Monos que ruedan a toda hostia. Monos temerarios. Monos a tope.

Retro amor: Super Monkey Ball

Escrito por en Retro Amor - 17 febrero, 2015

Ser un mono siempre ha estado bien valorado dentro de la cultura contemporánea. Sin ir más lejos King Kong lo petó allá por 1933 y dio lugar a descendientes directos en otros ámbitos como el nuestro, el de los videojuegos, con aquel Donkey Kong de Miyamoto y Yokoi. Lo cierto es que ser un villano secuestra señoritas lo mismo parece un buen plan, pero ser un mono que va metido en una bola como si fuera un hámster XXL no es tan fácil, aunque desde luego gratificante es un rato.

La monada de hoy se sitúa en la SEGA post-Dreamcast, aquella compañía que ante los malos números arrastrados desde épocas anteriores y la hegemonía tiránica de Sony ni siquiera pudo dar un par de años más de aguante a su consola de 128  bits para mantener contentos a sus usuarios. No obstante, al reciclarse como third party siguió dando pie a algunos títulos de calidad como Total War, Yakuza o el descomunal F-Zero GX para su antaño enemiga nintendera.

Por su parte, Super Monkey Ball desprende un aroma a la SEGA que empezaba a despuntar en el mercado doméstico a finales de los 80, pero que sobre todo era una de las reinas indiscutibles de los salones recreativos, una compañía en la que por momentos se mezclaban ideas locuelas con forma de beat ‘em ups de patos con cabinets geniales como Outrun. Esta obra de SEGA Amusement Vision se enmarca en el primer grupo y nos propone el típico llegar de un punto A a un punto B pero con una vuelta de tuerca interesante: somos unos primates embutidos en una esfera de plástico a los que han soltado en una serie de recorridos, a cada cual más macabro y cabronazo y que por momentos nos harán parecer funambulistas mareados en un método de maltrato animal fácilmente denunciable por el PACMA.

super monkey ball game cube

Un mérito de este juego de Game Cube es que a pesar de cambiar la perspectiva, transmite a las mil maravillas las sensaciones que nos proporcionaba su más descarado antecesor: Marble Madness. El descontrol, el  vértigo al verte al borde de un precipicio y la desesperación ante lo puteante de algunos niveles siguen presentes en nuestros mandos y nos obligan a tener unos nervios de acero a la hora de encarar algunos desafíos. A ello hay que añadir el afán recolector de plátanos, los cuales nos proporcionarán unas más que necesarias vidas extra para intentar avanzar.

Super Monkey Ball vino a demostrar a inicios de este siglo que a pesar de las merecidas hostias que le había dado la vida, SEGA y sus estudios todavía tenían muchas cosas que demostrar, y lo mejor es que en este caso nos retrotrajo a sus orígenes gracias a un arcade tan fresco de planteamiento y ejecución como los cubatas que se toma Kirkis para desayunar cada mañana.

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