficciones en las que participamos en nuestras horas de juego. Las ideas que se incluyen en los siguientes párrafos no son verdaderas ni falsas, sino todo lo contrario, o tal vez no, pero sea como fuere podéis estar tranquilos de que están expresadas con total sinceridad por mi parte.

¡Monos al poder!
¿Por qué los micos nos parecen tan graciosos? ¿Será porque son una versión primitiva del homo sapiens y nos reconocemos en ellos? ¿Tal vez porqué juegan sin parar? ¿Quizás porque hemos visto a Andresito imitar a un macaco envuelto en llamas? ¿O simplemente porque son desinhibidos y nos les importe rascarse los huevos en público? Sea como sea, en EPI los amamos… de hecho hamamos a toda clase de animales. Prueba de ello es nuestra redacción, por la que pulula una fauna de lo más variopinta: Lola, la adorable perrita de Andresito que todos conocéis; el gran John Carca, un troll más cabrón que los de Mordor; Lord Galious, cuyas melenas no nos dejan ver a qué especie pertenece; yo mismo, que tengo ascendencia marciana o nuestros queridos Mono con Monóculo y Mono Mongolo. En fin, nos va la multiracial… pero no vamos a hablar de eso sino de la estrecha y longeva relación entre los videojuegos y nuestros parientes simiescos. Sin más dilación, empecemos el repaso. Os aviso, son siete páginas, así que acomodad vuestros culos… y si olvido alguno relevante o bien no estáis de acuerdo con mi TOP 3, os invito a que me insultéis educadamente en los comentarios.