Y el terror llegó a la tercera dimensión

Retro Amor: Alone in the dark

Escrito por en Retro Amor - 31 octubre, 2012

Que nadie piense que hemos aprovechado la coyuntura que esta noche sea jalogüín para hablar sobre Alone in the Dark. Sí, da miedito, como los Resident Evil, los Silent Hill, los Project Zero y los Naughty Bear. Pero Alone in the Dark fue mucho más que un juego de sustos y por eso cualquier día del año sería igual de adecuado para dedicarle un Retro Amor.

Me acabo de dar cuenta que han pasado 20 años desde el lanzamiento de Alone in the Dark. 1992. En España entonces había Olimpiadas en Barcelona y Curro en la Expo de Sevilla, Axl Rose era el ídolo de las nenas y Terminator 2 era el no va más en efectos especiales. Entonces, mi ocio digital se repartía entre la Sega Master System y el 486 VGA de mi padre, una BESTIA tecnológica con unos apabullantes 50 megas de disco duro y nada más y nada menos que 256 colores en pantalla. Un monstruo de ordenador, vamos.

Ya no se hacen portadas como ésta…

1992. Faltaban 4 años para que ese primer zombi de Resident Evil aterrorizara a una generación entera, pero yo ya había entrado en una mansión misteriosa, ya había elegido entre un hombre o una mujer para emprender la misión de esclarecer la extraña desaparición del dueño de esa casa y ya había tenido mi primer encuentro con seres sobrenaturales. Y eso fue en Alone in the Dark.

El primer zombi de Alone in the Dark

Alone in the Dark no fue solo eso, también fue mi primer contacto con las tres dimensiones, esos feos muñecos poligoneros que sustituían a los cada vez mas bellos sprites a cambio de una sensación de mayor realismo. Y lo era… Pese a lo feos que pueden parecer ahora los gráficos de Alone in the Dark entonces nos quedábamos maravillados ante esos fondos pre-renderizados y la sensación de movimiento real que experimentábamos. Alucinábamos con poder girar 360º los objetos del inventario para examinarlos, aunque solo fueran cuatro triangulotes con texturas muy pobres.

Emily Hartwood: La única heroína de los videojuegos que no ponía palote ABSOLUTAMENTE A NADIE

También el sistema de cámaras fijas nos acercaba más a lo que todos queríamos llegar a ver: cómo los videojuegos se parecían cada vez más al cine. “Que pareciera una película” (o más bien el sistema de cámaras de seguridad de un supermercado) era un punto a favor para Alone in the Dark, más aún cuando el sistema favorecía tanto al suspense: nunca sabríamos qué hay detrás de esa puerta o al girar ese angosto pasillo. Alone in the Dark representó todo esto para un montón de gente, un verdadero pionero al que hay que reconocer su valor mucho más allá de que dé miedo o no dé miedo.

Definitivamente, a día de hoy, los horrores lovecraftianos que parecen teleñecos NO dan miedo

Pero Alone in the Dark, además de eso, daba miedo. Y miedo del bueno: TERROR SOBRENATURAL. No sé vosotros, pero yo ya estoy hasta los huevos de la explicación mundana del mal… Ya con el primer Resident Evil me llevé un chasco al descubrir la existencia de Umbrella y como todos esos zombies fueron rebajados automáticamente a la categoría de “infectados”. Todos los experimentos genéticos del mundo, sean fruto de una cagada monumental de un becario de 300 € al mes (“laeliao parda”) o perpetrados por un científico chiflado no llegan a la suela de los zapatos de algo como SE HAN ABIERTO LAS PUTAS PUERTAS DEL INFIERNO Y SE NOS HA COLADO UNA LLUFA DE ASMÓDEO… Y eso no se arregla con pistolitas…

No puede faltar la habitación secreta llena de instrumental satánico

Si a eso le añades que Edward Carnby y Emily Hartwood son unos blandengues que aparentemente no dominan en absoluto el uso de cualquier tipo de armamento, ya la tenemos liada. Así utilizamos cualquier cosa como arma, desde pistolas a bastones o incluso objetos imprescindibles de la trama como arma arrojadiza (así tuve que volver a empezar la partida a poco de llegarme al final). Dos tirillas encerrados en una mansión llena de criaturas infernales, uno de los mejores puntos de partida de la historia.

Uñas, dientes y, si hace falta… ¡PATADA EN LOS COJONES!

Poco a poco vamos desgranando la historia de Derceto, el nombre de la villa maldita, y relacionándola con procesos y sucesos típicamente lovecraftianos: oscuros rituales, inexplicables muertes y desapariciones y las extrañas criaturas, directamente extraídas de los Mitos de Chtulu. Todo ello mediante los documentos que encontrábamos dispersos por la mansión gracias a los que los momentos de lectura se convertían en un respiro, un alivio de la tensión que nos creaba el juego.

Si no fuera por Alone in the Dark no tendría estos dos tochacos en casa

Reconozco que jugué Alone in the Dark con el culete apretado y nunca por la noche. Lo tuve que empezar de nuevo varias veces por culpa de errores, ítems que se usaban donde no debían o errores de guardado, pero saberse el camino no evitaba que nos lleváramos el susto. También, los pegotes poligonales en el escenario nos indicaban que ahí tenía que pasar algo pero a veces era peor esa certeza que la incertidumbre.

Y ahí se quedó. La segunda parte no me pareció tan buena y no he vuelto a jugar a ninguna de los intentos de revivir la saga. Tampoco he visto la película (la infame Super Mario Bros. supuso que decidiera no ver nunca más una película basada en un videojuego) y creo que es mejor así. Para mí Alone in the Dark siempre será esa terrorífica incursión en una mansión victoriana que espero repetir algún día de estos.

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