Como guionista siempre he opinado que adaptar una obra, pasarla de un medio a otro, es una putada como una catedral. Si una obra, pongamos un libro escrito por Fulanito, capta el interés de unos productores de otro medio (cine, por ejemplo) normalmente es debido al éxito cosechado como obra literaria. Un éxito que ya de entrada condicionará a los realizadores de la futura película, que deberán contentar al autor, a los fans, a los productores y vete tú a saber a quien más. Para más INRI, aunque la película sea buena, siempre habrá una legión de capullos cerca de ti para proclamar a los cuatro vientos que “¡El libro era mejor!” o “la peli está bien, pero le falta originalidad”. Muchos capullos no detectan que la originalidad no reside sólo en el “qué cuentas” sino también en el “cómo lo cuentas”.
