En 2001, mi regalo de reyes fueron los tres libros básicos de la tercera edición de Dungeons and Dragons. Hasta entonces, mis amigos y yo solo habíamos jugado a Vampiro: La Mascarada y, francamente, tras más de un centenar de sesiones a todos nos apetecía un cambio de aires. Y menudo cambio. Dejamos atrás la ambientación oscura del Mundo de Tinieblas, en favor de los verdes prados de los Reinos Olvidados. Pero el cambio más importante, el más notable con mucha diferencia, fue la introducción del sistema D20...
