Análisis: Eat Lead: The Return of Matt Hazard

Escrito por en Análisis - 13 junio, 2011

Análisis: Eat Lead: The Return of Matt Hazard
Duke Nukem Forever, el videojuego convertido en mito gracias al paso del tiempo, ya está en el mercado. Una de sus señas de identidad, tal como ocurriese con su predecesor, es la referencia jocosa a títulos de otras compañías, algo que bien usado nos puede arrancar más de una carcajada. Pero en esta generación ya hemos tenido un héroe de acción que se ha reído a diestro y siniestro de la competencia. Su nombre es Matt Hazard, y mucho me temo que, le pese a quien le pese, compite en la misma liga que el nuevo y algo envejecido Duke. Así que durante un rato vamos a pasar del «Hail to the king, baby!«, al bastante menos conocido pero igualmente entrañable»It’s hazard time!«.

Voy a decirlo nada más comenzar el texto para que nadie se lleve una impresión equivocada: Eat Lead: The Return of Matt Hazard no es un buen juego. De hecho, y si se me permite, dista mucho de serlo. Lo que no quita que, por otro lado, sea capaz de ofrecernos momentos de genuina diversión derivada principalmente de las absurdas y paródicas situaciones en las que con tanta frecuencia nos soltará. Lo que comienza como un shooter cualquiera en la parte de atrás de un restaurante japonés, desembocará en niveles extraídos directamente (tanto gráfica como arquitectónicamente) de Wolfenstein o edificios de compañías de videojuegos. Por desgracia, y es que nada bueno en Eat Lead dura demasiado, estas deliciosas locuras están enterradas bajo una montaña de basura difícilmente olvidable a la hora de echar cuentas.

Esta montaña de basura de la que hablo incluye horas y horas del shooter en tercera persona más genérico que podáis imaginar: con un diseño de niveles insultantemente simple, unos personajes que, pese a ser abiertamente paródicos, no tienen el más mínimo carisma; y unos enfrentamientos finales realmente lamentables. Los escenarios son, literalmente, una sucesión de pasillos llenos de cajas y columnas en los que tendremos que enfrentarnos a montones de enemigos que, por supuesto, irán apareciendo en oleadas perfectamente controladas. Los personajes, olvidables hasta el ridículo, no consiguen sacarte ni media sonrisa (y eso que están expresamente creados para ello). Y los combates contra los final bosses, por su parte, oscilan entre lo desesperante y lo injusto con peligrosa velocidad. Tanto es así que durante mi enfrentamiento contra el francotirador del quinto nivel estuve a punto de abandonar el juego. No por difícil, sino por jodidamente injusto.

En el lado opuesto de la balanza tenemos un buen puñado de enemigos diferentes bastante originales y un repertorio de armas más inspiradas de lo normal. Entre los primeros encontraremos desde los clásicos soldados rusos y mafiosos de poca monta armados con pistolas y fusiles de asalto, hasta marines espaciales sacados directamente de Gears of War con sus correspondientes pistolas láser y rifles de plasma. Claro que por el camino también encontraremos nazis en dos dimensiones al más puro estilo Wolfenstein, zombis a los que sólo podemos matar de un tiro en la cabeza, y enemigos de colores al estilo multiplayer (nombre del fulano flotando sobre su cabeza incluido) cuya vida se regenerará tan rápidamente como la nuestra. La gracia está en que cada tipo de enemigo no sólo nos dará sus armas al morir, sino que será más vulnerable a un tipo concreto. Parecerá una tontería, pero es muy satisfactorio usar armas de energía para los marines espaciales y, rápidamente, cambiar a los revólveres para matar vaqueros.

No obstante, lo mejor del juego posiblemente sean sus decenas de referencias a otros títulos no sólo del género, sino del mundo de los videojuegos en general. Las más notables son, sin seguir un orden particular: esa especie de Cortana estilo secretaria cachonda que nos acompaña durante toda la aventura, el desaprovechadísimo nivel extraído directamente de Wolfenstein 3D, las innecesarias esperas en ascensores al más puro estilo Mass Effect, el jefazo final rollo JRPG con barra de vida y diálogos escritos a juego, y por supuesto, la que a día de hoy resulta más graciosa, la referencia a la no-salida de Duke Nukem Forever. Otro detalle gracioso es como en la lista de objetivos a cumplir que te dan, normalmente tan sólo ponen «mata a todo lo que se mueva». Una verdad como un templo que en muchos otros títulos no se atreven a decir.

Más gracioso aún que las propias coñas del juego resultan algunos de los logros/trofeos que recibiremos a lo largo de nuestro periplo. Si bien muchos de ellos son por tareas tan habituales como asesinar a cincuenta enemigos con un tipo concreto de arma o matar a cinco tíos seguidos a hostia limpia, también encontraremos algunos tan estúpidos como «Take 5«, que consiste en pausar el juego; o «Multiplayer Master«, que conseguimos automáticamente al terminar la campaña ya que, efectivamente, no hay multijugador. En la descripción del trofeo que conseguimos por matar al jefazo abiertamente inspirado en Final Fantasy, también podremos leer «Defeat Altos Tratus. «Forecast for the next level: no more clouds.«, haciendo un juego de palabras bastante simple con el pelopincho de Nibbelheim.

Como veis, Eat Lead: The Return of Matt Hazard es un videojuego para videojugadores. Un título que sólo apreciarán en su justa medida los que tengan un bagaje considerable dentro de la industria y que, irónicamente, también serán en consecuencia los que más acentuados vean sus errores. Como dije al principio, dista mucho de ser un buen juego, pero aunque sólo sea por algunas de sus irreverentes coñas y porque no tiene ayuda de apuntado, ya merece la pena darle una oportunidad (o tres, como hice yo). Mucho más si está tan tiradísimo de precio como está actualmente. A ver si os vais a creer que el mío no me lo compré por diez euros en el Eroski.

Nota Eat Lead: The Return of Matt Hazard

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