Otro post más sobre Dark Souls. Fuck you, hater.

Momentos Ilustres - Matar a Gwyn

Escrito por en Artículos - 18 enero, 2014

Dark Souls II sale en marzo y me he impuesto un ritual personal y algo absurdo para prepararme. Me he pasado Dark Souls otra vez y ahora lo tengo a medias en NG+. Mientras lo vuelvo a acabar, lo combino con otra partida a Demon’s Souls, que espero poder llevar también hasta NG+. Y como tengo que escribir sobre semejante proceso de castigo y masturbación, pues aquí estamos, ilustres. Una cosa tengo ya clara: pasarse la saga Souls de seguido debe ser lo más parecido a practicar la asfixia autoerótica, así por eso quiero que a partir de hoy me llaméis el David Carradine de la prensa del videojuego. DCDLPDV para abreviar. Bueno, a lo que iba.

Resulta que siempre he trampeado el jefe final de Dark Souls. Gwyn, Lord of Cinder, (Señor de la Ceniza si eres de los que juegan las cosas mal traducidas, aunque este no sea el caso). No es que haga trampas al uso, pero el juego tiene muchos fallitos y yo los aprovecho. Soy un firme creyente de que si el juego se puede jugar de una forma que no está pensada, es completamente lícito hacerlo. Eso que decían hace no muchos algunos desarrolladores medio gilipollas sobre que «es que están jugándolo mal» es tan estúpido que solo puedo insultarlos.

También trampeo la Hydra del lago y no lucho cara a cara con ella: me subo a unas piedras que hay así a la izquierda donde no puede golpearte bien (ni puedes caerte al fondo del lago en un error) y le corto las cabezas. También aprovecho los muros invisibles del juego para atacar a enemigos difíciles cuando su programación les dice «eh, aquí no puedes estar, retrocede», como ocurre con los gatos que rugen como los monstruos del Doom de Darkroot Basin. ¿Estoy jugando mal? Desde luego que no, porque me lo paso teta y me creo hasta listo por hacer estas cafradas. Si divierte, a mi me vale. «¿Entonces, ser campero no es malo, DCDLPDV?» Epetecán.

havel-set

Volviendo a Gwyn. Mi táctica para matarlo siempre fue la misma: set de Havel (a la izquierda de ustedes), el anillo de resistencia al fuego, la piromancia de Iron Flesh y un buen espadón a dos manos. ¿Cobarde? Puede. ¿Eficaz? Lo suficiente como para matarlo siempre a la primera y en cuatro ocasiones diferentes. Evidentemente, esto convierte la batalla contra el enemigo más poderoso del juego en una porquería vil y a mi en un pusilánime que destroza el final de su juego favorito de los últimos años. No pasa nada, la experiencia es lo que cuenta, el camino hasta ese final.

Bien, puesta vez he enmendado mi error. No es como si me sintiera culpable por lo que he hecho previamente. Me reafirmo en que si se puede hacer, es legítimo. No es como robar, donde evidentemente se perjudica a otro; sino como fumar de vez en cuando porque vas pedo: te gusta y el único perjudicado eres tú. Tonto. Pero en esta cuarta partida a Dark Souls quería probar algo diferente. Para empezar, escogí otra clase que no fuera el piromante, la centré en la destreza y probé a jugar con otras armas y desde el principio supe que quería matar a Gwyn a parrys, de modo que empleé toda la partida en practicar.

Y qué gustazo, oigan. Llegado el momento de matar a Gwyn, me resultó más fácil incluso que con la técnica chusca que usaba antes. Qué forma de avergonzar al juego y qué manera de burlarse de un enemigo tan poderoso. Ni me tocó. Como llevaba equipado el Target Shield, que amplía un poco el tiempo que tienes para ejecutar un parry correcto; y el Leo Ring, que aumenta un 40% el daño de los contraataques, me duró 6 golpes. Creo que lo pasé peor para matar al Capra Demon.

Fue ahí, victorioso e intacto, cuando me di cuenta de que había domado Dark Souls. Lo había convertido en mi putita, había invertido las tornas. El juego me había ridiculizado una y otra vez sin parar, sin piedad, y eso que era mi cuarta partida y me sabía de memoria la mayoría de sucesos. Pero ahora, por primera vez, le he devuelto la mirada a este demonio hecho programación y le he vencido en su propio juego.

Me he pasado Dark Souls, ahora puedo decirlo de verdad. He matado a Gwyn sin inmutarme, esperando a que él me atacara siempre para contestarle yo sin margen de reacción, sin fallar, sin una segunda oportunidad, llevándome su barra de energía por delante. En otras palabras, yo me he convertido en Dark Souls y él ha dejado de ser tal cosa. Casi diría que ese final donde tu personaje se hace la llama primigenia que defendía Gwyn es puramente simbólico y que es uno mismo el que está absorbiendo al juego para convertirse en ese ente imparable e inmisericorde.

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