Ilustres finales vol. VI

Escrito por en Artículos - 21 febrero, 2012

Hay pocos finales que puedan resultar tan previsibles como los que se suelen dar en los títulos deportivos. Es más, entiendo que pueda sonar a broma de mal gusto que dos de los seis finales ilustres realizados hasta la fecha (repasad esta maravilla) pertenezcan a este género. Impulsados por ese horripilante aunque a la vez comprensible afán por simular los eventos reales, la mayoría de ellos repiten la ya canónica ceremonia de entrega de premios;  ya sea copa, ensaladera o medalla, en un podio rodeado de bellezones o sobre una plataforma agasajado por los gordopilos tragones de la UEFA o del COI… Todas ellas escenas de júbilo robótico carente de toda chispa de vida que no justifican el largo camino recorrido. Pero hay excepciones. Super Soccer, el representante balompédico de aquella espatarrante primera oleada de títulos para El Cerebro de la Bestia, es una de ellas.

El título de Human no reservaba demasiados secretos. Ni modos carrera, ni Ligas Master, ni Manager, ni ligas europeas, ni la neozelandesa, ni guatemalteca… O jugabas el Mundial, sólo o acompañado en plan cooperativo, o te conformabas con un amistoso (partido o penaltis). Además, el Mundial consistía en enfrentarte no ya a una selección de los equipos participantes (entre los que no figuraba, dicho sea de paso, La Roja), sino a todos ellos. Dieciséis eliminatorias seguidas y sin opción a tregua. A cara can y con el arbitro en contra. Un árbitro orondo y cacho cabrón, con un asombroso parecido a Joaquín Ramos Marcos (ese arbitro calvo y con perilla que sale en el programa rosa nocturno perteneciente al taurino canal que está lobotomizando a gran parte de la población jubilada), que devenía en la verdadera artimaña de Super Soccer para elevar la dificultad del cartucho.

Parecidos razonables: árbitro so cabrón de Human y Ramos Marcos de Point & Ball

El muy perro se pasaba la mayor parte de los 90 minutos virtuales desaparecido en combate; pero muy de vez en cuando pitaba una de las mil entradas criminales que se cometían en cada encuentro. Eso sí, siempre en tu contra, sin rigor alguno y sancionándola con tarjeta de color aleatorio. Vaya, el típico árbitro so jo’ puta que sabes con certeza que te hodia. En la final solía aguardar la eterna y todopoderosa Alemania con sus Lothar, Rudi y Jürgen para infringirnos la más dolorosa de las derrotas. Tras vencerla, fácil si habíamos sido capaces de permanecer cinco horas monitorizados y bajo exposición catódica, empezaba lo bueno: el ansiado final, la entrega de copa. ¿Típica? ¡Ja!

En el último instante, con nuestro capitán a un paso de recibir la copa de manos del dirigente tragón de turno y nosotros, idiotamente hinchados de autoestima por haber petao el juego, tratábamos de asimilar la hazaña, justo en ese preciso momento, el árbitro nos arrebataba la gloria. ¡El mismo árbitro so jo’cabrón malandrín que nos había amargado durante horas, nos mangaba la Jules Rimett en toda la cara! Un giro inesperado que, sorpresa al margen, revelaba una de las grandes verdades universales del fúmbol: El árbitro sólo está allí pa’ joder la marrana.

Fucking the female pig

En definitiva, un falso final que daba pie a otro verdadero (previo enfrentamiento a la selección Nintendo); éste sí, típico y tópico hasta la saciedad, títulos de crédito incluidos. Pinchad aquí si os habéis empalmado con la propuesta nostálgica o simplemente os pica la curiosidad o lo que sea. Sé que esta pirueta final, la de «el antagonista parece estar derrotado y resucita en el último instante para responder con un último pero poderoso coletazo«, ha perdido fuerza a base de haber sido repetida machaconamente en terrenos como terror, acción y suspense; pero no es frecuente toparse con ella en títulos deportivos. Mucho menos en los actuales.

Retro Amor: Sunset Riders

Bobby Kotick, presidente de Coca Cola