Muerte por videojuego

Escrito por en Artículos - 5 agosto, 2011

Que (desgraciadamente) no por quiqui. Los videojuegos siempre han estado en el punto de mira del vertedero sensacionalista que crean los grandes medios. Si un chaval castaño y con katana mata a sus padres, es porque el emo de Squall en Final Fantasy VIII le influenció y le lavó el cerebro desde la pantalla. Sí, los casos de violencia son los más llamativos y los que más ríos de tinta y de sangre (tutumchasss) hacen correr a la hora de rellenar informativos con mierda; pero hay otra vertiente crítica menos explotada en el amarillismo español: la relacionada con los problemas de salud y adicción que generan los videojuegos.

Hace poco veíamos como un tipo cuya vida social se alimentaba de personajes poligonales de Halo, moría tras pasarse sus buenas horas jugando a la Xbox. El rotativo inglés The Sun, ni corto, ni perezoso, pero con mucha gilipollez a sus espaldas, dedicó su portada a tan trágico suceso acusando a la consola de Microsoft de causar la muerte al chaval.

Ya que la carnaza de los ataques epilépticos se ha agotado, hay que recurrir a otras cosas. Chris, veinteañero, jugador, al parecer llevaba una vida bastante sedentaria y poco aconsejable según los cánones que nos venden día sí y día también a la hora de llevar una vida sana. Murió por una trombosis de caballo supuestamente infringida por los jueguicos: por lo visto el chaval se pasaba sus horas apoltronado en su sofá jugando a saco. ¿Estaríamos hablando de esto si el sujeto en cuestión viese demasiado cine en vez de jugar a videojuegos? ¿Os imagináis una portada de The Sun diciendo «Muerte por Tarantino»? No, porque eso supondría cavar la tumba de un periódico importante en el panorama británico.

Game4life, esa campaña.

El caso es que aunque en nuestro país todavía no podemos ver iniciativas de este estilo (o al menos no tienen tanta fuerza), en el año 2009, en Reino Unido, se lanzó una campaña cuyo eslogan es el que podéis ver en la imagen, que traducido patateramente viene a decir algo así como «arriésgate a una muerte prematura, no hagas nada». Abajo, en un alarde de megatrollismo camuflado, se alerta del riesgo de padecer diabetes o cáncer en la edad adulta por mucho que los niños se vean saludables durante su periodo infantil. Su conjunción con la imagen es la leche.

No se alerta de que realmente los videojuegos no sean la causa directa de dichas enfermedades, sino el estar tumbado en el sofá todo el día en vez salir a jugar al  parque. A su vez, no se indica que los videojuegos, en su justa medida, son beneficiosos para el ser humano. Hay estudios que demuestran la mejora en los reflejos, la creatividad o en nuestras capacidades de visualización espacial. Hasta hace relativamente poco tiempo no he visto noticias (marginadas, cortas y al final de los telediarios) en determinados canales hablando de las virtudes de nuestro hobby; aparte quedan las noticias pagadas que sirven como  publicidad para determinados juegos en los que no se ve ni una puñetera imagen in-game.

Ahora imaginen que están en un hospital de Manchester, que tienen 53 años y que no tienen ni puñetera idea de jueguicos. Ven ese cartel, lo procesan y su desinformada  mente lo acepta como válido. A nosotros, en el fondo, nos la pela lo que nos digan los gobiernos y las asociaciones a las que subvencionan: al estar el 99% de nuestras cabezas de acuerdo en que son todo gilipolleces, tras hacer la revolución por la web durante un cuarto de hora, apagamos el ordenador y nos vamos a sobar. Sin embargo, la robotizada sociedad no es así, con las informaciones que recibe, estigmatiza nuestra afición y nos tilda de frikis, raritos y viciaos.  La palabra en negrita es una manera de decir «adicto» según en qué contexto, ya saben.

Adicción.

Mi hermano es (más o menos) un engancheta del World of Warcraft. Antes ya le dio caña a OGame y a otros MMORPGs de distinta calaña.  Es cierto que el cabrón podría estudiar más en vez de llevarse dos o tres  horas al día delante de la pantalla leveleando de manera absurda a su personaje, pero no lo hace. Estudia lo que él cree conveniente (al fin y al cabo, es un estudiante normal, que aprueba más que suspende) y juega sus horitas; sin embargo, mi padre, cada vez que llega un 4 a casa le echa la culpa a los «videojuegos y al ordenador», ya que «está viciao a ellos todo el puto día».

Lo cierto es que sabemos que dos o tres horas no son para tanto, ya que hay gente que es capaz de llevarse mucho más tiempo delante de su consola u ordenador, pero creo que se entiende lo que quiero decir: la culpa siempre es del vicio.

¿Existe la adicción a los videojuegos? ¿Exageran los medios?

adicción.

(Del lat. addictĭo, -ōnis).

1. f. Hábito de quien se deja dominar por el uso de alguna o algunas drogas tóxicas, o por la afición desmedida a ciertos juegos.

Esa es la primera definición que nos da el DRAE. ¿Son los videojugadores que se pasan las horas dándole al tema «adictos»? ¿Nos dejamos dominar por ellos? ¿Somos dependientes de los dispositivo de juegos y de una pantalla?

Lo cierto es que conozco a varias personas que, según mi criterio, se exceden a la hora de jugar. Sin embargo y exagerando un poco, cuando veo a los sujetos en cuestión no vienen cabizbajos y con ojeras preguntándome por lo bajini si tengo en casa un poco de su droga; creo que se entiende lo que quiero decir: no hay «dependencia». A pesar de ello, desgraciadamente los videojuegos vienen a ocupar en mayor o menor medida el estatus como blanco fácil que poseían los juegos de rol hace unos cuantos años. Noticias como la de The Sun, escritas desde el desconocimiento que provoca la búsqueda de carnaza gratuíta, ya hasta indican que una consola es capaz de matar a una persona.

A pesar de ello, sería una estupidez negar que hay jugadores compulsivos y que, según qué mentes pensantes y baremos, podrían llegar a ser tratados como «adictos». Con todo, algunos presentan problemas de tipo depresivo, obsesivo o directamente de «enzarpamiento brudical», ¿he escuchado a alguien al fondo pronunciando las palabras «niño alemán»? Son estos casos los que gustan a los mass media y al público en general.

Lo que no se investiga es si esos jugadores tienen problemas en sus vidas, agravándose el asunto si el sujeto es un niño que sufre en casa, en el colegio o donde sea, buscando en los juegos un refugio en el cual evadirse del mundo que (quizás) les putee enormemente, teniendo así un «lugar» que les permite expresarse a su antojo. Todo esto podría traspasarse a personas adultas. No por ser más grande se van a tener menos problemas, es más, seguramente estos serán peores que los de muchos niños «viciados»… pero claro, para qué vamos a indagar en las verdaderas causas si no hay amarillismo de por medio. Si una Xbox no es la verdadera asesina, no es noticia. Si no hay información absurda y grotesca, no se vende un carajo.

Si la sociedad persiste en su idea de malinformarse al respecto, nos seguiremos yendo a la juarcor-mierda… al menos hasta que aparezca otra forma de expresión que nos reemplace en el basurómetro de la información.

Mercadillo Digital Vol. 42

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