Análisis: El Rey Arturo

Escrito por en Análisis - 3 mayo, 2010

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La sensación que se me ha quedado al terminar este videojuego del Rey Arturo es extraña. Por un lado sé que estoy ante la mejor mezcla (y posiblemente la única) de estrategia en tiempo real, estrategia por turnos, aventura y rol. Y por otro, soy consciente de que este cóctel, genial en su concepción, se ve bastante enturbiado por problemas que bajo ningún concepto deberían estar ahí. Me explico.

Como he mencionado en la cabecera, El Rey Arturo está dividido en diferentes estadios de jugabilidad. El primero de ellos y posiblemente el más importante, la estrategia por turnos, es una auténtica delicia. A nuestra entera disposición tenemos el mapa de Britania para mover nuestros ejércitos, ocupar posiciones estratégicas y lanzarnos al combate si no hay más remedio. Además, a medida que vamos avanzando en el juego podremos gestionar nuestras fortalezas, crear estructuras, cambiar la política de nuestro reino, subir impuestos, aplicar decretos reales, casar a nuestros caballeros, otorgarles tierras y un sinfín de detalles que iremos aprendiendo gracias al extenso tutorial y detallado manual.

El segundo apartado de jugabilidad, el de la estrategia en tiempo real, se ocupa única y exclusivamente de las batallas. Efectivamente, como en la saga Total War. La diferencia es que en estos combates multitudinarios nuestros Caballeros de la Tabla Redonda cobrarán bastante más importancia de la que un simple general pueda tener. Estos héroes de leyenda serán capaces de inclinar la balanza a nuestro lado en los momentos críticos gracias a sus impresionantes hechizos y enormes bonificadores para el combate. Aunque eso sí, por muchos héroes y hechizos que tengamos, si somos unos estrategas de pacotilla nos machacarán, así que cuidadito con confiarse.

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Pa la saca

Llegamos al apartado jugable que más me atraía a mi en un principio de este Rey Arturo: el del rol. Y es que nuestras unidades y héroes, a medida que ganen batallas conseguirán experiencia, subirán niveles, obtendrán objetos mágicos y podrán aumentar sus atributos y habilidades. ¡Vaya una mierda de rol! – me diréis los que sepáis lo que es el rol de verdad. Pero tranquilos que no he terminado, porque de la misma forma, el hecho de ganar diversas batallas o ponernos de un lado u otro en alguno de los conflictos cambiará radicalmente el devenir de los acontecimientos. Y cuando digo “radicalmente” no estoy haciendo una frase hecha. Me he pasado el juego dos veces y los acontecimientos se pueden cambiar MUCHO.

Terminando con el apartado jugable llegamos al que más gratamente me ha sorprendido, el de la aventura. Cada cierto tiempo surgirán eventos en el mapa que requerirán la intervención de nuestros caballeros. Así, una vez elijamos a nuestro campeón, este se enfrascará en una aventura conversacional en la que, de nuevo, las decisiones que tomemos resultarán de vital importancia. Y de nuevo, al haberme pasado el juego en dos ocasiones os puedo confirmar que nuestras acciones tendrán mucha repercusión en el desarrollo del juego. Así que mucho ojito con ir matando niños alegremente.

¿De momento todo lo que he dicho suena bien, eh? Ya lo creo que sí. Si no tuviese que añadir los siguientes párrafos estaríamos ante un juego perfecto. Pero por desgracia tengo que hacerlo.

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¡ZASCA!

El Rey Arturo termina siendo un coñazo. Así, con todas las letras. La absurda dificultad (incluso en el modo fácil) y la extenuante repetición de batallas termina por matar al juego en su recta final. Al principio de la campaña es muy divertido ir con dos o tres ejércitos de arriba a abajo del mapa conquistando posiciones y librando intensas batallas. Pero cuando al final tenemos que dirigir a seis ejércitos y librar dos batallas con cada uno contra unos enemigos demencialmente duros, se hace pesado, muy pesado. Lo que más jode es que el juego incluye un botón de batalla rápida que nos simula el combate y nos da el resultado de bajas instantáneo… pero es completamente inútil. Para que os hagáis una idea, simule una batalla que no parecía demasiado difícil y me dijo que perdía. Así que cargué la partida y la disputé yo mismo con el sorprendente resultado de cero bajas para mi bando.

Por supuesto después tenemos el tema de la magia. Que oye, mola. Eso de lanzar un rayo sobre unidad enemiga y verlos volar por los aires es genial. El problema es cuando a niveles altos, ves como tus mejores tropas se van a tomar por culo antes siquiera de que puedan llegar al combate porque una sucesión de rayos y hechizos salvajísimos los ha borrado del campo de batalla. Y si eso les pasa a unos mataos que acabas de reclutar pues mira, no pasa nada, pero si le pasa a una unidad que lleva contigo diez batallas te puedes cagar en Mystra y en todo el panteón Feuruniano (chiste rolero).

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Captura vilmnte robada de la ficha de Steam

Por suerte, para sumar puntos al lado positivo del análisis tenemos la excelente edición que, una vez más, se ha marcado FX Interctive. Ya sabéis: juego traducido y doblado al español con un doblaje de lujo (uno de verdad, no como el de Fallout 3), manual gordo y en color (leerlo es imprescindible para no perderse en las opciones del juego) y precio reducido (20 pavos). Lo del precio es especialmente molón teniendo en cuenta que el juego vale 30€ en Steam y 40 en Gamersgate. ¡Josdeputaestafadores!

Así pues, la conclusión es que El Rey Arturo es un juego sobresaliente, al que una serie de problemas muy fácilmente solucionables lastran hasta el punto de casi desesperar al jugador. Por eso os digo que a día de hoy, mi nota para él es la que veis abajo. Pero si por un casual sacan un maldito parche que debilite considerablemente los efectos de la magia, arregle la batalla automática, aumente la cantidad de escenarios de estrategia en tiempo real (que son algo escasos) y reduzca la absurda dificultad de la recta final del juego, por mi le podéis subir dos puntos.

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Mercadillo Ilustre Vol.47