El diario de Skyrim (I)

Escrito por en Artículos - 22 noviembre, 2011


NOTA: esta serie de artículos no recogen acontecimientos de la misión principal, por lo que puedes leer sin miedo a encontrar spoilers.
Aquí estamos. Ni un día pateándome el frío suelo de Skyrim y ya me siento en la necesidad de escribir un diario recogiendo algunas de mis tribulaciones internas y peripecias varias. Es cosa de los héroes en general, que nos encanta escribirlo todo pa’ por si acaso. Sólo espero que todos esos que me gritan «dragonborn» por la calle no se enteren, no creo que me respetasen lo mismo si supiesen que cada noche me acurruco en mi saco de dormir con mi diario de piel de troll de las nieves y me pongo a abrirle el corazón a un trozo de papel. ¡Ay, cómo fluyen las palabras por estos duros y delicados dedos nórdicos!

Día 7 de First Seed
Querido diario, en estas páginas escribiré mis acontecimientos más peregrinos y poco importantes, ya que he pensado que bueno, ¿a quién le interesa si ando matando dragones o salvando Tamriel? Lo que la buena gente de esta tierra querrá leer si alguna vez me matan y encuentran este libreto, son las anécdotas embarazosas y acontecimientos extraños que he vivido. Y los entiendo, sin La Noria a ver cómo se entretienen todas las señoras de los pueblos. Con deciros que hoy he visto a una barriendo la puerta de su casa a las cuatro de la mañana ya os hacéis una idea de lo que se puede aburrir esta pobre gente.

En cualquier caso, hoy me pasó algo bastante gracioso. Iba yo tan tranquilo dando un paseo por los alrededores de Whiterun, cuando me tope con un señor que caminaba con mucha prisa. Mi naturaleza curiosa (todos los héroes la tenemos) me empujó a preguntarle que a dónde iba tan solo por un sitio tan peligroso, y el muy desgraciado no tuvo otra cosa que decirme que era un mensajero llevando «un mensaje con una información muy importante». ¿Tú eres gilipollas, mensajero? No, en serio, ¿tú eres tonto del culo o qué te pasa? Como es lógico lo asesiné por la espalda y le robé el mensaje, que al final resultó contener la localización de una prisión abandonada en la que al margen de unos cuantos fantasmas, no había una puñetera mierda. Reconozco que me dio algo de pena haber acuchillado a ese infeliz por tan poco, pero eh, que hubiese sido algo más inteligente y no le hubiese pasado nada.

Parece que no, pero el pucherete este está muy bueno

Día 8 de First Seed
Lo de hoy ha sido muy, muy raro. Unos señores me pidieron que fuese a una cueva a matar a alguien —algo que últimamente se está repitiendo bastante, todo sea dicho—, y una vez allí, resultó que ese alguien tenía un retraso mental muy importante. El tío era fuerte, eso sin duda, pero mientras huía de sus hostias como panes bajé un escalón de apenas metro y medio, y el muy gilipollas debió pensar que prefería aguantar dos docenas de flechas a esa caída, porque se quedó aguantando como un campeón mi cobarde lluvia de acero. A los dos o tres minutos murió, claro. Y sí, este también me dio pena. Es decir… tenía que morir, pero me dio pena que fuese tan condenadamente subnormal. Sólo tenía que haberse echado un poco para atrás y meterse en la cueva de nuevo, pero no, decidió quedarse mirándome desafiante al borde del escalón. Si lo piensas es casi un héroe. Gilipollas, pero héroe. Encenderé una vela por él.

Al poco de salir de la cueva con las pertenencias del muy desgraciado, por cierto, me encontré con un gigante. Ahora sé que no debo pegarme con gigantes. En realidad debía haber intuido que no era buena idea intercambiar golpes con un señor de seis o siete metros, pero qué le voy a hacer, soy un poco estúpido yo también. Ahora toca dormir de nuevo al raso. Mañana seguramente haya más y mejor, porque he escuchado rumores de que hay una señora mayor a la que le gusta liarse a hostias con la gente, y a mí no hay nada que me guste más que liarme a hostias con señoras mayores.

Mi nombre, por cierto, es Andresito, ¡sangre de dragón!

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