Belleza, moda y opinión

Escrito por en Artículos - 9 abril, 2011

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Entre todas las sentencias que pretenden zanjar un debate, “para gustos, los colores” (o “sobre gustos no hay nada escrito”) es la peor de todas. Me enerva y entristece por igual, ya que niega la búsqueda del porqué y tira por la borda siglos de preguntas sobre lo que nos gusta y lo que nos deja de agradar. Desde tiempos inmemoriales, anteriores a la era de los grandes filósofos griegos, no hemos dejado de plantearnos por qué unas cosas nos gustan siempre y otras nos parecen de mal gusto desde un primer instante; por qué unas pasan de moda y otras perduran sin que el paso de los años les afecte; por qué nos mola más Milla Jovovich o Christina Hendricks que Carmele Marchante o Belén Esteban; por qué recordamos más el gol de Zidane ante el Bayern que el anotado por Raúl en el mismo partido; por qué nos empalmamos con Braid y no con Dragon Age II. Decir o escribir “para gustos los colores” es pegar una patada a todo eso; o al menos denota una total falta de interés por profundizar en el debate y por cultivar el gusto particular.

Yo tras escuchar la frase «para gustos los colores»

Sé que muchos consideran, a veces sin emplear la frase maldita, que la belleza es un tema complejo; que muta constantemente y varía según la cultura del lugar, las costumbres de la época y las modas. Permítanme que lo ponga en duda. Si esto fuese cierto, no habríamos hallado jamás ese acuerdo no escrito sobre todo aquello que ha generado un consenso casi total entre la humanidad a lo largo y ancho del tiempo; ya sea el rostro de la egipcia Nefertiti, Nighthawks de Edward Hopper, el jeto de Marlon Brando, el Taj-Mahal, las variaciones Goldberg de Glenn Gould, el jamón ibérico, el Barça de Guardiola, Sonic 2 o Super Mario Bros 3. Sí, puede que a más de uno (y de mil) estos y más ejemplos le desagraden; pero para el común de los mortales son lugares de encuentro casi imperecederos.

Otro cantar son las modas. Poseen un poder arrollador que nos esclaviza a todos sin excepción; y más a aquellos que presumen de estar liberados de ella. Esos obtienen ración doble; ya que actuar contra ellas tan sólo denota una mayor dependencia de la misma. Es decir, dejarte llevar por una moda esclaviza; pero enfrentarte a ella por sistema tan sólo demuestra lo preocupado que estás por no seguirla… y eso también conlleva una esclavitud, quizás todavía más lamentable. ¿Qué coño hacemos entonces? Si la sigues ciegamente eres un pringao’ y si la menosprecias también. En mi opinión, la única solución a este dilema es adoptar una postura crítica, objetiva y sin prejuicios que lastren tu opinión a lo burro. Esto no implica que la parte pasional que nos empuja hacia determinar nuestros gustos deba aparcarse. Todo lo contrario; debemos canalizar nuestra pasión para hallar el porqué de las cosas y entusiasmarnos (o no) con ellas; no para defenderlas o atacarlas sin cabeza en función de las preferencias que uno tenga a lo tonto por una determinada marca o tendencia, como si de una militancia o una secta se tratara.

En ocasiones, dejarse llevar por la opinión del rebaño suele llevar a situaciones como estas

En este aspecto, y me centro ya en nuestra temática favorita (tanto mono ha provocado que ahora me ande siempre por las ramas), se han visto y leído muchas tonterías sobre la tendencia casual que vivimos hoy en día. ¿Por qué perderse a Layton, Pee Monkey, Peegle y Tetris (por citar un ejemplo de casual game de otra época) por el mero hecho de pertenecer a una serie de juegos que son aceptados por una mayoría que hasta el momento no le unía ningún vínculo con el mundillo videojueguil? ¿Por qué, incluso cuando su pasión por los videojuegos es fugaz, considerar intrusos a estos nuevos jugones? ¿O por qué dilapidar Kinect sin haber explorado su capacidad; a veces sin ni siquiera haberlo probado? Lo mismo se podría decir de quienes renegamos de todo lo que se parezca a un FPS o nos cagamos en maldecimos la siguiente fotocopia de FIFA/PES sin darle una sola oportunidad.

Con lo bien que se lo pasan… ¿Por qué arruinar la diversión de estos venerables casual players?

Con esto no quiero defender la moda. Es ella, impulsada por nosotros y nuestros antepasados, quien ha arrasado con un trillón de artistas rematadamente geniales; convenciendo a la gran masa de que su estilo había quedado obsoleto. ¿Que lo pasado de moda es el colmo del mal gusto y el mal gusto es el buen gusto de la generación anterior? Y una mierda. La perspectiva que nos otorga el tiempo así lo demuestra. Al final prevalecen la calidad y los puntos que unen nuestras pasiones comunes. ¡Juguemos y preguntémonos y profundicemos en el por qué nos gusta o nos deja de gustar algo para después compartir y debatir nuestra primera opinión! No con el fin de convencer al otro, sino de ir construyendo conjuntamente un camino hacia la excelencia.

Flacas o poderosas, con tetas grandes o pequeñas, es cuestión de modas… y todas ellas molan

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