Spec Ops: The Line

Escrito por en Análisis - 27 enero, 2013

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El caso de Spec Ops: The Line (Yager Development, 2012) es uno especialmente curioso. Como la mayoría de vosotros ya sabréis, porque el juego es del año pasado y hoy en día eso es poco menos que retro, se trata de un juego de disparos en tercera persona ambientado en el desierto de Dubai, que ofrece «algo especial». Ese «algo especial», del que a lo mejor habéis oído hablar y a lo mejor no, es lo que ha conseguido que un servidor, al que los juegos de apretar mucho el gatillo por norma general le aburren bastante, lo termine de principio a fin en algo más de dos tardes. Y es un «algo especial», como decía, curioso. Curioso porque aborda un tema apasionante que es deliberadamente obviado en la práctica totalidad de videojuegos de acción que salen al mercado, desde una perspectiva que quizás no es la más apropiada. O lo que es lo mismo, intenta hacer reflexionar al jugador sobre lo absurdo de matar miles de personitas humanas polígonadas a tiros… matando a miles de personitas humanas polígonos a tiros.

En la gran mayoría de shooters en tercera persona, la historia —si es que la hay, que en algunos casos ni eso— ocupa un espacio muy secundario dentro del conjunto de elementos que conforman el videojuego. Lo primero, por suerte o por desgracia, suele ser que la mecánica de disparos y cobertura funcionen bien para que el juego sea divertido, que ya es algo a lo que muchos no consiguen llegar. En segundo lugar suele venir la espectacularidad de las escenas, que normalmente son pensadas antes que el guión (esto es real) y enlazadas con este a posteriori con mayor o menor acierto. En tercer lugar, a bastante distancia, tenemos a los personajes, que por norma general son lo suficientemente carismáticos para que gusten al jugador, pero no lo suficientemente carismáticos para eclipsar los dos elementos anteriores. Y por último, a la cola de todo lo demás, tenemos la historia con su correspondiente narrativa, que como es lógico no suele hacer muchos tirabuzones ni imposibles en este género. En Spec Ops: The Line es justo al revés.

Lo primero y más importante de Spec Ops: The Line, lo que te hace seguir avanzando por las ruinas de Dubai soportando las tormentas de arena y las incesantes oleadas de enemigos, es la historia. Y tampoco es que sea nada del otro mundo, no se crean, pero conecta tan rematadamente bien con los personajes y está tan bien contada, que siempre queremos avanzar un poquito más, a ver qué hay tras la siguiente esquina duna. Reduciéndolo todo un poco al absurdo, el argumento del juego no es más que una reimaginación del clásico El Corazón de las Tinieblas, con algunas pinceladas por aquí y por allá propias del medio en el que se encuentra, y que en última instancia consiguen hacer que el videojuego se distancie lo suficiente de la obra de Joseph Conrad para tener una personalidad propia.

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Un elemento de vital importancia dentro de esta mencionada «personalidad propia» es el trío protagonista. El capitán Walker, líder del comando Delta Force enviado por Estados Unidos y sus dos tenientes, Adams y Lugo, consiguen crear una obra coral en la que pese a que el jugador pega los tiros con el primero, es capaz de sentir e identificarse con las posturas y dilemas de los tres. Así, lo que al principio parece un grupo de marines estándar con el carisma de una alpargata, resultan ser tres personalidades perfectamente definidas que a lo largo de las casi ocho horas que dura la campaña, demuestran tener sentimientos y carácter propio. Ahora bien, no es tanto la relación que vemos al principio entre los tres personajes, como la forma en la que esta evoluciona y se degenera, la que termina conectando tan bien no solo con el jugador, sino con la propia historia, que por momentos se convierte en un puente perfecto entre ellos (Walker y compañía) y nosotros.

Dicho esto (y sin haber revelado nada importante de la trama), Spec Ops: The Line es un juego de disparos, y disparar debe resultar divertido para que el juego funcione. Y así ocurre. Pese a que está claro que no es a lo que más tiempo dedicó el equipo de Yager Development, cubrirse detrás de palés y escombros resulta todo lo divertido que puede llegar a ser cubrirse detrás de palés y escombros. Por supuesto hay elementos que no estaría mal pulir, como el peculiar efecto que tienen las explosiones sobre los enemigos, pero la sensación de que todos los personajes que aparecen en el juego son humanos y mueren como tales en lugar de absorber una cantidad obscena de balas antes de caer al suelo, hace que asomar el morro para soltar un par de tiros sea lo suficientemente satisfactorio como para querer seguir haciéndolo un rato en el modo cooperativo. Este modo de juego, del que lo mejor que se puede decir es que está ahí, sin más, añade un puñado de misiones cortas e independientes de la historia principal (tanto que incluso están protagonizadas por otros personajes), que resultan entretenidas. Por lo visto también hay un modo multijugador, pero por ahí sí que no he pasado.

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En última instancia, y tras las mencionadas ocho horas de rigor que dura la campaña en solitario, el poso que queda tras jugar a Spec Ops: The Line es uno particularmente amargo. Lo es por muchos motivos. La historia, de por sí, y como resulta previsible desde el principio, es desoladora. Pero en realidad eso es lo de menos. Lo de más es darse cuenta, pasados unos minutos desde que ruedan los créditos, de que un juego como este no se va a volver a repetir. Volveremos a pegar muchos tiros en tercera persona desde detrás de una columna, pero lo más probable es que nunca más repitamos el descenso a los infiernos que protagoniza el capitán Walker en Dubai. Y quizás sea mejor así. Pero eso no lo hace todo sino más desolador.

Spec Ops: The Line es un juego de disparos en tercera persona que va sobre una línea. Una línea trazada con la yema del dedo sobre la arena. Una línea delgada, muy delgada, sobre todo si la comparamos con la inmensidad del desierto. Una línea frágil que cualquier ráfaga de viento —o fuerte soplido si me apuras— puede borrar. Y es una línea importante, ojo. Tan importante que está en el mismísimo título del juego. Es la maldita línea que separa al ser humano, el mismo al que saludamos todos los días en el ascensor de casa o en la panadería; de la bestia que por suerte solo podemos ver a distancia gracias las noticias de las tres de la tarde. Es una línea llamada humanidad. Y difícilmente la volveremos a ver de esta forma en este medio.

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Raciones de Epildoritas #94