Yeah bitch! Magnets!

Análisis: Teslagrad

Escrito por en Análisis - 23 diciembre, 2013

Existen toneladas de topicazos sobre los tipos de alumno del instituto. Series como Salvados por la campana o las costrosas telenovelas adolescentes españolas como Compañeros, Al salir de clase o Física o Química se han encargado de grabarnos a fuego en el cerebro arquetipos como el superdotado que saca matrículas en todo a base de talento, el pivón inalcanzable que lo hace bien absolutamente todo, el repetidor listillo que se saca el curso con lo que recuerda del año anterior o el cenutrio que solo aprueba la educación física. En una clase de adolescentes treintañeros donde Braid es un superdotado, Bayonetta un pivón, Call of Duty un repetidor y Assassin’s Creed un borderline, Teslagrad podría ser el alumno aplicado (y algo pelotilla) que estudia como un cabrón para sacar notazas.

Creo que la metáfora del aula viene muy a cuento con Teslagrad, el primer juego del estudio noruego Rain, porque mientras lo jugaba tenía la sensación de que el sus creadores habían seguido al pie de la letra el  manual de Primero de Hacer Videojuegos. Esto que acabo de decir puede sonar feo, porque significa que los autores no se han apartado demasiado de los cánones clásicos (de hecho, tiene mucho sabor a retro), pero en realidad no lo es, porque Rain se ha estudiado bien las instrucciones, las ha aplicado con clase, sabe cómo divertir divertir al jugador y ha comprendido que hay que fijarse en los que han venido antes sin renunciar a las ideas propias.

tesla-1

Teslagrad podría ser el alumno aplicado (y a lo mejor algo pelotilla) que estudia como un cabrón para sacar notazas

prop2_zpsea306143

Teslagrad vuelca todas esas ideas propias en unos puzles apuntalados en las físicas de imanes y las habilidades que el chaval protagonista obtiene a lo largo del juego: unos puños que cambian la polaridad de los objetos (más tarde sustituye los puños por un rayo que tiene el mismo efecto y que daña a los enemigos), un poder que le permite teletransportarse a distancias cortas y una capa que le permite convertirse a sí mismo en un imán. El juego exprime estos poderes, los combina con inteligencia y describe una curva de aprendizaje perfecta para cada uno de ellos. Una vez más, parece que está pensado con el manual en la mano, pero no le resta frescura ni efectividad al diseño de Rain: propone primero puzles sencillos, casi obvios, para familiarizarse con la nueva mecánica y explorar sus utilidades; esos rompecabezas se van complicando progresivamente y en seguida nos obligan a mezclar lo aprendido con los poderes que ya teníamos. La guinda la ponen los jefes finales de cada área, que nos obligan a poner en práctica todo lo anterior en situaciones de alta tensión (jeje, claro, por lo de la electricidad, y Tesla y lo de los imanes y eso, alta tensión. Qué agudo soy).

Por esa razón, los bosses protagonizan los mejores momentos del juego y, en cierta forma, lo resumen. Los jefazos están cortados por el patrón del plataformeo clásico y son los principales responsables de que el juego deje ese regusto a retro: tienen varias rutinas de ataque relativamente predecibles, pero complicadas de esquivar. Al jugador no le queda más remedio que morir, observar, memorizar y aprender. El único reproche que podría sacarle a los jefes es que, salvo el último, todos repiten siempre los mismos ataques en el mismo orden, por lo que la memoria trabaja más que el ojo. En cualquier caso, la dificultad está bien medida y es un detalle que se puede perdonar con muchísima facilidad. Da igual que sepas cómo te van a atacar si para aprender a esquivarlo necesitas ver morir al personaje quince veces.

tesla2

Los jefes también acaparan algunas de las ideas más bonitas de Teslagrad. Uno de los que más disfruté es el segundo malo final del juego, un pajarraco mecánico con cuerpo de jaula. Fue una sorpresa muy agradable descubrir que tenía que teletransportarme al interior del bicho para golpearle directamente en el corazón con los puños magnéticos y es un ejemplo más de que Rain no ha dado puntada sin hilo al confeccionar su juego, Todo está donde tiene que estar, todo tiene sentido, todo se ha pensado varias veces y todo sirve para desafiar, enseñar, divertir y contar una historia al jugador.

Teslagrad no se complica con la historia y también tira del libro de texto: el guión es sencillo y directo y evita interrumpir al jugador. A lo largo del juego nos encontramos varias escenas con marionetas que nos dan información extra sobre el pasado de los personajes, pero el pilar central de la historia se explica con la persecución del primer acto, los encuentros con otros personajes durante el juego y el breve desenlace tras el jefazo final. Una vez más, el juego deja un regusto a retro en las formas y en el contenido y, aunque no acude al pixelazo y al chiptune y las animaciones a veces pueden resultar un poco ‘flashy’, lo cierto es que sus gráficos me hicieron pensar en las series de dibujos que veía de crío y también lograron arrastrarme a la Nocilla.

Donde el superdotado de la clase se permite hacer virguerías y ampliar materia, Teslagrad se limita aplicar sus apuntes. Son unos apuntes impolutos, con muchos colores, flechas, esquemas y anotaciones al margen, pero todavía no tiene la chispa del alumno brillante que sabe cómo dar un paso más allá y enamorar con algo único. En cualquier caso, Teslagrad es un buen juego, muy honesto, muy trabajado y hecho con el mimo de un alumno que quiere sacar notaza y sabe que no le vale con estudiar la noche antes. Estoy deseando saber si esta fórmula seguirá funcionando igual de bien en el futuro, pero de momento solo puedo aplaudir con entusiasmo el esfuerzo y alegrarme por este resultado tan cojonudo.

Posdata: El colegui de Indieorama Eduardo Garabito se ha encargado de la comunicación de Teslagrad. Me regaló un juego en las rebajas de Steam. Y yo a él. Mamoneo. Maletines. Doritos. Sobornos. Presiones. Pero el juego está bien, coño.

Posposdata: La canción del final recuerda peligrosamente al Eres un enfermo de Las Supremas. Ahí tenéis una conexión improbable y muy jodida entre Móstoles y Oslo. Es un dato que quería compartir.

Posposposdata: Me acaba de llegar a casa una paletilla con una tarjeta en la que pone que tengo que decir «Comprad Teslagrad» al menos tres veces en el texto. Aquí van las otras dos: Comprad Teslagrad. Comprad Teslagrad. Si os apetece.

Descuentos de Enero en PSN

Footbrawl Quest