Cinco juegos por década: los 90

Escrito por en Artículos - 6 julio, 2011

Si ya me costó elegir 5 juegos de la década de los ochenta, elegir solo 5 de los noventa ha sido todo un dilema. Durante una década que empezó con una Sega Megadrive pisando fuerte y que acabó con una Sega Dreamcast agonizante, doblegada ante la todopoderosa Playstation 2, vimos pasar ante nosotros juegos de tanta calidad que hasta seleccionando 5 por año nos quedaríamos cortos. Pero dije 5 por década y esos son los que he tenido que elegir.

Si hay un juego que marcó el inicio de los noventa y revitalizó el género de lucha hasta colocarlo en el podio ese es Street Fighter II. No recuerdo otro arcade que haya trastocado tanto a la chavalada. Empezaron a correr rumores que en tal bar había una máquina de hostias muy chula. Decían que se podía elegir entre un karateka que hacía kame-hames, un monstruo de color verde, un luchador de sumo, un fakir que se estiraba y un ninja-torero español. Unos cuantos acudimos en peregrinaje a ese pub de mala muerte para ver exactamente de que se trataba y ahí se quedaron nuestras pagas semanales. Al cabo de menos de un año, ya cualquier bar que se preciara tenía su máquina de Street Fighter II, algunas con cosas raras como Hadokens voladores o la posibilidad de cambiar de personaje en pleno combate (la que nosotros bautizamos como “Champion Mutation Edition”) y el lanzamiento en exclusiva para Super Nintendo hundió en la miseria a todos los poseedores de Megadrive, que se tuvieron que conformar con Eternal Champions u otros imitadores baratos hasta que se arregló con la publicación de Street Fighter II Special Champion Edition para la 16 bits de Sega.

Yo juraría que Chun Li no tenía ese culaco

Recuerdo cuando un amigo estrenó su primer ordenador con VGA, con nada más y nada menos que 256 colores, y se compró, recién salido a la venta, Monkey Island 2. El verano anterior ya nos habíamos devanado los sesos con Loom, Maniac Mansion, Indiana Jones y la última cruzada y el primer Monkey Island. Y las cosas no eran como ahora, que las guías con la solución y todos los secretos salen a la venta junto con el juego y, a los dos días del lanzamiento, podemos encontrar en internet todo tipo de pistas, trucos y videos explicativos sobre el juego: a medias con mi amigo tardamos un par de semanas en descubrir la solución de los enrevesados acertijos y puzzles de la mejor aventura gráfica de la historia (al menos para el que suscribe) hasta llegar a ese final que sigue sin gustarme a día de hoy. El juego me caló tan hondo que, casi veinte años después, no disfruté tanto como debería del reciente remake con gráficos de la muet-te al acordarme de todos los pasos a seguir para acabar el juego como si hubiera sido ayer la primera vez que le arrancaba los calzoncillos a LeChuck… Mecagüen mi memoria…

Lo que nos costó ganar el concurso de escupitajos

Alone in the Dark supuso dos cosas nuevas para mí: fue el primer juego al que jugué con gráficos poligonales en 3D y fue la primera vez que pasé miedito con un videojuego. La inspiración Lovecraftiana, la mansión encantada victoriana y la filosofía de “a veces es mejor huir valientemente antes que morir enfrentándonos a un bichaco” (hasta entonces, todo lo que aparecía en un videojuego era “matable”) resultaba terriblemente atractiva para un amante de lo fantástico y lo sobrenatural. Años después llegaba Resident Evil que consiguió casi lo mismo que Alone in the Dark pero la cagaba al pasar de lo sobrenatural a los virus y experimentos. Por mucho que digan, una maldición vudú o un portal al inframundo es mucha mejor excusa para meter zombies que todos los cócteles genéticos y experimentos militares secretos del mundo.

Este zombi ahora da risa, pero entonces acojonaba lo suyo

Cuando ví el VHS promocional de SEGA llamado “Canal Pirata” que regaló la Hobby Consolas (a ver quien tiene huevos de usar un nombrecito como ese a día de hoy) me quedé absolutamente absorto con Flashback. Era un juego que mejoraba la mecánica del Prince of Persia, dotándolo además de un argumento y una trama más madura de lo que estábamos acostumbrados, con una conspiración alienígena para destruir la Tierra incluida. En ese momento, iluso de mí, creía que con las animaciones detallistas de Conrad se había tocado techo con esto de los videojuegos, que era difícil conseguir un efecto cinematográfico mejor que eso. Me llegan a enseñar cualquier juego de los de ahora y no me lo creo o eyaculo directamente.

Que bonito… ¡Y qué difícil!

Es curioso que, en pleno boom de los polígonos en 3D, el juego que más horas me tuvo enganchado a la PSOne fue un juego “técnicamente obsoleto”, que pasaba de entornos 3D, de personajes poligonados, de texturas pseudo-realistas y de la mayoría de cosas que encontrábamos en los GOTY de la época. Por el contrario, nos daba, en un sistema 2D con sprites, un inmenso castillo, una variedad terrible de habilidades, armas, escenarios, enemigos y secretos y una banda sonora excepcional. La experiencia de estar al 99% del juego y que aparezca el castillo boca abajo, totalmente inexplorado, es algo difícil de repetir. Llevaba años esperando un sucesor de Maze of Galious y fue también Konami los que se llevaron el gato al agua con Symphony of the Night. Además, es la única vez que he hecho eso se supone que hacen tantos de “lo pirateo y si me gusta me lo compro” y actualmente es uno de los dos juegos originales de PSOne que conservo:

ÉPICO

Ha sido difícil escoger solo cinco. Se han quedado por el camino y a puntito de entrar en la lista juegos de la categoría de Super Mario World, Super Castlevania IV, Sonic the Hedgehog, Lemmings, Shining Force II, Suikoden, Tomb Raider, Story of Thor, Syndicate e incluso Final Fantasy VII, juego que, aunque considere que está algo sobrevalorado, me impresionó bastante en su momento. Y no hemos acabado: en unos días mis recuerdos cambiarán de milenio y elegiré 5 juegos de la primera década del siglo XXI.

Retro Amor: Lemmings

Análisis: Soul