GOTY Galious 2016

Análisis: Dishonored 2

Escrito por en Análisis - 16 enero, 2017

Hace ya 4 años que Dishonored recibía el premio con más prestigio que se le puede conceder a un videojuego: el GOTY Ilustre. Los redactores de esta página quedamos encantados con su mecánica y la libertad que concedía al jugador para elegir su propio estilo de juego. Recibimos con alegría la noticia que la saga había funcionado lo suficiente como para plantear una secuela. Y el recién finalizado 2016 recibimos al fin esa esperada segunda parte. ¿Nos habrá convencido Dishonored 2?

Antes de acabar la primera misión ya nos habremos dado cuenta que estamos delante de una secuela muy continuista y todo resultará familiar a los que jugamos la primera parte: alguien nos hace la puñeta y debemos eliminarlo, siendo posible clavar su cabeza en una pica para exhibirlo ante el populacho o bien encontrar una solución más benevolente para el conspirador en cuestión. Ni siquiera el hecho de poder jugar con la Emperatriz destronada Emily, con un repertorio de poderes distinto a los de Corvo (que conserva básicamente los mismos poderes que en Dishonored) insufla la suficiente novedad como para animar a ese jugador que busca excitantes novedades con cada nuevo videojuego sin importar los números que salgan en el título.

¿Pero acaso eso importa? Cuando uno está pensando en rejugar Dishonored 2 incluso antes de pasárselo yo diría que la poca innovación respecto al primero importa más bien poco. Mi primera partida ha sido con Emily, en caos reducido e intentando no matar a nadie, aunque un par de accidentes en la penúltima misión no me han permitido acabar el juego sin mancharme las manos de sangre. Intentar ser sigiloso y ser detectado lo menos posible me obligó a ser cauteloso y a explorar rutas de acceso y escape desde situaciones elevadas, siendo consciente que me perdía un trozo importante del juego por mi elección de juego. Por eso, antes de acabarlo ya estaba pensando en jugarlo de nuevo con Corvo en una espiral de caos y destrucción, experimentando así el juego de otra forma.

Eso es precisamente lo que hace grande Dishonored: la sensación de libertad para jugarlo como queramos o como nos convenza, y esta sensación de libre albedrío sigue intacta en esta segunda parte. Además, Arkane Studios han diseñado unos escenarios llenos de recovecos, pasillitos y accesos, poniendo siempre al alcance del jugador varias rutas, algunas más evidentes y otras más escondidas. El hecho de no tener un GPS más allá del detector de runas y talismanes y una vaga indicación del punto a donde ir hace que tengamos que observar más el entorno que no tener la vista fija en el minimapa de la esquina. Todo un acierto entre un maremágnum de juegos que nos llevan de la manita de un punto a otro, no sea cosa que el jugador se pierda.

Si en la primera parte quedé tan encantado con la misión de la Fiesta Boyle como para dedicarle un Momento Ilustre, la secuela no se queda atrás y nos da dos misiones absolutamente memorables. Una trascurre en la Mansión Mecánica que vimos en los primeros avances del juego y la otra es la llamada “Una grieta en la losa” y cuya particularidad no pienso detallar para que lo disfrutéis tanto como lo hice yo.

Dishonored 2 es una rara avis dentro de los Triple A actuales; cuando todos los grandes lanzamientos se dividen entre un enorme aunque semi-vacío mundo abierto, lleno de misiones secundarias de recadero y recolector y los juegos enfocados al multijugador online, un juego que ofrece al jugador una campaña para que se recree en su soledad y que pueda rejugar unas cuantas veces, descubriendo cosas nuevas en cada pasada es algo digno de mención. Ojalá hubiera más juegos como Dishonored 2.

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