Análisis: The Elder Scrolls V: Skyrim

Escrito por en Análisis - 16 diciembre, 2011


Desde hace unas semanas he estado relatando mis andanzas en las frías tierras de Skyrim a lo largo de una serie de diarios (I, II y III). En ellos he contado algunos de esos acontecimientos ajenos a la trama principal y las misiones secundarias importantes con los que te puedes topar simplemente caminando por la vasta extensión de terreno que ofrece su (enorme) mapa. Eso es Skyrim: crear tu propia historia a través de las decisiones que tomas y, más importante aún, de las que no tomas; vivir tu propia aventura y explorar un mundo lleno de contrastes, olvidarte de que estas jugando a un videojuego y darte cuenta de que sencillamente estás viviendo una experiencia distinta. Y es que Skyrim, queridos amigos, eres tú.

The Elder Scrolls V: Skyrim, como es lógico y os podréis imaginar (si es que no lo habéis jugado ya), tiene una historia principal que existe, está ahí, y te mira con ojitos de carnero degollado para que le hagas caso y no la tengas esperando demasiado tiempo. Pero es lo de menos. No exagero ni un minuto si digo que he estado cincuenta horas consecutivas sin hacer absolutamente nada relacionado con esta trama principal que, por otra parte, es lo suficientemente atractiva como para que no debiéramos dejarla tan sumamente de lado. Por desgracia para ella, todo lo demás, todo lo que no está por decirlo de alguna forma, impuesto por Bethesda si queremos terminar el juego, es demasiado bueno. No estoy hablando de que haya misiones secundarias entretenidas, muy elaboradas y largas, no; lo que estoy diciendo es que la manera que estas tienen de evolucionar, mutar y fundirse con nuestra historia es tan orgánica, que en todo momento tendremos la sensación de estar protagonizando una obra ajena a lo que tenían preparado para nosotros. Es como si pudiéramos, esta vez sí, hacer lo que nos salga de los cojones en un mundo virtual y que el resultado sea tan apasionante que no queramos dejar de hacerlo nunca.

Cortar leña, cocinar un buen potaje, preparar pociones, forjar armas y armaduras, picar piedra, curtir pieles o fundir metales son algunas de las actividades que podremos llevar a cabo durante nuestro tiempo libre. Nada de eso suena especialmente emocionante, lo sé, pero la magia de Skyrim está precisamente en ese juego de contrastes en el que tan pronto estaremos haciendo algo tan absurdamente anodino como remover una cacerola, como nos veremos escalando una montaña para asesinar al dragón que habita en su cumbre, descubriendo segundos después que al lado de su tesoro descansa el cuerpo animado de un poderoso liche. Y así, lo que podía haber comenzado como una alegre paseo por el campo, termina siendo una aventura épica que, para colmo, nos pone en el camino de nuevas aventuras que prometen ser aún más épicas si cabe. De ahí que hacer algo que se estila tan poco en otros juegos y suele proporcionar tan poca recompensa, como es ir a tu puta bola, sea fundamental para disfrutar todo lo que Skyrim tiene que ofrecer.

This is some epic shit over here, man

El único problema de todo este torrente de posibilidades, que repito es de un maravilloso que acojona, es que al igual que ya ocurría en Oblivion, hay muchos personajes que destrozan esa sensación de «puedo hacer lo que me salga de los huevos» y «todo vale» por culpa de su incapacidad para morir. Cualquier personaje relacionado con una misión secundaria (no hace falta ni que sea de las principales) hincará la rodilla al recibir los suficientes golpes y se levantará como si nada a los pocos segundos con muchas ganas de devolvernos las hostias y la seguridad que confiere el saberse inmortal. Algunos pensarán que es mejor introducir esta cutrez a perder la posibilidad de hacer una misión en el futuro. Yo, sin embargo, soy más de la opinión de que si hacemos algo (véase matar a quien no debemos) y la cagamos, deberíamos apechugar con las tristes consecuencias, no recibir una pequeña colleja que nos recuerde que la aventura que estamos viviendo, después de todo, no es del todo nuestra. Por suerte los problemas de Skyrim se acaban aquí, porque sí, el juego tiene una carreta llena de bugs, pero juzgar un trabajo tan gargantuesco como este porque un dragón vuele marcha atrás me parece un poco jodido.

Especialmente jodido si tenemos en cuenta que todas las mecánicas que Skyrim pone sobre la mesa funcionan a la perfección. Combatir con una espada en la mano es tan satisfactorio como hacerlo utilizando cualquiera de las diferentes escuelas de magia, y disparar una flecha a un enemigo desprevenido resulta tan eficaz como acercarse por la espalda para asestarle una puñalada mortal. Incluso el sistema de habilidades, niveles y experiencia, que en principio puede parecer demasiado básico y simplificado para no echar atrás a nuevos jugadores, termina siendo todo un acierto. Con las suficientes horas de juego a nuestras espaldas acabaremos preguntándonos cómo demonios antes nos podía parecer una buena idea recibir experiencia sencillamente por matar conejos y vacas, algo impensable en la lógica que rodea al mundo de Skyrim. En definitiva, todo transmite la sensación de estar hecho correctamente y colocado justo en su sitio.

Skyrim nature porn. Classic.

Hasta el apartado técnico, que en un título de las dimensiones de Skyrim podría ser un auténtico problema, consigue estar a la altura y mantiene el tipo incluso en consolas. Visualmente es un espectáculo debido principalmente al diseño artístico de absolutamente todo lo que Bethesda tiene a bien mostrarnos en pantalla. No es sólo que las estructuras, las colinas, los cielos, las espadas y las armaduras sean una preciosidad que da gusto mirar, es que hasta las malditas zanahorias son bonitas cuando las observas de cerca. No obstante, y como ya sabéis, cuando el último Elder Scrolls te deja con el culo torcido es cuando empiezan a sonar las trompetas. No hay nada como enfrentarse a un dragón que escupe escarcha por la boca mientras suena esta barbaridad. Bueno, sí lo hay, MATAR a un dragón que escupe escarcha por la boca mientras suena esa barbaridad. En cualquier caso, ese es sólo uno de los muchos temas acojonantes que ponen música a la aventura que nos queramos forjar.

Os voy a ser sinceros porque creo que aquí nos hemos ganado todos la confianza a pulso. Estuve pensando muy seriamente puntuar Skyrim a la baja debido a su gran cantidad de bugs, su incómodo sistema de inventario o su sorprendente y angustiosa tendencia a colgarse, pero no lo voy a hacer. No sería justo. The Elder Scrolls V: Skyrim no es perfecto y posiblemente le queden más de media docena de parches para estar «terminado», pero en lo que a juegos de rol se refiere, de momento, esto es lo mejor que podemos vivir delante de una pantalla. La aventura que nosotros mismos queremos crear, protagonizar y disfrutar. Y es que Skyrim, queridos amigos, eres tú.

Skyrim, ahora online

La que ha liado CD Projekt con los piratas