Manda Metacritic

Escrito por en Artículos, Noticias - 22 marzo, 2012

Me entero ahora, vía Gamasutra, que Obsidian ha dejado de cobrar un suculento fajo de pasta porque su Fallot: New Vegas no logró alcanzar el promedio de 85 en Metacritic. ¿Y cómo es eso? Resulta que (y esto es una práctica habitual en el mercado) el estudio de Chris Avellone y compañía pactaron con su editora Bethesda que los pagos por incentivos en concepto de royalties estarían sujetos ya no a la cifra de ventas sino a la nota global que obtuviese el juego en dicha página. El juego sumó un bonito aunque insuficiente 84 y la desarrolladora dijo bye bye a la guita extra.

Él también lo flipa

Es obsceno, sí; pero no me escandaliza. Los males que pueden atraer esta práctica llevan instalados entre nosotros desde la noche de los tiempos.  Lo que sí me descoloca es que se admita y se hable de ello como si de cortar sandías se tratase. De acuerdo que tal vez haya muchas unidades que hipotéticamente dejen de venderse por culpa de la piratería (¡MEEEEEEH!), que es más que probable que el tiempo del cobro por unidades esté expirando y haya que optar por fórmulas distintas. Pero supeditar los royalties a la suma de las notas que han dado una serie de especialistas en la materia me parece deleznable. No lo digo ya por Obsidian, que al fin y al cabo estuvieron de acuerdo en firmar el contrato (otra cosa es que no tuviesen más remedio). Sino por el mero hecho de otorgar tanto valor a algo -la crítica, la opinión- que es tan rebatible como susceptible de ser manipulado. El objetivo de la crítica no es (o no debería ser) estimular la venta, que es un efecto colateral; sino orientar, formar, informar, plantear preguntas y estimular al lector a que vaya más allá.

Sí, sí, sí… todos aquellos que aportan su opinión a Metacritic están formados y acreditados debidamente, ya conocemos la cantinela. Y las matemáticas no son injustas, también me la sé. Y la que reza la mayoría de palurdos se compran sin mirar el top ten de Meta, de IMDB y de lo que haga falta, la canto todas las mañanas en la ducha. Puesto que todo el bacalao parece vendido, tan sólo añadiré que -ya que nos molan tanto las estadísticas, los top (ya sin less, trempando más con un 98 que con unas tetas), los récords y todo eso- los medios de información podrían sacar un buen puñado de listas en sus webs que indiquen no sólo los gustos de sus críticos, sino también exhaustivas y detalladas relaciones que especifiquen el coeficiente intelectual de cada uno, la cantidad real de material que asimilan diariamente, la nómina que cobran (extras incluidos), otras que calibren su estrés psicológico emocional (si también lo actualizan a diario, mejor qué mejor), cuántas veces a la semana se la comen y quién (va unido al estrés psicológico emocional, pero sumaría doble plus en el cómputo global… cada décima es decisiva), detallados cuadros de seguimiento antidopping y así sucesivamente. Ya puestos, podríamos hacer lo mismo con todo el mundo y decidir con quién empatizamos con sólo echar un vistazo al puesto del ránking que le sitúan sus números. Ah, no, wait. Eso último ya existe. Detengan el mundo, que me bajo en la siguiente parada.

Cómo os pongáis a puntuar los atributos de esta dama y a calcular la nota media, pequeños bastardos, juro que os desearé lo peor para vuestros PC Jesus

Retro Amor: La saga Alex Kidd

Bioware se acobarda un poquito