Metal Gear Solid (1) es un juego que va sobre un señor que se mete en una base llena de terroristas muy raros y los revienta a todos. A algunos varias veces. Metal Gear Solid 2 va sobre un señor diferente que se vuelve a meter en una base llena de terroristas aún más raros y los revienta a todos. A algunos varias veces. Y Metal Gear Solid 3: Snake Eater, por supuesto, va de otro señor distinto que se vuelve a meter en una base llena de terroristas muy raros —aunque antes pasa por una jungla— a los que revienta. A algunos, sí, lo habéis adivinado, los revienta varias veces. En las dos primeras entregas de la franquicia la fórmula funciona sin demasiados problemas, y en esta tercera no sólo es que funcione, sino que por fin todo encaja y se conjuga para crear un videojuego que, esta vez sí, es verdaderamente redondo.
