El bueno, el indie y el malo

Escrito por en Artículos - 28 agosto, 2013

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El tema de los videojuegos independientes empieza a tocarme los cojones. Hace tan solo una generación, cuando todos teníamos una Playstation 2 en el salón de casa y unos pocos nos veíamos obligados a instalar un molesto programa llamado Steam para jugar a Half-Life 2, la gran mayoría de videojugadores no sabía lo que era un «juego indie». Haberlos, por supuesto, los había. Los teníamos totalmente gratuitos y de código abierto, con auténticas joyas como FreeCiv o TORCs; y de pago como el nunca suficientemente alabado King of Dragon Pass. El único problema es que no tenían una mierda de visibilidad, por lo que sin el apoyo de las consabidas distribuidoras, era prácticamente imposible saber de su existencia. Esto, por suerte, cambio. Con el crecimiento de ese tal Steam y el auge general de los servicios de distribución digital, los videojuegos independientes pudieron estar por primera vez en el escaparate. Y eso está bien.

El problema, y es lo que me hace estar hasta las pelotas del mero concepto de «videojuego independiente», es que hoy en día esa palabra ha perdido cualquier posible significado que antaño pudiese tener. Hace no tantos años, cuando pensaba en un juego «indie», a la cabeza me venía un (hipotético) título desarrollado por uno o dos señores, en el salón de su casa, sin financiación externa, por amor al arte, y porque habían tenido una idea que pensaban merecía la pena transmitir. Hoy un videojuego independiente es cualquier cosa. Hoy, los videojuegos independientes tienen su propia categoría en Steam y GOG al lado del resto de géneros. Por algún motivo, en los medios de distribución digital más importantes, «indie» es un género más que se codea con los más clásicos «aventura» y «rol». Y no lo entiendo.

La idea de catalogar los videojuegos por género es facilitarle la vida al que va buscando algo específico que sea de su agrado. Es decir, a mí, que me gustan los juegos de rol, esa división por categorías me brinda un acceso rápido y directo a un surtido de juegos de mi interés. No entiendo, pues, por qué demonios «indie» está ahí. ¿Hay alguien a quien le guste más un tipo de videojuegos solo por el mero hecho de estar desarrollados por un señor barbudo en lugar de por una veintena de pavos bien pagados? Puedo entender esta categoría travestida desde un punto meramente publicitario y comercial para los títulos allí englobados, pero dejo de entenderlo todo en cuanto echo un vistazo al escaparate virtual. Títulos desarrollados por más de una docena de personas con precios superiores a los treinta euros aparecen al lado de otros desarrollados por un señor en sus ratos libres. Videojuegos desarrollados por empresas consagradas comparten estantería virtual con otros tantos financiados a través de campañas de Kickstarter por valor de cientos de miles de dólares. Y todo es «indie». Y me jode.

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Me jode porque esta masificación obscena del concepto «indie» tiene más de estrategia de marketing que otra cosa. Una estrategia que, si se me permite, perjudica bastante más al «título desarrollado por uno o dos señores, en el salón de su casa, sin financiación externa, por amor al arte, porque habían tenido una idea que merecía la pena transmitir» que al Journey de turno. Y esto es una putada, porque para empezar, resulta muy problemático trazar una línea que separe a los «indies» de los «no indies». ¿Cuál es el máximo número de desarrolladores que puede tener un juego «indie»? ¿Cuatro? ¿Siete? ¿Doce? ¿Cuánto presupuesto puede tener como máximo un juego «indie»? ¿Mil euros? ¿Cien mil? ¿Dos millones? Podríamos hacer muchas más preguntas para acotar el ideal de juego independiente, pero todas las respuestas serían igual de absurdas, porque la realidad es que, entre unos y otros, nos hemos cargado el concepto.

Hoy en día, que te digan que un videojuego es «independiente» es exactamente igual a que no te digan absolutamente nada. O lo que es lo mismo, hemos conseguido que un concepto relativamente bien definido, como es «indie», pase a ser tan vago como el del resto de «géneros de videojuegos» con los que al parecer se equipara. Cuando me dicen que un juego es un «RPG» no sé exactamente qué esperar: si un Alpha Protocol, un Baldur’s Gate o incluso un Borderlands 2. Con «indie» ahora ocurre eso mismo pero a lo bestia. Hasta hace bien poco «indie» era una palabra bonita que identificaba a una serie de videojuegos que apostaban por algo distinto o que, pese a las adversidades, eran capaces de ofrecer una experiencia de juego interesante (buena o no ya es otra cosa). «Indie» ahora ya no quiere decir nada.

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