Momentos Ilustres: Final Fantasy VII

Escrito por en Artículos - 12 septiembre, 2012

Momentos Ilustres: Final Fantasy VII

Final Fantasy VII comienza con una escena de vídeo en la que nos presenta una ciudad, Midgar, dividida en sectores muy bien diferenciados y con un enorme edificio de aspecto futurista en el centro. Acto seguido, casi sin darnos tiempo de elegir un nombre para nuestro protagonista, Barret comienza a darnos la chapa sobre la fisionomía de la ciudad, el grupo terrorista bondadoso en el que estáis alistados, y la malvada corporación —Shinra— propietaria del edificio que vimos al principio y de la única fuente de energía capaz de abastecer la ciudad. Con esta información en el saco comenzamos a poner bombas en plantas de energía, a recordar la infancia de Cloud (como para no hacerlo con las tetas de Tifa), a enfrentarnos a enemigos poderosos de Shinra, a comprar y vender productos cual mercachifle de barrio, a travestirnos… Así, hasta que pasadas unas cuatro o cinco horas (dependiendo de la prisa que nos estemos dando) decidimos que la mejor idea es dejarse de bombas en reactores e ir directos al edificio de Shinra para liarse a hostias con todo el mundo y que sea lo que dios quiera.

Y así lo hacemos. Cloud, Barret y Tifa se plantan en el majestuoso edificio de la introducción del juego, entran por la puerta principal (o te aburres como una ostra por las escaleras de emergencia) y, tras unas vainas muy locas, le pegan una paliza al nuevo presidente de Shinra y escapan a toda hostia por la autovía minijuego mediante. Han pasado unas seis horas desde que comenzó la partida, tiempo más que suficiente para terminar montones de videojuegos de otros géneros, y entonces y solo entonces, cuando sales por primera vez de Midgar y apareces en el mapa del mundo, te das cuenta de que la partida no ha hecho más que empezar. De repente, el universo de juego que hasta ese momento era la ciudad dominada por Shinra, se expande hasta el absurdo al descubrir que no hemos visto ni una vigésima parte del mundo que Final Fantasy VII tiene que ofrecer.

En ese momento, en ese preciso instante en el que ves a un enorme y cabezón Cloud de pie sobre la superficie del mapa del mundo te das cuenta de lo tristes que son las hazañas que has logrado hasta ese momento, del poco camino que llevas recorrido en realidad, de la cantidad de lugares por visitar que tienes por delante y, en definitiva, de que la aventura que imaginabas llevar relativamente avanzada no ha hecho más que empezar. Y es maravilloso. Nunca sentirse tan insignificante había resultado tan satisfactorio.

Final Fantasy VII

Las claves de esta sensación tan impactante son fundamentalmente dos: una intrínseca al juego y otra derivada directamente del momento en el que salió a la venta. La primera es muy sencilla de explicar, y es que hasta ese preciso instante no somos conscientes de la relativa libertad que tenemos entre manos. Así que claro, salimos de Midgar y lo que parecía un juego totalmente lineal, de repente planta un mundo abierto colosal bajo nuestros pies, dejándonos con la boca muy abierta. La segunda razón, sin embargo, depende bastante más de la situación de cada uno. Para un buen número de jugadores de Final Fantasy VII (entre los que me incluyo), este no solo fue el primer título de la franquicia, sino el primer JRPG de esta magnitud que caía en nuestras manos. Esto es especialmente posible si, como en mi caso, además lo estabas jugando en PC, donde el JRPG era un género prácticamente inexistente hasta ese momento. Por este motivo sencillamente no esperábamos algo así. Seguramente los que ya habían jugado a los anteriores Final Fantasy no se llevarían sorpresa alguna, pero los que no lo habíamos hecho nunca estábamos alucinando pepinillos.

Efectivamente, mi primer momento ilustre (que no el único), aquel que recordaré siempre como uno de los mejores que he podido disfrutar en un ordenador, se debe en buena parte a mi propio desconocimiento sobre el juego en cuestión. No quiere decir esto, no obstante, que cada una de las ocho veces (sí ocho) que he terminado Final Fantasy VII no haya vuelto a sentir ese hormigueo en el estomago al salir de Midgar y ver el mapa del mundo. Es como si mis entrañas, ya sabiendo lo que me espera, se preparasen para hacer un viaje que se saben de memoria… pero les encanta hacer.

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