Análisis: Tomb Raider: Underworld

Escrito por en Análisis - 11 mayo, 2011

Análisis: Tomb Raider Underworld
Todo este tiempo sin Playstation Network y el anterior fin de semana directamente sin Internet —cortesía de Telefónica— me han llevado a hacer cosas muy locas. Tras dar carpetazo a Dynasty Warriors 7 y Mindjack, el cual retomaré cuando pueda jugar online para hacerle un análisis lo más justo posible, me pasé un par de días jugando de manera intensiva a la pelota con Lola (locura sin límite). Pero claro, mi cuerpo no está acostumbrado a moverse tanto en tan poco tiempo, así que para compensar el tremendo desgaste físico derivado de mi pasatiempo perruno, pensé que no habría nada mejor que ver pegar brincos a otro. ¿Y quién mejor para ver dar saltos y hacer volteretas que la exploradora más jamona de la historia de los videojuegos?

Así, casi por casualidad y porque tenía el disco de Tomb Raider: Trilogy por ahí tirado, me puse a jugar, casi diez años después, a un juego titulado Tomb Raider. Sí amigos, cierto es que un servidor recibió la primera entrega de la saga de Lara Croft como flamante regalo de navidades hace ya la friolera de catorce años. Pero tan cierto como eso es que tras el primer juego sólo jugué, durante escasos minutos, a la tercera entrega. ¿El motivo? En realidad el primero nunca me gustó y el tercero me pareció igual de malo pero con menos chispa. Con estos antecedentes os podréis imaginar que no iba yo demasiado esperanzado a por este Underworld, por eso mi sorpresa ha sido mayúscula al descubrir que, efectivamente, estaba disfrutándolo como un jodido enano.

¿Por qué? —dicho con voz de Mourinho. Pues muy fácil, porque es un videojuego puro, como los de antes, que sabe que es un videojuego, que no se cree una película —algo que por otra parte le sienta bien a otros títulos— y que te ofrece una propuesta muy directa y divertida. Saltar, descolgarse por salientes, resolver puzles, trepar, pegar algún que otro tiro y, sobre todo, sonreír ante lo estúpido de la historia y los personajes, es todo lo que haremos durante las ocho horas que dura el juego. ¿Y para qué más? Con estos elementos, perfectamente trenzados eso sí, el juego consigue ser divertidísimo y lo suficientemente variado como para que, en los dos días en los que me lo pasé, no se me hiciese pesado en ningún momento… algo que cada vez se me hace más difícil ya sea por culpa del videojuego o porque yo me estoy convirtiendo en un cascarrabias.

Tomb Raider: Underworld

Otro factor que ayuda bastante a seguir jugando y ya no recordaba, es lo mucho que mejora un juego de este tipo cuando en lugar de estar viendo constantemente las posaderas y sexy media barba de Nathan Drake, lo que tienes delante son las imposibles pechugas de Lara Croft. Es algo que, como he dicho antes, rompería totalmente con el tono más serio con el que suelen venir últimamente la mayoría de grandes lanzamientos, pero que dentro de una historia en la que hay mujeres con alas de murciélago y guantes mágicos capaces de mover toneladas de piedra, no desentona en absoluto. Qué demonios, lo raro echando un vistazo a la historia de Tomb Raider: Underworld sería que su protagonista no gastase una ciento diez.

Dentro de este universo diegético en el que todo vale en favor de la jugabilidad y la diversión, Tomb Raider: Underworld aprovecha para abusar de una variedad de escenarios acojonante que nos llevará por localizaciones tan dispares como el mismísimo fondo del oceano, en lo que supone una misión inicial sobrecogedora y visualmente impactante (y eso que estamos hablando de un juego de hace tres años); unas ruinas en plena costa tailandesa, en las que Lara podrá lucir sus tan característicos shorts color café; o una bonita isla noruega, desde la que podremos acceder al mismísimo Valhalla. Todo ello aderezado con unos cuantos viajecitos en moto (es divertidísimo atropellar panteras), algún que otro disparo (con cualquiera de las muchas armas a nuestra disposición) y, lo más importante, muchos primeros planos del culamen semidesnudo y contoneante de Lara Croft.

Tomb Raider: Underworld

Todo lo dicho hasta el momento, que es muy bonito, sería inútil si la jugabilidad, elemento clave en un plataformas, no estuviese a la altura. Por suerte no sólo lo está, sino que hace que te replantees (por lo menos a mí) lo buenos que son los sistemas de trepar y saltar de otros títulos con más renombre como los Uncharted o Assassin’s Creed. Y es que sin sin llegar a ser especialmente difícil en ningún momento, Underworld tiene la decencia de no dártelo todo masticado y listo para tragar. Moverte con Lara Croft es bastante más divertido que hacerlo con Nathan o Ezio porque realmente supone un desafío, lo cual se agradece para variar. Evidentemente el juego no nos exige una precisión quirúrgica a la hora de brincar de un lado a otro, pero es lo suficientemente exigente como para que repetir una sección no consista en mantener pulsado un botón y se haga especialmente aburrido.

En definitiva, Tomb Raider: Underworld es uno de los juegos de plataformas más puros y divertidos que he probado en mucho tiempo. Influye también, claro, que el género esté bastante de capa caída y el último representante que he tenido la desgracia de analizar haya sido de Blob 2, lo cual no resta méritos a un videojuego consciente de sus limitaciones que, tonterías relacionadas con el guión aparte, ofrece en torno a diez horas de plataformas y puzles de la mejor calidad. Llamadme loco, pero dadas las expectativas que tenía puestas en él, que eran nulas, esta es de momento mi gran sorpresa del año.

Nota Tomb Raider: Underworld

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