Retro Amor: Bubba 'n' Stix

Escrito por en Retro Amor - 12 abril, 2012

¿Recordáis las aventuras gráficas de antaño? ¿Esas tardes con aquellos píxeles estáticos buscándole el uso a un pollo con polea? ¿Quebrándonos la cabeza porque no funcionaba el código de la puerta del primer piso de la mansión que nos había copiado un colega en un papel?

Yo no, porque en mi casa lo mas moderno que había era un radiocasete de doble pletina. Por eso cuando por fin se decidieron a meter algo de ocio interactivo en mi hogar fue ya en los tiempos de Mega Drive y un servidor, a diferencia del resto, no ha crecido entre piratas, monjes de la abadía o disquetes con esparadrapo, no, lo ha hecho entre erizos que saltaban, chapas que saltaban, conejos que saltaban y ranas que saltaban, golpeaban, se transformaban y sobre todo morían cincuenta millones de veces haciendo que tu cartucho también saltara directo contra la pared (premio al que adivine que juego no llegue a pasarme en mi vida).

Por eso quizás evoco con un cariño especial el primer juego que me hizo comerme el coco más allá del ColumnszZzZz. Aún recuerdo como conocí su existencia. Televisor en centro comercial con una Mega Drive enchufada y un niño con déficit de atención jugando mientras sus padres eran libres y felices antes de volver a por él, si es que lo hacían. Recuerdo mirar la pantalla y pensar alucinado “¡Guauuu! Si parecen dibujos animados”. En aquel momento me quedé solo con el titulo. Bueno, mas o menos, ya que por aquel entonces mi inglés era similar al de Emilio Botín.


Mapa general del juego indicando la posición exacta de “Las 3000 viviendas”

Bubba ‘n’ Stix se llamaba aquello y lo que de primeras me pareció un juego de plataformas más con unos gráficos “mu reshulones” para aquel entonces, me sorprendió gratamente cuando me lo regalaron mis padr… los Reyes magos (casi os jodo la Navidad). La historia es más simple que un análisis de Gamboi (muajaja, es broma, en el fondo abisal te aprecio). Un paleto es secuestrado por un alien como si un animal de zoo se tratase. Retenido en la nave conoce a un extraterrestre con forma de falo palo, Stix, y ambos escapan, acabando en un planeta extraterrestre.

El desarrollo del juego me pareció bastante extraño. Si en otros títulos todo bicho que aparecía en pantalla tenia como propósito en la vida morir aplastado a tus pies, en este nunca sabes que enemigo es vulnerable, cual intocable y cual debes usar como ayuda. ¿Y cómo lo averiguabas? Te acercas, te mata, te cagas en el programador y ya sabes de que tipo es.

Bubba empieza ya desde el primer nivel en un mundo lleno de extraterrestres y seres de todo tipo de los cuales no sabemos nada, ni como reaccionan ante nosotros o ante Stix. No sabemos que características tienen, si son elásticos, pesados, si se comen a otros, si se inflan… Todo esto lo tenemos que descubrir y eso es parte del encanto del juego. Nos encontramos ante un reto que es el propio mundo en si, donde muchas veces la lógica no tiene excesivo sentido pero donde, sin estrujarnos las meninges, no vamos a avanzar mas de dos pasos. Estamos tan perdidos, agobiados y confusos como el protagonista y este «logro» muchas veces no es conseguido ni de lejos por aventuras graficas con 400 objetos en el inventario.


Si ves un agujero, lo primero es taparlo con algo rojo, cilíndrico y con pelos, y moverlo como un loco. De niño lo hacia mas que ahora…

La mecánica parece sencilla. Bubba solo tiene a Stix y puede usarlo como apoyo, para golpear palancas con él o para lanzarlo. Con solo estas tres acciones tenemos una cantidad de puzles enormes repartidos por cinco mundos muy diferenciados, algunos de ellos de una maldad que, en tiempos donde no existía “internete”, hacian que te llevaras horas y horas golpeando con el pobre palo hasta las paredes. Esto hacia que fuera tremendamente satisfactorio lograr salir de un entuerto… hasta que caías en el siguiente. A pesar de ser un juego bastante corto, era normal acabar apagando la consola atascado en el punto “x” hasta que volvieramos a darle otra oportunidad. Gracias a Dios, el juego tiene passwords. Benditos sean.

Pero no solo los puzles son motivo de atascos. El juego es difícil, mucho. A pesar de tener que recibir seis impactos para perder una vida, las ostias volaban. Cualquier cosa puede hacerte daño y cualquier momento es bueno para que te caiga una piedra en la cabeza o aparezca un pez y te perfore el huevo izquierdo. Y no hablemos de la última fase y su enemigo final, si os gustaba tener que aprenderos patrones con con los enemigos de los Contra, este hará las delicias de todos ya que cambia más de cinco veces y aun sabiéndolo costaba Dios y ayuda.


Un indefenso Mosso de Escuadra pide amablemente a un violento perroflauta que se ponga los zapatos

En este punto, uno se puede preguntar como se le puede tener cariño a un juego que te putea tanto. Seguramente sea por el gran sentido del humor que desprende, desde los extraños escenarios a cada ser que lo habita pasando por una banda sonora más propia de los slapsticks. Un servidor recuerda especialmente uno de esos “puzles” compuesto por dos extraterrestres que estaban cotorreando, que en cuanto te acercabas se callaban y se quedaban mirándote esperando a que te volvieras a alejar, como si te estuviesen poniendo a caldo. Simplemente es un juego que mantiene una sonrisa en tu cara durante casi toda la partida.

Este es mi homenaje personal a un gran olvidado de los top ten de la consola. Y a un género que hasta que jugué a Braid o Limbo en esta generación eché de menos.

Be Mine 2, nuevo bundle

King of Dragon Pass