El DLC también puede ser bueno

Escrito por en Artículos - 9 febrero, 2011


Cuando el otro día estuvimos, en plural, discutiendo sobre Nintendo y cómo se había quedado atrás en materia de logros y contenido descargable, percibí en general un enorme rechazo por este último. Llegué a pensar que en algunos casos, un DLC malvado había quemado a vuestras madres y se había follado vuestros cultivos, por lo que sería inútil intentar borrar ese rastro de rencor; pero luego me dije, «eh machote, si alguien puede hacerles ver que ahí fuera también hay DLC decente, trabajador, simpático, guapetón y amigo de sus amigos, ese eres tú». Así que aquí estamos, en un artículo en el que voy a intentar defender lo indefendible, y con la famosa armadura caballuna de Bethesda en la cabecera. Ahí es nada, campeón.

¿Cómo? ¿Que no sabes qué es la armadura para caballos de Bethesda? Carnaza para todos vosotros, odiadores en serie de los DLCs, eso es lo que es. Se trata de un contenido descargable para Oblivion, que consistía nada más y nada menos que en un par de bardas (una dorada y una plateada), que aumentaban la vida de los jacos y los ponían tan bonitos como podéis ver en esta imagen. La descarga de apenas seis megas costaba dos dólares y medio, y se antojaba sumamente absurda en tanto en cuanto ya había modders ofreciendo material de muchísima más calidad completamente gratis. Por increíble que parezca, lo cierto es que el DLC terminó vendiendo bastante, lo que no quita para que sea el ejemplo perfecto de un DLC de mierda, que no debe ser injustamente comparado con uno bueno.

Porque sí amigos, también los hay buenos. Y para comprender cómo es posible que haya DLCs buenos, os voy a explicar la diferencia con uno malo. Los segundos, que todo sea dicho son los más habituales, se suelen corresponder con pequeños añadidos que te meten un trajecito nuevo, tres o cuatro skins de coches, o un par de armaduras para caballos, por poner algunos ejemplos. También en esta categoría caen esos, en mi opinión, penosos contenidos descargables que ya están dentro del disco de juego y que tan sólo desbloqueamos al comprar la mejora en cuestión. Claro que por lo que a mí respecta son tan lamentables como los clásicos objetos extras que recibimos al comprar las ediciones coleccionista y de los que nadie se queja… pero supongo que eso es otro tema que ya trataremos otro día. Ahora bien, los DLCs buenos, a diferencia de sus contrapartidas malas, tienen una característica fundamental de la que los otros carecen: horas de trabajo por parte de un gran equipo de personas detrás de ellos. Esta es y debe ser la línea que separe una descarga que merece la pena de una que no.


Esto es un buen DLC

Perfectos ejemplos de buenos DLCs los tenemos en GTA IV: The Lost and the Damned, que por un «módico precio» nos ofrece una nueva historia con un nuevo personaje, que en algunos aspectos supera con creces al juego original; o en Borderlands: The Zombie Island of Dr. Ned, donde de nuevo accedemos a una campaña de ocho horas llena de zombis, misiones y armas nuevas. Ambos casos suponen un esfuerzo adicional por parte de las desarrolladores, y en ambos casos merecen una remuneración por ese tiempo invertido. En ningún momento estos dos DLCs completan la experiencia del juego original, que por si solos tienen más que de sobra, sino que la expanden dándole al jugador algo que no estaba ahí. No es que te hayan dado el juego incompleto y ahora te vendan los trozos faltantes, como es cierto que se ha hecho en ocasiones (ahí está el infame modo Versus de Resident Evil 5), es que le han dedicado un tiempo posterior al lanzamiento del juego para incrementar la duración y diversión del mismo.

Con los DLCs pasa como con los propios videojuegos: los hay buenos y los hay malos. Un buen ejemplo de ambos tipos dentro de un mismo título lo tenemos en King Arthur – The Role-playing Wargame, excelente juego de estrategia, rol y aventuras, cuyo primer contenido descargable consistió en unas pocas unidades y objetos que se vendían por un par de euros; mientras que el segundo ya ofrecía una campaña nueva que, evidentemente, era algo más cara.


Esto NO es un buen DLC

Ahora bien, llegados a la recta final de este artículo queda aclarar el punto más importante, y es que lo normal para los DLCs (salvo casos absurdos como los de Assassin’s Creed 2 o Prince of Persia) es que sean algo completamente opcional. Es decir, si tu juego está completo y es perfectamente disfrutable en su estado actual, y más tarde te ofrecen unos pequeños añadidos ¿dónde está el problema? Que te parecen una chorrada, no los compres. Que crees que valen el dinero que piden por ellos, adelante. En principio nadie está obligando a nadie a comprar un paquete de contenido descargable y, salvo las compañías estúpidas y avariciosas (hola Ubisoft), lo normal es que no necesites volver a pasar por caja para sentirte satisfecho. Ahora bien, si alguien quiere pagar por un contenido adicional, que es verdaderamente adicional y no un apéndice cortado del juego original, ¿dónde está el problema?

El DLC, como tal, es una idea cojonuda. Le da la posibilidad a un jugador satisfecho con su videojuego de expandir la experiencia con el mismo por un precio relativamente bajo. El problema es que como en todos los ámbitos, hay personas que siempre buscan la manera de sacar el máximo beneficio posible con el mínimo esfuerzo. Pero de la misma forma que no debemos decir que los videojuegos son una mierda por culpa de los «Imagina ser…» y demás shovelware, no deberíamos meter todos los DLC en el mismo saco, porque es hacerle un flaco favor a los que sí ofrecen contenido interesante.

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