Retro Amor: La saga Alex Kidd

Escrito por en Retro Amor - 22 marzo, 2012

A lo largo de la historia de los jueguicos, muchas han sido las mascostas que han caído en el cruel olvido, arrasadas por otras de la competencia o abandonadas por sus propias compañías madres. Alex Kidd parecía que iba a ser un serio competidor en esto de los videojuegos, y lo cierto es que llegó a tener cierto éxito entre la muchachada, pero entre la aparición de algún que otro juego-morralla y el nacimiento de Sonic, acabó yéndose al garete. Aquí están su vida y su muerte.

Nos situamos en 1985, año en el que Nintendo ya había practicado el Kamasutra a todo el sector videojueguil doméstico. Nadie parecía echarle muchos huevos al asunto a la hora de plantarle cara a compañía nipona, al menos hasta que Sega decidió echar el resto con su Master System / Mark III. Tras las dos primeras Mark, -ambas consolas de  8 bits que pasaron sin pena ni gloria por el mercado- a la tercera intentona fue la vencida. Si bien hay que señalar que en Japón no tuvo demasiado éxito, en occidente y Brasil la cosa fue bien distinta para Master System, ocupando un lugar preferente en muchas casas, algo en lo que tuvo mucho que ver el sujeto del que hoy vamos a hablar: un jodido niño con pintas de mono.

Los inicios. De puto amo a indiegente

Si por algo se caracterizó Sega en las épocas de los 8 y 16 bits fue por intentar ser el Némesis particular de Nintendo.  Nada que ver con los intentos descarados que realizan algunas grandes empresas a la  hora de copiar –por poner un ejemplo- a Apple hoy día. Sega quería diferenciarse tanto a nivel de hardware como en lo referente al software,  ahí tienen a Sonic como ejemplo más claro de lo que quiero decir. Antes de la aparición del erizo se intentó lo mismo con Alex Kidd in Miracle World, aparecido en 1986. Si bien vemos que las andanzas de nuestro simiesco protagonista se desarrollan en un plataformas, en esta ocasión se rehuye del salto como ataque principal, ya que Alex  es capaz de soltar hostias bien gordas a sus enemigos. Aparte, podemos servirnos de diferentes elementos que nos ayudarán en nuestra aventura a modo de power-ups hipervitaminados como la moto o el helicóptero, acompañados de otros que, por ejemplo, nos permiten disparar a distancia, lo que nos facilita el trabajo enormemente. Como elemento macarrónico de la hostia quedan esos jefes finales a los que debíamos ganar en una partida de «piedra, papel, tijera». En serio, imagínense bosses así hoy día. Ni el final de Mass Effect 3 haría correr tantos ríos de tinta por lo bochornoso del asunto. Será la nostalgia infantil-nocillera, pero me llama la atención que mucha gente recuerde con cariño este aspecto cuando es evidente que tal «mecánica» es un bodrio como una casa. Con todo, el aspecto que más llama la atención y en el que más te cagas de Alex Kidd in Miracle World no es otro que su elevadísima dificultad conforme nos vamos acercando al final del juego. Preso de una época en la que había que rentabilizar de esta manera los pocos recursos existentes en materia de hardware, los últimos niveles pueden llegar a ser un verdadero infierno que asustaría a más de un niñatillo de hoy día. A pesar de ello, este primer Alex Kidd es entretenido, muy entretenido y se deja jugar a las mil maravillas. Como anécdota curiosa queda su inclusión «de serie» en determinados modelos de Master System, política muy extendida en la Sega de la época.

La primera secuela de la saga ve la luz en el mismo 1986 en los salones recreativos, y dos años más tarde en Master System. No sé si sería por culpa de las prisas, pero lo cierto es que Alex Kidd: The Lost Stars no está para nada a la altura de su antecesor. Junto a Stella, un nuevo personaje, debemos intentar reunir los doce signos del zodiaco en un juego que se antoja ciertamente WTF en comparación con su antecesor. Por poner un ejemplo,ahí quedan los tíos en bolas que cagan cabezas asesinas. En realidad, la propuesta de este opúsculo dista mucho del original, acercándose mucho más a la del primer Wonder Boy y su copia Adventure Island, en los que tenemos una barra de vida que va bajando poco a poco. La pena es que no tiene ni la mitad de gracia de sus influencias, aparte de que si antes hablábamos de dificultad elevada, en este caso es irrisoria, quedándose el cartucho en un batiburrillo de ideas que no llegan a ninguna parte.

Adentrándonos en otros terrenos, la tónica general seguida por prácticamente cualquier compañía es la sobreexplotación de licencias exitosas. Los creadores de Alex Kidd no fueron ajenos a ello, ya que éste pasó a ser una de las primeras mascostas con spin-offs bastante alejados de sus propuestas originales. En este caso ello se traduce en Alex Kidd BMX Trial. No es más que un juego de bicis resultón con vista cenital, pero que aparentemente da el pego. Digo «aparentemente» porque jamás salió del país del sol naciente, ya que venía con un mando especial de serie que nunca fue comercializado en Europa. Seguramente en Sega no verían clara la inversión más allá de oriente y no decidieron arriesgarse a perder un pastizal en el intento.

La redención (no sin antes pegar hostiazos, claro está)

Como alguno habrá podido entrever, si por algo se caracteriza la carrera de Alex Kidd, sin duda es por ser una jodida montaña rusa. Lo mismo te brindaba un juegazo que un bodrio, así, sin avisar. Por otro lado, algo que me llama la atención es que la serie tiene menos coherencia lógica en cuanto a estilo de juego que Rouco Varela protagonizando una porno gay, presentando normalmente propuestas que se alejaban de lo que se había visto anteriormente. El ocaso del personaje no iba a ser distinto, y de ello se encargaría de demostrarlo Alex Kidd: High Tech World. Esta vez, nuestro amonado amigo tenía por propósito encontrar las ocho piezas de un mapa que le indicaría dónde encontrar el nuevo y grandérrimo salón de recreativas donde dejarse los cuartos. «¿Qué coño?», se preguntará con razón más de uno. La respuesta a semejante disparate la encontramos en que realmente este juego no es otro que uno basado en una serie japonesa llamada Anmitsu Hime. Al igual que hizo Nintendo con Super Mario Bros 2 y Doki Doki PanicSega cambió unos cuantos sprites para apañar su salida en Europa y hacer que pareciese un nuevo juego, pero lo cierto es que la jugada le salió algo peor que a la Gran N.

Para intentar poner un poco de cordura aparece Alex Kidd  in the Enchanted Castle. Tres años y tres títulos después del juego que inició todo, aparece por fin algo que merece el título de «verdadera secuela». Esta vez se retorna a la fórmula original: el ridículo «piedra, papel, tijera», que hasta para comprar objetos necesitamos ganar al mismo, los mitiquérrimos power-ups … y un apartado técnico bastante flojete. Por una parte podría pensar que retomar los inicios como punto de partida es EL BIEN, pero la  verdad es que este cartucho se me antoja hasta inferior a Alex Kidd in Miracle World. No aporta casi nada nuevo,  y para colmo de males, técnicamente hablando Mega Drive pudo haber sido mucho mejor aprovechada, ya que parece más un juego de 8 que de 16 bits. Su única baza es la de apelar a la nostalgia (hasta reproduce algunas pistas de audio del original), pero tira tanto de ella que acaba necesitando un poquito de identidad propia. Alex Kidd in the Enchanted Castle es todo un señor quiero y no puedo, una pena.

Ya por último, y como no podía ser de otra forma, Alex Kidd da nuevamente una vuelta de tuerca descomunal, solo que esta vez lo hace de puta madre. Por si no habíamos visto diferentes versiones del mismo personaje, Alex Kidd in Shinobi World se antoja como el juego de la saga definitivo. Como su nombre indica es un crossover de esta serie con la del señor Musashi, y aunque a primera vista se antoje un poco extraño, al final acaba siendo todo un acierto. La eliminación de los horrendos «piedra, papel, tijera», unida al gameplay del primer Alex Kidd junto a las fases y bosses de inspiración de Shinobi casan a la perfección, y lo convierten en uno de los mejores juegos de Master System. La explicación de tal matrimonio se explica porque en realidad este videojuego, cuando todavía era un embrión, iba a ser una parodia de Shinobi, tal y como lo fue el  genial Splatterhouse: Wanpaku Graffiti a los distintos Splatterhouse. Finalmente y tal y como pasó con la edición occidental de Anmitsu Hime, sus creadores decidieron que Alex Kidd  sería el protagonista perfecto para el cotarro, cosa que finalmente afectó un poco a la jugabilidad. Ahí están los típicos bloques a reventar y la manera de moverse del avatar, elementos ya vistos anterioremente y que no desentonan para nada en el conjunto global de la obra.

Alex Kidd, otra putita más de Sega

Sega siempre ha tenido una mala costumbre. O bien se olvida de las marcas que antaño le dieron vida y gloria, o bien las prostituye a más no poder. Alex Kidd es una conjunción de ambas. Una vez apareció Sonic, fue marginado cruelmente, y lo cierto es que creo que pudo haber dado más de sí, al menos durante la época de los 16 bits. Con todo, Alex ha vuelto a ver la lulz, pero solo como personaje seleccionable dentro de las copias obras inspiradas en sagas nintenderas que viene sacando Sega desde hace pocos años. Un triste final para un personaje con más oscuros que claros, pero al que sin embargo debemos recordar también por esos dos buenos juegos que son Alex Kidd in Miracle World y Alex Kidd in Shinobi World, dos glorias de los 8 bits como pocas.

Análisis: Pro Evolution Soccer 2012

Manda Metacritic