Descubriendo... (XXXIII)

Escrito por en Descubriendo... - 9 agosto, 2011

Cada vez que alzo la mirada hacia la repisa de los videojuegos, lo veo. Ahí está impasible, gritando en silencio bajo la sombra de otros con más renombre pero menos alma. Su estigma: intentar desviarse, hacer algo diferente sin olvidar lo clásico, tratar de hacerse un hueco entre tanto acomodado. Es hora de escuchar sus gritos. Es hora de que todos sepan que han obviado un producto como pocos. Es hora de hacer justicia.

singularity cabecera

Siento si ese párrafo ha resultado muy “voz en off” de cómic de superhéroes, pero últimamente estoy metido de lleno en el Spiderman de Straczynski (¡bam!, offtopic). El motivo de esta ida de olla es que, realmente, siento que Singularity no ha recibido el trato y la atención que merece, algo que intentaré remediar con estas líneas.

Singularity fue el último trabajo de Raven Software antes de que Activision la mandase a descapullar monos (o dicho de otra forma, a trabajar haciendo recaditos para los nuevos Call of Duty). Estos grandes de la industria tienen toda mi admiración tras haber engendrado cositas como los Hexen, Heretic, el primer Soldier of Fortune, algunos Jedi Knight (como mi amado Jedi Academy) o, más recientemente, Quake 4 o Wolfenstein. Aunque tienen títulos de todo tipo, la lista deja claro que están bastante curtidos en esto de los first person shooters. Que lleven en esto desde comienzos de los 90 se hace patente al ponernos manos a la obra con el juego que nos atañe, que aunque se apoya –y mucho- en producciones de estos últimos años, tiene ese aire clásico que tan poco se respira últimamente en el género.

La historia nos traslada a Katorga-12, una isla rusa en la que se experimentó durante la Guerra Fría con el denominado E99. La incorrecta manipulación de dicho elemento provoca la “singularidad”, una extraña manifestación que, entre otras cosas, deja el flujo espacio-temporal hecho unos zorros. Ya en 2010, entre pitos y flautas, unos soldados americanos se plantan en la isla tras el viaje que se lleva uno de sus satélites por culpa de este fenómeno, y ahí comienza la fiesta: el capitán Renko (useasé, el jugador) se mete de lleno en las instalaciones científicas y comienza a trasladarse –sin DeLorean ni nada– desde el presente a 1955, y viceversa.

singularity campaña

Entre tanto, nuestro héroe se hace con un ilustre aparatejo que le permite ni más ni menos que manipular el tiempo a pequeña escala: pararlo, renovar o envejecer cosas (como escaleras estropeadas para que podamos usarlas), hacer lo propio con seres orgánicos, atracción de objetos, impulsos que paralicen o empujen a los enemigos… Se pueden hacer bastantes cosas molonas con el cacharro, y es aquí donde encontramos la primera gran inspiración del juego: Bioshock. Creo que toda persona que ha probado este título lo ha pensado, pero en mi humilde opinión, y más allá de la perspectiva y de la idea básica (joder, hasta esconde el arma cuando usa la mano de los “poderes”), Singularity tiene personalidad propia como para que no se le compare ni se le tache de poco original por ese nexo con la creación de Ken Levine.

La parte tradicional viene con todo aquello que no tiene algo que ver con controlar el tiempo. Para empezar, no hay nada más clásico que dar los primeros pasos con una pistola y, poco a poco, ir encontrando armas cada vez más tochas que se ajusten a los nuevos desafíos que se van presentando. Eso sí, la alegría se esfuma cuando descubrimos que solo podemos llevar dos armas a la vez. Es curioso que hayan tomado esa inexplicable decisión de diseño cuando tenemos otra, la de la vida, que es old school como pocas. Para curarnos necesitaremos botiquines que pueden acumularse y que han de utilizarse a mano cuando la barra de vida se resiente. También es necesario tener E99 para trastear con el DMT (el mini aparato que controla el tiempo) al más puro estilo Eve en Bioshock, así que su uso está algo limitado para que uno no vaya a lo loco liándola con los poderes.

La campaña tiene muy buenos momentos y, como viene siendo ritual en esta clase de experiencias, no dura una barbaridad aunque tampoco se queda corta. El anterior trabajo de la desarrolladora plasmado en el mediocre Wolfenstein (desintegrar nazis: +1, todo lo demás: -100) se traslada bastante bien a situaciones que Singularity –con un planteamiento en ocasiones similar– resuelve mejor. El título también se permite ponerse misterioso e, incluso, intenta asustar en alguna que otra parte que no desentona junto al resto de la acción, centrada en disparar a todo lo que se mueve (o no).

singularity

El multijugador, que está ahí porque algún genio pensó que todo videojuego habido y por haber ha de incluirlo si quiere ser considerado de la generación actual, tiene su gracia si todavía eres capaz de encontrar a alguien conectado. El planteamiento no es malo, sobre todo teniendo en cuenta que el título de Raven está claramente enfocado a la campaña (ya cuesta afirmar algo así), pero tampoco hace que te explote la cabeza. No es más que un bando –el de los humanos– contra otro –el de los mutantes/criaturas/whatever– dándose de leches o capturando unas balizas que uno de los equipos debe defender, todo con diferentes habilidades bastante majas y bien calibradas. Tan malo no será cuando Dead Space 2 lo ha copiado descaradamente, aunque tampoco es que estemos hablando de una producción que destaque por su vertiente online

En definitiva, Singularity es algo diferente que cualquier jugón debería probar, aunque fuese de alquiler. Tiene suficiente como para contentar a aquellos que no quieren un FPS como los que salen a pares últimamente, sino algo más añejo; tiene también algo que ofrecer a los que buscan una historia diferente y no quieren ser soldaditos en mitad de una guerra moderna. ¡Tiene viajes en el tiempo! ¡Y gore! ¡Puedes hacer que un tipo pase a estar en los huesos simplemente señalándole, sin ponerle a dieta ni nada! Y lo mejor es que seguramente, a día de hoy, esté tirado de precio hasta en nuestro país, que ya es decir. Dadle una oportunidad, que seguro que os sorprende.

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