Ilustres finales Vol. IV

Escrito por en Artículos - 16 febrero, 2012

Cobra Mission

Cobra Mission. Estas dos palabras hacen que una generación de treintañeros sonría al recordar las que fueron sus primeras pajas delante de un ordenador, costumbre universalmente extendida en la actualidad. Cobra Mission. Y también recuerdan cuando la pornografía era bastante menos accesible que ahora. Porque Cobra Mission fue el primer juego guarrillo que tuvo cierta repercusión en nuestro país y objeto de deseo para muchos chavales con la pubertad recién estrenada. Pero hay que saber leer el mensaje oculto tras las tías en pelotas y apreciar el auténtico mensaje que nos otorga su inesperado final.

Seamos sinceros: Cobra Mission era un JRPG de los malos. Entonces aún no estábamos acostumbrados a los combates aleatorios típicos del género, ni nos hacía demasiada gracia que la mayoría del juego tuviéramos en pantalla unos gráficos bastante más cutres que las prometedoras pantallas de la caja. Pero aún así aguantábamos… Aguantábamos para deleitarnos en los pequeños detallitos erótico-festivos que se nos ofrecían a cuentagotas.

 

Esto sí que es recompensar al jugador y no darle una armadura mágica

Y sobretodo aguantábamos para recibir la recompensa al rescatar a las chicas secuestradas. Ya se sabe: liberar a la damisela en apuros nos otorga cierto tipo de privilegios y, salvo Mario, el emblema del pagafantas en los videojuegos, la mayoría no se conforma con un casto besito en la mejilla. Especialmente en Cobra Mission

 

Ésta no estaba en otro castillo…

Por eso, al rescatar a la chavala prisionera al final de cada capítulo, se nos ofrecía la oportunidad de encuentro privado en el que podríamos dar rienda suelta a nuestros instintos más animales. Y en los 90, cuando el acceso al porno pasaba por la llave del descodificador del Canal +, todos andábamos locos por desatar esos instintos. Varias veces si era necesario.

 

Ay, la Dominique…

Y el final… Todo el tiempo esperando lo mejor para el final… Queríamos ver potorroy teníamos la esperanza que en al final del juego se destaparía la entrepierna de nuestra ayudante Faythe, la belleza que nos acompaña durante toda la aventura (ccuando el fenómeno manga era una novedad en España, desconocíamos esa fobia japonesa de lucir genital en los tebeos… Nos habíamos críado con el Kiss Comix y ahí los pubis eran el pan nuestro de cada día). Estaba cantado que el clímax de Cobra Mission sería ese último kiki con ella, algo que tenía que ser mucho más sucio que todos nuestros encuentros sexuales anteriores. Como dijo Woody Allen: el sexo solo es sucio cuando se hace bien.

 

¡¡REQUESÓN!!

Pero acabamos el juego y no vemos ni un miserable pezón a Faythe. Sí, se nos enseña una sugerente imagen con un corpiño la mar de sexy. Pero no hay sexo. La imagen final de Cobra Mission es bastante diferente a lo que habíamos imaginado. Nos casamos con Faythe…

 

…tú sí que vas a comer perdiz esta noche…

Y ahí está la moraleja de la historia. Pese a que recuerda al chiste “¿Por qué las mujeres ven hasta el final las pelis porno? Para ver si al final se casan”, el HAMOR es el protagonista de Cobra Mission. Porque a nuestra ahora señora no le importa que hayamos hecho el crápula durante todo el juego, enarbolando el miembro viril cual arma de destrucción masiva, para unirse en sagrado matrimonio. Seguramente, Faythe se debía quedar en su apartamento llorando, hinchándose a helado de chocolate a cucharadas soperas y viendo películas románticas mientras su amado detective se dedicaba al fornicio sin escrúpulos, para al día siguiente tener que poner buena cara mientras se investigaban las misteriosas desapariciones y se limpiaban los bajos fondos de malhechores. Vale, sí, es una mierda de final, pero peores son los de Assassin’s Creed y están todos en la puñetera lista, y aquí por lo menos ha habido tetas…

Infectonator

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