Retro Amor: Final Fight

Escrito por en Retro Amor - 29 octubre, 2012

Con el corazón en un puño más que con la cabeza digo que hoy vamos a recordar el mejor juego de hostias callejeras de todos los tiempos. Best of the best. Esto es así. Ya sabéis de qué pie calzo. Las cosas claras y el chocolate espeso. ¿Queréis saber por qué? Pues os iluminaré tras el salto.

Debía colaros esto en alguna parte

Pesa mucho el recuerdo. El del arcade, el de SNES y el de Mega CD. ¡Joder, qué grande esta última versión! De la recreativa diré que tuve la suerte de pasármelo del tirón a cambio de 25 pesetas en un bareto de mala muerte de la provincia de Tarragona. No porque de pezqueñín fuese un grandmaster de los videojuegos (en una escala de videojugadores pro, yo estaría en la sección petarder. Como ahora. Eso no ha cambiado) sino porque la recreativa estaba felizmente cascada y no hacía falta insertar más pasta para darle al «continue». Chollo games total. Pero ese no es el recuerdo que me motiva a escribir estas líneas. Aún me estremezco de placer cada vez que pienso en el subidón que me proporcionaba insertar el cartucho americano en mi extinta SNES. Debía ser una sensación parecida a la que ahora deben experimentar los zagales menores de edad que ahora le dan al UFC Undisputed 3 y se creen los más badass del distrito. Enchufar Final Fight te hacía sentir que podías resolver todos tus problemas a hostiazo limpio; salir a la calle y barrer el bordillo de la acera con las orejas de los típicos ‘joputas rastreros que robaban —desde hachis hasta la Game Boy, incluso kleenex si hacía falta— en los parques al anochecer.

Esa es la filosofía del yo contra el barrio. Un género que, por cierto, le debe mucho a The Warriors de Walter Hill, el filme que mejor ha plasmado eso de ir por la ciudad dando briza a tribus urbanas de todo tipo de género y color sin remordimiento alguno. Algún día deberemos rendir justicia y preparar un texto serio-serio sobre el juegaco para Playstation 2.

Sólo por la música de Barry De Vorzon merece ser considerada como la mejor intro de la historia

En fin, dejémonos de pataletas nostálgicas y analicemos porqué éste y no Double Dragon, Streets of Rage 2, cualquier Kunio Kun, el impagable Ninja Baseball Batman u otros más zafios como Rival Turf y Brawl Brothers, es el mejor beat’em up de todos los tiempos. Al fin y al cabo, como la mayoría, consistía en avanzar hacia la izquierda y machacar un par de botones sin compasión ni remisión. La respuesta la podemos hallar en el incuestionable carisma de sus personajes. Aún faltando el pseudo ninja Guy, nos quedaba el clon de Axel de Streets of Rage y el brutérrimo Haggar. Eso por no mencionar a la pandilla de tarados que constituía Mad Gear. Sólo a Capcom se le podía ocurrir bautizar a un atajo de kinkis degenerados pervirtiendo con locura el nombre de una consola portátil de Sega.

¡Amenicemos el texto!

Pero ante todo estaba Mike Haggar. Él: el alcalde con el que todos soñamos. Joder… es muy grande que secuestren a la hija del alcalde y sea él mismo quien se cepille a toda la chusma de la City, en vez de contratar a un grupo de sicarios de la Cochabamba (que nadie se ofenda, ahora mismo tenía en mente Scarface). ¡Un alcalde que además es luchador profesional de Wrestling! ¡Una triple fusión dragonballiana perfecta de Rudolph Giuliani, Charles Bronson y el Sargento Slaughter y/o Jesse Ventura!

Martinete clásico

Crapcom, tu antes molabas. Molaba incluso la censura propia de la «Super Family Computer». Eso de convertir a Poison y a Roxy —dos wannabe pivones— en Billy y Sid —dos medio hombres con cresta verde a lo Desia— también fue un puntazo. ¿Y qué me decís de los Andore Bros? Fans fatales de Village People aderezados con un toque siniestro a lo Jaws (o más bien André el gigante, para ser justos con su fuente de inspiración real). Eso sí que acojonaba y empalmaba a partes iguales. Por allí pulalaban también peña tan creepy y circense-can flauta como El Gado y Holly Wood (ese nombre me suena a «Holly se lo monta en Hollywood», el porno de ficción que ideó Brian De Palma para la locuela e injustamente infravalorada Doble cuerpo) Nota: feo que lo diga yo, pero creo que este es mi mejor artículo desde que estoy en EPI. Acabo de colar a De Palma dos veces, y van tres, en un mismo texto. Gloryhole!

Esa plantilla de barriobajeros era muy jrande. ¡Dios, incluso estaban los Guns ‘n Roses! Que jodidos eran entonces los de Capcom. Colar en un juego a Slash y a Axl para meterles frostias como panes vale tanto como un trillón de Colofón diutis. Incluso tuvieron el detallazo de añadirles unas botas a lo Midnight Cowboy y abrirle la chupa de cuero en plan pecho palomo. Darkside of the Force en rama. Por no hablar de los punkies J y Two P, que lucían dos bombers XL de malote ósom con las letras Bad y un dragón en la espalda, respectivamente. Y claro, no podía faltar el típico zampabollos como Big Bull; imprescindible para cualquier yo contra el barrio que aspirase a ser algo en el gran orden universal de las cosas. Tal vez Jake y similares fuesen los más flojos de todos en cuanto a concepto. Debían ser a los que toda la chupi pandi les daba por saco mientras no se dedicaban al saqueo y a la denigración de la especie humana. Mad Gear molaba a dolor.

«Los moradores de las arenas avanzan siempre en hilera para ocultar su número»

Toca dar repaso a los final bosses. Lo mejor para el final, like always. Teníamos a Damnd o Trasher (así se llamaba el de mi versión remolona), una aberración de Hulk Hogan pero medio nigga y con lupas de sol de la baja California; lo que le otorgaba un sutil toque de distinción entre tanta purria. En la segunda fase, cercana al inframundo de Metro City, nos topábamos con un ring y sobre él al insufrible pero chiripitifláutico Sodom o Katana (en este caso y por razones obvias, el nombre arcade le daba mil vueltas y media al del cartucho yanki de SNES); un cruce imposible de samurai, pro-wrestler y Iron Man sin duracel que a la postre se convertiría en uno de los buques insignia de la compañía de las hostias por excelencia de la década de los 90.

Real Life: Final Saturday Night Fight. ESTÁ PASANDO.

El siguiente de la lista, otro más cuyas raíces encontraremos si ahondamos en lo más oscuro del Pressing Catch, era Eddie E. Algo así como el Poli Loco, pero con pipa y mucho más salero. No hay nada más sano y que te deje más a gusto que calzarle piñacos de poder a un agente de la ley corrupto (bueno sí, a un político corrupto). Rolento, al que veríamos años más tarde junto a Cody, Haggar y Sodom en la gloriosa serie de Street Fighter Alpha, quizás era el más respetable de todos. Granadas, formación para-militar y una boina roja con la que no hay huevos para salir a la calle. Mucha clase. ¿Y Abigaíl? Hay que tener big balls para ponerle el nombre de un culebrón venezolano a un bicharraco como aquel; que, lejos de parecerse a Catherine Fulop, se asemejaba más a Gene Simmons pero ciego de esteroides y sin lengua rollo boomer kilométrico.

Benditas bonus stages; aplastar bugas formaba parte de nuestra diversión

Y así, como quien no quiere la cosa, llegábamos al líder de todos estos perros: Horace Belger. Había que ser muy furcio sucio para diseñar a un Final Boss que simulaba una paraplejia para después ensartarnos por sorpresa como a una sardina malagueña. El muy cabrón incluso empleaba como escudo humano a la buena de Jessica; hija de Haggar, cani de profesión y candidata a concursar en el Metro City Shore. Lo digo una vez más: Capcom, por todo esto y mucho más, tú antes molabas. Os dejo con un pequeño plagio homenaje a Vice.




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