La banalidad del videojugador

Escrito por en Artículos - 14 junio, 2011

Llevo en esto de los videojuegos desde que los Reyes Magos me regalaron una Master System II (a pesar de haberles pedido una Mega Drive), y siempre he devorado juegos de todos los géneros y plataformas habidos y por haber. Con escasos siete años iba, cada tres sábados, ni uno más ni uno menos, a casa de mis primos para poder jugar al PC Fútbol 4.0, cuando tener un PC en casa era un lujo. Siempre que podía corría a las casas de mis amigos para probar las consolas que yo no tenía (es decir, casi todas), y ya con unos pocos añitos más pude ir comprando varios sistemas: PSX, Game Cube, PS2, GBA, PSP, PS3, DS, PC (omnipresente)… No he hecho ascos a casi nada.

Vamos, que he jugado bastante en mis veinticuatro años de existencia. ¿A qué se debe entonces el título tan feo que he elegido? Al cargo de conciencia, a la sensación de que estoy malgastando mi tiempo, a lo bien que estaría tomando un café con un colega, al libro o a la película que tengo pendientes y que mi cerebro se encarga de recordarme conforme Steam se abre. Esto, señores míos, no me pasaba hace diez años, ni siquiera hace un par de ellos, pero el tiempo avanza con paso firme y estoy seguro de que no soy el único lector de este Ilustre blog al que estas inquietudes le han visitado alguna vez.

Los videojuegos son entretenimiento, hasta aquí todos de acuerdo. Pero, ¿qué hay más allá del entretenimiento?, ¿perdura algo más allá de la experiencia, del buen rato pasado? No suelo plantearme estas preguntas cuando disfruto de otras modalidades artísticas, ya que con ellas siempre tengo la sensación de que he aprehendido algo: la vida de Frank Lucas en American Gangster, la muerte que Mozart veía venir al escuchar su Réquiem, la ingente cantidad de léxico que se adquiere con la literatura, etc. Son ejemplos más o menos trascendentes, cualquiera podría aportar unos cuantos más, pero como diría Pazos en Airbag: “El concepto es el concepto”.

super meat boy

Volvamos a la cuestión anterior: ¿qué nos aportan los videojuegos? Dejando de lado las mejoras en motricidad, capacidad de razonamiento, atención, etc., que hoy en día se dan por supuesto para la enorme mayoría de los géneros: ¿qué coño nos queda tras repetir decenas de veces una pantalla del Super Meat Boy, tras levelear en cualquier Final Fantasy o Dragon Quest, tras acumular miles de frags online en la entrega anual de turno de Call of Duty, tras entregar las tripas de un jabalí a un aldeano para completar una quest en World of Warcraft? Poca cosa. En mi caso la desazón y el pragmatismo van haciendo aparición poco a poco, empujándome a abandonar algunos juegos cuando en ellos se dan los ejemplos anteriores o acude el tedio a su llamada.

Repetición, repetición y repetición. La mayoría de los géneros nos presentan un esquema (más o menos cerrado) de acciones a llevar a cabo para finalizarlo (si tiene su historia) y/o para “disfrutar por el camino” (si no la tiene: deportes, carreras, etc.), pero en ambos casos la experiencia consiste en la repetición de dichos esquemas, patrones, misiones, fases, capítulos, finales de Champions League o vuelos Barajas – Heathrow en su simulador de vuelo favorito.

¿Y qué hace falta para llevar a cabo esas repeticiones? Tiempo, el mayor damnificado de esta historia. Por término medio hemos visto una película en dos horas, el capítulo de una serie en tres cuartos de hora, hemos leído un libro de los grandes en diez horas, ¡incluso podemos escuchar el último disco de La Oreja de Van Gogh mientras leemos la prensa diaria! Pero cualquier juego con una historia que contar nos llevará veinte horas como poco. Y más les vale a los desarrolladores que su título sea rejugable y que venga acompañado de sus buenas misiones secundarias, DLCs y derivados; o verteremos nuestras iras en foros, blogs, tweets y comentarios varios. Aunque no nos paráremos a discutir la utilidad de ser un aficionado a los videojuegos; para ser un jugón hay que dedicarle tiempo, esto es objetivo.

mass effect 2

Como he comentado previamente tengo veinticuatro años. El asunto del tiempo no era un problema antes, ni debería serlo en mi caso, que no tengo trabajo, ni novia, ni hijos bastardos que mantener; pero puedo intuir lo que vendrá. El tiempo es un bien muy preciado, cada vez más a medida que las responsabilidades llegan para quedarse, y la verdad, no me veo en X años empezando aventuras épicas a las cuales tenga que dedicar cincuenta épicas horas; a lo sumo me veo jugando con Mario y familia, implorando el perdón del Dios del hardcore gamer.

Antes de que empecéis a tirar hortalizas al estrado dejadme romper una lanza a mi favor. No pretendo demonizar a los videojuegos ni a sus jugadores, yo soy el primero que acumulo 284 horas en Team Fortress 2 y 128 horas en Black Ops en Steam; además, las experiencias (por muy banales que sean) siempre estarán ahí. Me conformo con invitar a la reflexión un rato.

Juegos ilustres del E3 2011

Análisis: Eat Lead: The Return of Matt Hazard