La importancia de llamarse...

Escrito por en Artículos - 30 abril, 2011

Los meses previos a la confirmación del lanzamiento de una nueva consola son realmente excitantes. Más allá del morbo que suscita el aluvión de especulaciones sobre las características técnicas del aparato y la rumorología sobre sus futuros títulos y franquicias, me interesa particularmente la elección del nombre de la consola en cuestión. Babeo imaginando todos los pormenores de ese proceso en el que un puñado de locos creativos y otros tantos calculines del marketing se encierran en un estudio para determinar cómo se va a llamar el producto. De esa labor, aparentemente anecdótica, depende parte de su futuro éxito comercial. O al menos de entrar con buen pie en el mercado; ya que, si bien un nombre atractivo ayuda considerablemente, uno que no lo sea siempre puede ser salvado mediante una campaña publicitaria audaz. Y si la consola es un pepino, sus títulos de lanzamiento mojan hypean hasta al más incrédulo o bien la lanza Nintendo, mejor que mejor.

Dos casos indiscutibles, de éxito rotundo, han sido los de Game Boy y Playstation. Nintendo y Sony lograron algo que está al alcance de muy pocos: convertir estos nombres en génericos. Lo hizo Kleenex con los pañuelos de papel, Wambas con el calzado deportivo, Tupperware con los recipientes para la conservación de alimentos, Bimbo con el pan de molde, Tranchettes con las lonchas de queso para fundir, Aspirina con el acido acetilsalicilico y otras cuántas marcas privilegiadas. Para los seguidores de los videojuegos, Playstation a secas seguirá siendo siempre la 32 Bits de Sony; sin embargo para el consumidor no habitual, la gran mayoría, Playstation es sinónimo de consola de sobremesa y GB de portátil. Es así, no le deis más vueltas. Si a mis padres o a mi chica se les ocurre la feliz idea de regalarme una consola, con toda seguridad le pedirán una Playstation al dependiente de la tienda X. Y me apuesto un cojón y medio (pongo los míos o los de Gamboi sobre la mesa, tanto da) a que la mayoría de vuestros parientes harían lo mismo. Y es más que probable que, ante tal petición, el dependiente le venda una PS3 y no una XBox a nuestros parientes no especializados.

game boy y playstation

Obviamente, el éxito de una consola no depende sólo de su nombre

Pero ¿qué tienen esos dos nombres que no tengan por ejemplo Gamecube o la mentada Xbox? De entrada, sería injusto y mezquino darle todo el mérito al nombre elegido. Todo suma para alcanzar la cima. El producto ha de ser medianamente bueno, su catálogo de lanzamiento debe captar la atención del mayor número de jugones (ya sean casuales o jarcoretas) posible, el pad debe aportar novedades o al menos mejorar una línea ya existente y, evidentemente, la promoción ha de cubrir el máximo número de sectores posible. Pero insisto… si a todo esto le añades un nombre chiripitiflaútico, entonces has triunfado. Lo bueno de Game Boy y Playstation es que son dos nombres tan simples como descriptivos. Ambos incluyen la palabra «juego». Parece tonto, pero no lo es. Sugiere recreo y ocio, suena amable y no resulta nada ofensivo ni exclusivo. Nombres simples, pero efectivos. Para todos.

Ahora que ya he dado rienda suelta a mi fantasía diaria de disfrazarme de Don Draper, Old Fashioned y Lucky Strike en mano, y elucubrar sobre las diabólicas estrategias comerciales del mundo en el que vivimos (Por si no os habíais enterado, en EPI sólo nos conformaremos cuando dominemos el mundo y todo lo que contiene. Think big!), os invito a montar en la máquina del tiempo de Galious y repasar algunos nombres de consolas del pasado. Gentlemen, start your engines!

daytona usa sega

La trágica historia de Sega como fabricante de consolas punteras reafirma lo anteriormente comentado: un buen nombre no es nada sin una campaña comercial y una distribución que estén a la altura de las circunstancias (¡Faltaría más!). Sega Master System, Game Gear, Sega Megadrive, Sega Saturn y Sega Dreamcast indican algo más que una simple consola de ocio para toda la familia; son nombres que buscan la complicidad del jugón experimentado. Master System sugiere supremacía técnica sobre el amigable Nintendo Entertaiment System de la compañía rival (por no mencionar el bucólico “Family computer” con el que se dió a conocer en tierras orientales). Por otro lado, Megadrive es uno de esos nombres con los que uno se podría recrear frente al espejo… repetid conmigo, “m-e-g-a-d-r-a-i-f”. Mega mola, te deja claro que no hay nada más grande; y Drive, más allá de hacernos saber que el artefacto posee una rápida unidad lectora, agrega un toque fonético que suaviza la contundencia del mega y redondea ofreciendo una sensación tan segura como un punto vacilona. Intentad abstraeros del objeto que todos conocemos y de su historia y centraos sólo en la palabra “Megadrive”. Visualizadla. Veo una estación de esquí; una pista negra y a un tipo bajándola follado a velocidades vertiginosas en un snowboard. Sorteando bumps, deslizándose de manera agresiva pero segura para acabar derrapando y, consecuentemente, cubriendo de nieve la cara del pardillo aprendiz que trata de aprender a subir en escalerilla en el punto más llano de la pista (ese pardillo aprendiz evidentemente serían los poseedores de una máquina de Nintendo). La estrategia, frente al amigable poder multi-colorista del Cerebro de la Bestia, no salió del todo bien… pero no me negaréis que el nombre (apoyado en una publicidad agresiva) no es remolón. Su otro nombre, Génesis, no está mal… pero toca pasajes bíblicos y eso siempre es un marrón susceptible de abrir algún conflicto nada interesante.

Sega cambió parcialmente de rumbo con sus dos últimas consolas importantes. Visto el estrepitoso fracaso de los periféricos/ampliaciones Mega CD y Mega 32X (por no hablar de su nefasta estrategia comercial), la empresa de Sonic aparco los tecnicismos para invitarnos a lugares inexplorados. Primero rebasó los límites terrestres para llevarnos a los anillos de Saturno con su maravillosa y malograda 32 Bits, para después proponernos un mundo de sueños en el que todo es posible. Lástima que, pese a razones ajenas a la nomenclatura (insisto), el sueño acabase convirtiéndose en pesadilla.

La otra cara de la moneda. Si Sega fue Mourinho, Nintendo fue Guardiola. Ácido frente a dulce. Oscuro contra blanco. El sable de luz rojo chocando contra el azul. La agresividad tecnológica batiéndose en duelo frente a la bondad lúdica. La recta y la curva. El ying y el yang. Si fuesen dos chicas, Sega sería Sasha Grey metiéndonos la mano en la entrepierna y Nintendo una Grace Kelly que nos invita a pasar un fin de semana en la casa de la pradera. Muchos pensaréis “con Sasha, polvo seguro”; lo que no os imagináis es que, tras la fachada modosita de la Princesa Kelly, se esconde un volcán. Si nos ganamos su confianza y la aceptamos tal y como es, no sólo nos regalará el revolcón más amoroso de nuestra vida sino que encima nos preparará un desayuno digno de reyes a la mañana siguiente. Por otro lado es probable que, una vez le hayamos jurado amor eterno a Grace, aquellos que no sobrelleven bien la vida en pareja tiendan al estancamiento y a una creciente monotonía. Sasha nos haría más putadas; polvos salvajes a cambio de inestabilidad emocional. Con la rubia sabremos lo qué tendremos todos los días (Mario, Donkey, Metroid, Zelda, etc…), mientras que la morena nos hará vivir en constante incertidumbre con toda la excitación y la angustia que eso conlleva. Elegir a una o a otra depende de vuestro carácter; ninguna es mejor que otra. Simplemente son diferentes. (Damas, perdonadme si os habéis sentido desplazadas. Si ha sido así, haced el favor de sustituir el nombre de Sasha por el de Rocco Siffredi y el de Grace por el de Pierce Brosnan).

Excusa para enseñar tetas Sasha Grey y Grace Kelly, dos estilos

Paralelismos al margen, y volviendo al tema que nos ocupa, la compañía de Kyoto se ha caracterizado por poner nombres simples y amables a sus consolas. La palabra “entretenimiento”, presente en sus cacharros de 8 y 16 Bits, invita a jugar a todo el mundo; al contrario que las de Sega, que con sus nombres buscaron la implicación de un público profesional. Con todo, una vez consolidó su imperio (NES-GB-SNES), Nintendo realizó un giro inesperado aportando por primera vez un dato puramente técnico. Sesenta y cuatro. Probablemente el cambio fue debido a la carrera que Nintendo, Sega y Sony mantuvieron por alcanzar la supremacía durante aquella confusa etapa en la que convivieron consolas de 32 y 64 bits. Con el 64 (sixty four suena mejor) quiso dejar claro que eran ellos los que la tenían más larga. A mi juicio erraron el disparo. La intrusa Playstation se llevó el gato al agua. No sólo por su multi-poligonal catálogo de juegos o, como dicen algunos, por su facilidad para ser pirateada; amén de una estrategia de ventas ejemplar. Con ese nombre, pleiesteishon, Sony daba también a entender que era una consola al alcance de todo el mundo. Una plataforma para jugar. Fácil, descriptivo y sencillo de recordar.

Portátiles al margen (en la que se seguía explotando la marca Game Boy con GBC y GBA), Nintendo siguió con su descenso del Olimpo con otro nombre que volvía a traicionar su filosofía inicial. Gamecube. ¿Cubo de juegos? ¿Juego al cubo? No es un nombre pegadizo y, pese a la inclusión de la siempre amistosa palabreja “Game”, cubo nos sugiere recipiente para deshechos o cajón desastre. No mola… ni lo que significa ni su pronunciación. Con Wii la historia cambió. Sí, ya sé, existen varios factores que explican el éxito de Wii… pero no me negaréis que el nombre es cojonudo. Por un lado rompe con todo. Es monosilábico, se pronuncia igual en todos los idiomas y no alude a ningún detalle técnico específico de la consola. Simplemente Wii. ¿Y porqué Wii? ¿Es el grito del oso amoroso antes de abrazarnos amorosamente? No. Wii suena igual que nosotros en el idioma de Shakespeare. Y con eso Nintendo le dice al mundo: “Somos nosotros. Nosotros somos los que marcamos tendencia. Lo hacemos desde que eras niño y lo volvemos a hacer ahora. Confía, somos nosotros”. O lo que es lo mismo, un «yes wii can» en toda regla. Parafraseando a Guardiola (y no es mi intención agregar sal a la herida madridista. Eso lo haré si el Barça gana también la vuelta de la semis de la Liga de Champiñones), son los putos amos.

Si Sega era la señorita Grey y Nintendo la Princesa Gracia de Mónaco, Microsoft es aquel putón verbenero aquella chica explosiva que no deja lugar a la imaginación. Esa que nos podemos encontrar tanto en una competición de coches tuneados o bien en alguna discoteca tipo Amnesia de Ibiza. Es decir, ultra-mini-falda, ultra-mini-top, tatuaje tipo mariposa en la base de la espalda, labios recauchutados que se esfuerzan por mantener la pose de los morritos en plan pato, tetas aumentadas a base de silicona y zapatos con plataforma de veinte centímetros. No lo critico, es un hecho; una tendencia. El auge de la cirugía plástica ha traido esto. Chicas cortadas bajo un mismo patrón. ¿Y porqué digo esto? Chi lo sa? ¿Será por su mareante catálogo de shooters clónicos? ¿Por su apuesta por la fuerza bruta y la exhibición? ¿O será por su nombre? Equis bocs (en inglés, ics bocs, vuelve a sonar mejor. Una vocal frente a dos. Equis es incómodo de pronunciar). La X sugiere varios significados. Incógnita, porno y, sobretodo, extremo. Caja X. Caja de juegos extremos. Sólo para valientes.

Os pido que, al igual que hemos hecho anteriormente con Megadrive, volvaís a realizar el esfuerzo de visualizar el nombre. No sé vosotros; pero yo me imagino a Vin Diesel al volante de un DeTomasso Pantera o en un Lamborghini Diablo que aparca frente a la Pamela Anderson de turno y le dice: “Sube, nena, primero te limpiaré el carburador y después sabrás lo que es velocidad”. Me reafirmo. No es una crítica; es una realidad. Cambiando de tercio, la coletilla 360 de su segunda XBox me descoloca. Sigue en la línea radical de la primera; pero no entiendo muy bien a qué viene ese “three hundred sixty”. Si son grados y gira sobre sí mismo se queda más o menos dónde ya estaba. Aunque por otro lado, cabe reconocer que mola un huevo y parte del otro ponerse frente al espejo y pronunciar con tono agresivo y dicción veloz “Ics bocs three hundred sixty”. Haced la prueba. Os sentiréis como el General Schwarzkopf dirigiendo tropas durante la primera Guerra del Golfo Pérsico.

Ya he hablado suficiente sobre el fenómeno del nombre Playstation y no lo pienso repetir. Tan sólo insistiré en remarcar la inteligente estrategia de Sony al mantener la marca en sus posteriores consolas. Siempre Playstation. No da lugar a equívocos. Por el contrario, opino que el haber elegido mantener Playstation en su línea de consolas portátiles no ha sido una buena idea. Por un lado sí; ya que PSP no deja de ser una Playstation 2 portátil con todo lo que ello implica y así se lo hace saber al consumidor potencial. No obstante, opino que esta estrategia no es válida para evitar que el nombre de Game Boy siga siendo a día de hoy sinónimo de portátil para el común de los mortales. Puede que tampoco les interesase ocupar ese trono; pero permitidme que lo dude mucho. En lo que sí han triunfado tanto PSP como Nintendo DS (en mi círculo privado, llamada Game Boy DS) es en sus abreviaturas mediante siglas. Un éxito garantizado en una época marcada por esa tendencia norteamericana que aboga por el ahorro de letras. USA., LA, SMS, GPS, PC,…etc. Mola decir pe-ese-pe o de-ese. Suena muy profesional y fardón.

Amiga CD32, 3DO, Atari Jaguar, NASA, Atari Lynx, TurboGrafx-16/PC Engine, Atari 2600, Magnavox Odyssey, Intellivision, Atari 5200, Vectrex, Arcadia 2001, GP32, GP2X, y GP2X, Dingoo, ColecoVision… son muchos los que han intentado hacerse un nombre en este loco mundo de píxeles y vectores. Para no alargarme más (ya que es probable que esté escribiendo el artículo parida más gilipollas del momento y no quiero prolongar vuestra agonía), me voy a centrar en un nombre que siempre he encontrado cojonudo. Neo Geo. “Nio Yio”. Remolón dónde los haya. ¿Por qué? De entrada, si le agregas este prefijo griego a cualquier palabra, ésta automáticamente pasa a llamar la atención. Es como Mega o Ultra, pero más fino. Y lo más importante, aporta novedad al mismo tiempo que hace referencia al recuerdo de una tendencia seguida por una minoría pretendidamente culta y exclusiva. Neo punk, neoclasicismo, neo-noir, neo-retro, neoconos, neocristianismo… Neo no es nostálgico, propone un renacimiento y situarse como tema de vanguardia. Y si a Neo le añadimos otro vocablo griego, Geo (Tierra) en este caso, y la unión de ambas palabrejas tiene un sentido (Nueva Tierra) y encima es corta y de fácil pronunciación, entonces nos encontramos ante uno de los nombres más perfectos que ha conocido una consola. Lástima que no tuviese precios populares.

PC Jesus será el encargado de bautizar al nuevo miembro de la familia Nintendo

Y a todo esto ¿Cómo se llamará la próxima machine de Nintendo? ¿Tendrán los huevos de llamarla Wii 2. We too. Nosotros también. Nosotros también tenemos un maquinón que te cagas. ¿O bien mantendrán ese gafapastoso y sugerente Project Coffee? ¿Cómo la bautizarías vosotros?

Bit. Trip. Saga llega a Nintendo 3DS

Videoanálisis: Bulletstorm