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La primera vez que ejecutamos Amnesia, el juego nos informa de que en lugar de intentar ganar o terminar cuanto antes, debemos sumergirnos en la ambientación y vivir la experiencia que está a punto de ofrecernos. Para ello nos pide que juguemos con todas las luces apagadas y los cascos puestos (o el sonido bien alto en su defecto), y que nos olvidemos de una de las convenciones más básicas de los videojuegos, como es el guardar la partida. No tardaremos ni quince minutos en darnos cuenta que estas pequeñas recomendaciones, lejos de ser un burdo intento de captar la atención del jugador veterano, son los cimientos de una experiencia única y diferente.