A lo largo de su historia, el videojuego nos ha enseñado una verdad que se repite en casi todos los títulos: a medida que avanzamos vamos haciéndonos más poderosos. Ya sea a través de la conquista de nuevas habilidades para nuestro avatar virtual o a raíz de nuestra propia experiencia con el videojuego que nos va convirtiendo en mejores jugadores. Con cada nueva pantalla que superamos, un buen diseño en el juego nos confiere nuevas mecánicas o una mejora, o power ups, en nuestro personaje. Al menos ha sido la tónica habitual en la concepción del videojuego más clásico. ¿Qué pasaría si fuese al revés? ¿Qué ocurriría si desde un principio tuviéramos todas las habilidades y nuestro personaje las fuera perdiendo al superar cada escenario? Eso es lo que nos muestra Project Maiden.
