Cenobita a go-go

Análisis: The Binding of Isaac: Rebirth

Escrito por en Análisis - 23 mayo, 2015

La cuna de Judas fue uno de los instrumentos de tortura más populares durante los aciagos tiempos en los que pululaba por la tierra la Santa Inquisición.

El artefacto era de sencilla manufactura. Unas cuerdas para sujetar al elegido de la pared al cinturón que portaba para la ocasión y un asiento con forma piramidal donde el penado pasaría largas horas de interrogatorio para su pesar. El mecanismo también es bien simple: el verdugo izaba al reo arriba y abajo según dictaran sus macabros deseos mientras el penado iba introduciendo la punta de la pirámide en la puerta de atrás o en las partes nobles de la mujer si se tratara de una fémina. A veces, dejaban al recluso toda la noche sentado en este particular trono puntiagudo con la única misión de tenerle en tensión el máximo tiempo posible porque si no se mantenía en alerta acabaría hincándose el vértice de manera prolongada. Todo muy sangriento y doloroso como bien podéis imaginar.

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Otra de los instrumentos preferidos para la tortura era el cinturón de San Erasmo, otro artilugio del mal con nombre eclesiástico cuyo objetivo era herir la carne del sufridor que lo llevase poco a poco, con cada pequeño movimiento que tuviera el afectado. ¿Una leve respiración? Zas. ¿Un simple movimiento? Zas. Este tormento de cinturón provisto de multitud de afilados pinchos interiores se colocaba en la cintura para martirizar y minar la moral lentamente, haciendo que el pobre mortal que lo sufriera se fuera desesperando cada vez más y más. La serpiente que se muerde la cola en el ámbito de la desesperanza. Todo muy cenobita. Espera.

Esto me suena. Hace casi tres años escribí la crítica de The Binding of Isaac. Sería una tontería escribir sobre lo mismo otra vez ya que las diferencias entre el juego original y esta revisión no son excesivas. Pero esto no tiene porque ser necesariamente negativo. Los pequeños cambios que hay en Rebirth son lo suficientemente importantes para su compra. Lo que si que recomiendo que hagáis es que leáis el texto que escribí sobre el título original. Ahí reside toda la esencia y la base sobre la que se sustenta este juego.

He escrito revisión un par de veces pues esto es lo que parece a primera vista. Una versión 2.0. donde hemos pasado de gráficos típicos del flash al uso del pixel art. Parece una regresión, una vuelta al pasado. Pero este aspecto gráfico esconde la mayor reforma que tiene The Binding of Isaac: Rebirth: decir adiós a la bajada de frames y a los parones. La experiencia jugable ahora es perfectamente fluida y ya no tendremos que despotricar puño en alto por muertes sufridas por estas molestas ralentizaciones producidas por el motor flash. Bailemos por bulerias por este pequeño gran cambio.

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El resto de cambios son pequeñas adiciones que mejoran el todo pero que no cambian excesivamente la experiencia. Más personajes. Más objetos. Más enemigos. Más jefes finales. Más mierda. La variedad de situaciones que nos podemos encontrar en el juego supera todas las expectativas y me parece muy difícil pensar en dos partidas iguales. Vamos, algo casi imposible. Esto hace que la adicción se multiplique aún más. La inclusión de un modo para dos jugadores es más bien un pequeño detalle: un jugador controla a Isaac mientras el otro controla a un pequeño bebe flotante que nos puede echar un pequeño cable. Me recuerda a lo que hacía Tails en Sonic 2 cuando otro jugador cogía el mando. Pero siempre he visto este videojuego como un enfrentamiento solitario hacia un mal mayor. Todo está en contra nuestra y un simple infante debe luchar contra todo mientras continúa bajando a lugares mucho peores llenos de obstáculos aún más jodidos de superar. Un yo contra el mundo lleno de heces, fetos y más heces.

Aunque los cambios de esta suerte de remake son escasos, son fundamentales. La experiencia ahora es mucho mejor y si hemos disfrutado del juego original, tened claro que vais a gozar. Y le vais a echar horas. 92 horas disfruté del original más su expansión. 78 horas he jugado a The Binding of Isaac: Rebirth. Enfermedad, sí. Lo que no me ha terminado de engatusar ha sido el apartado musical. Las piezas del primero me parecen geniales mientras que no se brilla igual en Rebirth. Pero tampoco esto debe preocuparnos demasiado, es algo que con un pequeño ajuste podemos modificar en un minuto.

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Hay un documental llamado Bigger Stronger Faster que narra las desventuras de un joven americano que influenciado por la falsas proyecciones de gente como Stallone, Schwarzenegger o Hulk Hogan intenta seguir el camino de estos e intenta convertirse en un enorme bicho cueste lo que cueste. El sueño americano de llegar a lo más alto a toda costa. Las metas de The Binding of Isaac: Rebirth son parecidas y las consigue en todos sus aspectos. Es la experiencia definitiva, hasta que no llegue la expansión anunciada, si quieres adentrarte en el oscuro mundo de Isaac. Más grande, más fluido y, en definitiva, más mejor.

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