Retro Amor: Rampage

Escrito por en Retro Amor - 23 junio, 2011

Desde pequeño he sentido cierta adoración por las películas de monstruos que destruyen ciudades. Aplastar edificios de cartón piedra mientras muges ruges me parecía un ideal de diversión y, quizás por ello, además de la candidez y la inocencia, el Galious niño también llevaba dentro un pequeño gran monstruo dispuesto a destruir y aniquilar a las criaturas más débiles. Una excursión al campo sacaba mi lado más godzilesco mientras meaba en los hormigueros, aplastaba escarabajos y orugas, arrancaba las alas a las moscas o tiraba piedras a un avispero. Unos años más tarde, cuando ya casi había olvidado ese instinto destructor, descubrí Rampage y pudo volver a aflorar, esta vez sin consecuencias para los insectos de mi alrededor.

Creo que nadie va a discutir que Rampage es un juego que forma parte de la Historia de los videojuegos, de esos que todo el mundo reconoce y son pocos los que no le han echado alguna que otra partidilla, sea en el Arcade original, en cualquiera de sus múltiples adaptaciones (yo exprimí la versión para Sega Master System) o vía emulador.

Esas entrañables portadas a cuadritos

Por si hay algún despistado, explicaré que en Rampage somos un monstruo. Uno de los grandes, de los malos, de los que come gente y nuestro objetivo (y fuente de diversión) es destruir edificios mientras somos importunados por débiles y enclenques soldaditos a los que podremos aplastar como si de miserables insectos de jardín se tratara.

Desde aquí, las personas se ven como hormigas. ¡¡Pisoteémoslas como tales!!

No estamos ante un caso de “la maldición Bubble Bobble en el que nuestro propósito último será librarnos de la maldición o encontrar la cura para recuperar la forma humana; queda muy poco de humano en George (el simio destructor), Lizzie (la bella lagartija) y Ralph (el huargo gigante). De hecho, volver a la forma humana supone la derrota y ver como esa criatura aterradora se transforma en un pequeño ser que intenta salir de la pantalla cubriéndose los genitales. Humillante, más aún sabiendo que ese pequeño despojo humano puede ser engullido por el que hasta entonces era nuestro aliado en esa vorágine de destrucción.

Ni en el cine porno veremos un trío más monstruoso

En el primer Rampage recorríamos los Estados Unidos en una orgía de escombros, escalando y demoliendo los edificios con nuestros puños, devorando a sus habitantes para reponer energía. El ahora no tan todopoderoso ejército de los EEUU intentará ponernos las cosas difíciles con tropas, tanques y helicópteros, pero poco podrán hacer frente al trío de bestias colosales de Rampage.

Modificando el Skyline a guantazo limpio

Porque, como la mayoría de clásicos, mucha parte de la gracia de Rampage consiste en jugarlo en compañía. No solo por el bien común, sino también por el “fuego amigo”, las batallas desencadenadas tras el “Hey, ¡me has pegado!” y posterior devolución de ese puñetazo, fuera fortuíto o no, al compañero que desembocan en una ensalada de hostias que ríete tú de las películas de Godzilla VS. King Kong. ¡Qué sería de los juegos Arcade sin poder pegarnos entre colegas!

Mirad que HAMOROSA era la versión para Atari 7800!!

Como suele pasar con demasiada frecuencia últimamente, tal como pasó con Gauntlet, la memoria de Rampage ha sido brutalmente violada por unos juegos bastante mediocres que utilizan los recuerdos de una generación para vender más copias. Me bastó con invertir unos minutos a Rampage Total Destruction de PS2 para que mis ansias de destrucción cambiaran de objetivo: ya no quería destruir los polígonos en forma de casitas del juego sino las oficinas centrales de Midway por ensuciar así la memoria de uno de los grandes. Menos mal que no me convierto en monstruo cuando me cabreo, porque si no…

¡Hacedme un sitio, que voy!

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