Viva el rey de los pedos

Retro Amor: Super Mario Land 3 - Wario Land

Escrito por en Retro Amor - 18 julio, 2012

Wario Land

¿Qué tal si hablamos de un juego de pedos? Porque la banda sonora de Wario Land estaba compuesta en muchos casos de eso: sonidos muy parecidos a flatulencias. Claro, normal: Wario tenía más pinta de ser el hermano pedorro de Mario que su enemigo secundario o su lado oscuro. Pero eh, resulta que el cabrón sabía liarse buenas fiestas y metió un par de cosas que mejoraron el mundo de los Mario que le hicieron mucho bien, por mucho que a él le joda reconocerlo. El orgullo italiano, ya sabéis.

Pero mejor sigo con lo de los pedos. Decidme que no es cierto que son pedos, joder, que no suenan como pedorretas de estas que hacías de niño cuando estabas aburrido o te sudaba el brazo.

El encanto de Wario no termina aquí ni mucho menos. El tío era un innovador, aunque también era un crápula, un gordo muy sucio, con un bigote a lo Dalí pero peor, un Torrente que se dedica a pegar golpes con el hombro a los enemigos o a aplastaros con su puto culo. EL CULETAZO. Sí, Yoshi no inventó este gracioso movimiento, lo hizo Wario y sus posaderas de grasa solidificada, porque hay que tener el culo como una roca para romper bloques de hormingón, coño. El tío pasaría por un irlandés borracho sino fuera porque es italiano, como Mario, lo cual le da una gracia añadida según Japón, váyase usted a saber por qué, yo nunca lo entendí.

Resulta que lo de pegar hostias con el hombro, además de ser muy viril y primario, muy «VILMA, ÁBREME LA PUERTA O ME FOLLO AL DINOSAURIO, QUE VOY CON LA DE MEAR«, era bastante divertido. Acostumbrados a los saltitos y las flores de fuego de Mario, era algo diferente y entretenido, aunque de crío solo piensas que estás dando hostias con el personaje y te dedicas a reventar todo lo que tienes delante. Podría ser cochina y obscena, por aquello de sacudir con el culo o con el hombro, pero era innovación al fin y al cabo.

Además el cabrón tenía una faceta de inventor, muy Nikola Tesla, que se las traía. ¿Un gorro de cocodrilo que echa fuego? «TAKE’A THIS, BITCH» ¿Unas orejas de conejo que vuelan? «NOU SHIT«. ¿¡¡Un casco de vikingo para repartir estopa más fuerte todavía si cabe!!? «SUCK’A MY DICK’A, MARIO«. Imaginaos el acento italiano todo el rato, que es importante para ver la gracia a un gordo demente loco por inventos del diablo. Claro que luego te sacuden los enemigos, pierdes la gorra y terminas como un esmirriado incapaz de romper paredes.

Y encima el cabrón estaba bizco

Pero eh, eso era las menos veces, porque este hombre era un tipo duro. No sufría daños al chocarse con los enemigos. A menos que estos tuvieran armas puntiagudas, o muy mala hostia, porque en general, los pobres insectos inferiores se chocaban con la barriga de Wario y se daban la vuelta espantados de miedo con tan mala suerte que nuestro amigo los cogía y los reventaba de un golpe contra la superficie más cercana. «Que se joda Mario» debía pensar cada vez que pasaba esto. Que el juego llevara el subtítulo «Super Mario Land 3» no ayudaba a su autoestima, así que esto debía ser su puta vía de escape: «I’MA STRONGER, MARIO, I’MA BAD MOTHER FUCKER»

Y también un cerdo como pocos, egoísta y vil, porque todo este desfile de porquería y cojones toreros tenía además un componente capitalista más obsceno si cabe que el propio personaje. La motivación de Wario es conseguir pasta para dar envidia a Mario, como sea, asaltando un mapamundi completo y cargándose enemigos a porrillo. Una competición de rabos a lo capitalista. Pero como el tío es un sobrao, podía tirar tranquilamente las monedas como arma arrojadiza. «SHUT’A UP AND’A TAKE MY MONEY, BITCH«.

Esto sí que es un mapa: playa, una montaña con platillo volante, un árbol tenedor y una fortaleza con forma de calavera

Sigo, que aún me queda. ¿Hablamos de escenarios? Muy variados, con varias alturas, difíciles de cojones, con un orden lineal, con cambios según avanzaba el jugeo y con secretos y recoleción de objetos que luego se incluirían en los demás Mario. Y ojo, cuidao con esos objetos secretos, que sirven para obtener el mejor final posible ¿Cómo, finales diferentes? Pues claro, y ninguno «bueno», porque todos dependían de lo egoísta y ambicioso que hubiera sido el gordo cabrón este: a más tesoros, más pasta y a más pasta, un final con un castillo más grande si cabe. ¿He dicho castillo? Si conseguías el máximo de dinero del juego, ¡ponían tu cara en la luna! ¡En la puta luna! Y tú ahí, sin oxígente ni hostias.

Ahí queda eso. Viva Wario, un personaje para críos diseñado con muy malas cualidades en mente, pero cuyo videojuego era más entretenido, largo, variado y gracioso que cualquier contemporáneo. Hasta que salió Wario Land II, claro, pero de esto ya hablo otro día.

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