La-Mulana es HAMOR

Escrito por en Artículos - 25 septiembre, 2012

La-Mulana es HAMOR

Tras un par de años de espera y un susto bien grande, La-Mulana desembarcó el jueves pasado en WiiWare. A estas horas ya no es noticia, pero llevo desde el viernes jugando a esa aventura y creo que una miserable nota de prensa no es suficiente para hacer justicia al que posiblemente será el último (y para muchos el único) lanzamiento interesante que habrá para WiiWare. Y, señores, hay que decir que La-Mulana me ha hecho recordar por qué me gusta esto de los videojuegos.

El tema de secuelas y remakes es espinoso. Muchos esperamos revivir las mismas sensaciones que vivimos con ese juego que nos resulta tan especial y ocupa un sitio privilegiado en nuestro corazoncito pixelado. Basta ver con la vehemencia con la que todavía hoy se espera el anuncio de un remake de Final Fantasy VII cada vez que un directivo de Square Enix abre la boquita cuya credibilidad se va otra vez al carajo al anunciar la enésima secuela y/o spin off de FFXIII.

Si en el fondo nos gustan estas cosas… ¿No?

 Después está el tema del paso del tiempo. La jugabilidad evoluciona, poco a poco, casi sin que nos demos cuenta, nos aburguesamos y no hay vuelta atrás. El acusado descenso de la dificultad media de los juegos ha sido el causante de que las redes sociales se llenen de lloricas cada vez que aparece un juego donde te maten más de dos veces seguidas sin un punto de guardado intermedio. Los juegos se publican directamente junto a su guía para que no sea posible atascarse en un punto más de cinco minutos, no sea cosa que el nene se nos frustre y nos ponga mala nota en metacritic.

Y si a que nos matan mucho añadimos el final de Mass Effect 3, empiezan los pucheros…

Y entonces llega La-Mulana. Y llega rindiendo tributo a uno de mis juegos favoritos: The Maze of Galious. Habréis leído comparaciones con la fea palabra “Metroidvania”, pero La-Mulana conserva el espíritu del juego del que he tomado mi apodo. Todo recuerda a la aventura de Popolon en el castillo de Galious: el sprite del protagonista, los ítems, las tiendas, la banda sonora, las lápidas… hasta los controles por teclado son los mismos. Pero la semejanza no se limita a eso…

El Galious de 8 años aprueba esta pantalla

La primera hora que estuve jugando a La-Mulana volví 25 años (sí, 25 años. Soy así de viejo) atrás en el tiempo y volví a ser ese chaval que exploraba el castillo sin saber exactamente qué rumbo seguir. Lo único que pretendía era ver hasta donde podía llegar sin morir, a ver si conseguía algún objeto nuevo o llegaba más lejos que la última vez. Y eso es bueno, muy bueno. Experimentar un flashback que nos lleve a la preadolescencia es algo cada vez más difícil en un mundo donde lo espectacular está ganando terreno a lo entretenido. Poco después y tras un buen puñado de muertes, pude adivinar la mecánica y como avanzar en el juego.

El inicio de una AVENTURA

Y quizás eso hace más grande La-Mulana: el tener que espabilar para saber como avanzamos. No hay tutoriales, no hay una flecha que nos indique por donde hay que ir. Tan solo pistas escritas en las lápidas que nos ayudan a encontrar la respuesta de los enigmas a resolver para avanzar y así encontrar y derrotar a los espíritus que aguardan en las ruinas de La-Mulana.

 Algunos puzzles nos harán sudar sangre.

Acabo de empezar, pero ya me parece intuir que en La-Mulana hay juego para rato. Nada de campañas pasilleras de 8 horitas aquí hay mucho más que buscar y descubrir. Y además, La-Mulana está dotada de esa dificultad old school que los que ya tenemos los 30 nos tocó sufrir a pelo, sin emuladores, en los viejos sistemas de 8 y 16 bits y los jefazos son realmente duros de roer. Vamos, como antes…

La-Mulana incluye un auténtico Galious travesti con alas

Si tienes el Maze of Galious sobre un pedestal, con La-Mulana experimentarás una dulce sensación de Dejá-Vu, esa sensación de estar ante algo conocido pero con la suficiente novedad como para considerarlo algo nuevo. Para los que no, La-Mulana es un videojuego excelente que demuestra que hay mecánicas que pueden seguir siendo divertidas a pesar de llevar en un cartucho desde hace un cuarto de siglo. Probadlo. No os arrepentiréis. Prometo un análisis ilustre lleno de HAMOR nada más me lo acabe, pero, señores, creo que tengo juego para rato.

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