Momentos ilustres III - Red Dead Redemption

Escrito por en Artículos - 5 septiembre, 2012

Disclaimer: quien no se haya pasado el juego no entenderá nada de este texto.

No puedo creer que esto haya acabado. Por fin. He recorrido esta tierra baldía reviviendo tiempos que ya creía olvidados, he vuelto a las andadas, he vuelto a disparar y a acabar con la vida de un hombre, de muchos; y no podía imaginar que esto tuviera fin. No hay finales buenos para los tipos como yo. Pensé que esto acabaría conmigo, que no volvería a ver a Jack ni a Abigail. Pero aquí estoy, cabalgando a casa, de vuelta. Quiero creer que de vuelta para siempre.

He atravesado fronteras que no conocía ni comprendía para cumplir una misión que siquiera me correspondía. Una causa sucia en la que no creíamos ni yo ni esos cerdos del Gobierno que me tendieron la trampa. Malditos sean. Malditos sus métodos y sus trucos sucios y su poder y su ambición y su desvergüenza. No sé cómo he salido de esta sin más marcas que la de aquel escopetazo que busqué tan a la desesperada. Un solo disparo fue suficiente para que reaccionara, pero he necesitado muchas más balas para llegar hasta aquí… No echaré de menos esa sensación, ese mundo que se detiene y se torna del color de la sangre cuando disparo.

Porque estoy agotado. No sé cómo tengo fuerzas para seguir cabalgando. Parece que mi caballo tampoco las tiene. La nieve me ciega y el camino es más tortuoso y retorcido de lo que recuerdo. No puedo contar las millas que he recorrido ni las horas que he empleado para llegar aquí, para matar a Dutch, para ver cómo se despeñaba por una ladera helada. Oigo a los lobos acechando, a los caballos salvajes pastando, como si el tiempo fuera ajenos a ellos. Yo he pasado días sin dormir ni descansar mientras ellos han vivido impasibles a todo lo que ocurría. El mundo ha seguido adelante sin importarle si moría o vivía, y desde luego a nadie le importa que matara o no a ese viejo canalla. Somos simples personajes en una historia que no manejamos. Y quienes la manejan no tienen compasión.

Levanto la vista y por fin veo el horizonte, casi infinito. Este país se está convirtiendo en algo que no comprendo. No sé hacia donde marcha, pero sé que no puedo confiar en esos hombres enfundados en ropas incómodas, que disparan desde vehículos en marcha y sin mirar a los ojos al hombre que matan. Ese camino solo lleva al vicio. Yo mismo lo he sentido en mi piel y no es para los hombres como yo. Ya no queda sitio para quienes cabalgamos apreciando el camino que queda por delante con la esperanza de encontrar un sitio al que llegar.

Doy gracias a Dios por haber encontrado este lugar, este refugio, y haber salvado a mis seres queridos, aunque para ello haya tenido que dar muerte a mis semejantes, a mis viejos compañeros y hermanos. Mi pasado tenía que ser borrado para que encontrara esta redención. Y ya no me importa que esté bañada en el rojo de los muertos.

Solo espero, pido, que este futuro dure más que este atardecer. Ojalá los muertos que dejo atrás no me persigan en vida, porque sé que lo harán en la muerte. Pero todavía me falta para eso, necesito creer que aún tengo tiempo por delante. Veo por fin el rancho y solo pienso en la mañana y en disfrutar con quienes me esperan. Enseñar a Jack todo lo que sé, a que se valga por sí mismo y a evitar que siga mis pasos; dormir una vez más al lado de Abigail, soltar estas pistolas que tanto me pesan en la cintura, quizá comprar más reses para el invierno.

Y aún así, no puedo quitarme de la cabeza que algo falla, que algo va a pasar. Solo espero que sean los miedos de un hombre cansado que ya no pertenece a este mundo…

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