Prince of Persia: The Sands of Time

Escrito por en Artículos - 23 mayo, 2011


Ah… la memoria, a veces nos puede jugar muy malas pasadas, hacernos recordar pequeños detalles que nunca existieron y olvidar grandes fragmentos que siempre estuvieron ahí, empañando y ofuscando la realidad tras el falso velo del recuerdo. Volver, ocho años después, a la que sigo pensando es la aventura más redonda del Príncipe de Persia, me ha mostrado lo mucho que el tiempo se encarga de maquillar todo aquello que por cualquier motivo no te gusta. Hace unos meses, si me hubieses preguntando que me parecía Sands of Time, te hubiese dicho sin pensar que es una maldita maravilla. Hoy, por suerte o por desgracia, escribiría este texto.

Antes de entrar en materia creo que es bueno recordar —que seguramente muchos no tendréis ni idea o lo habréis olvidado— de dónde viene el juego. Prince of Persia: The Sands of Time es el hijo, nada más y nada menos, que de Jordan Mechner. Es probable que el nombre así a palo seco no os diga nada, pero el primer juego de este señor no fue otro que el mítico Karateka, título al que posiblemente hayáis jugado los de mi quinta (y anteriores) y que al menos debería sonaros a todos. Tras ello, vinieron las dos primeras aventuras del Príncipe de Persia (las originales en dos dimensiones) y The Last Express, esa aventura gráfica en tiempo que real que todos deberíais tener compradita en GOG (o en DotEmu si la queréis en español). Seis años después del rotundo fracaso comercial que por desgracia supuso la aventura ambientada en el Orient Express, Mechner volvió para dejar un último regalo a la industria de los videojuegos: Las Arenas del Tiempo.

Con esta breve introducción sobre el historial de Jordan Mechner tan sólo quiero mostraros que la indudable genialidad del juego no es fruto de la casualidad ni de un golpe de suerte, sino de una de las mentes más brillantes de la industria del videojuego. Porque sí, a todos nos encanta, a mí el primero, la mecánica de retroceder en el tiempo tan bien implementada en Braid, pero eso lo puso sobre el tapete este señor. Y si bien ahora vemos la posibilidad de volver atrás en el tiempo en un videojuego como algo entretenido sin más, en 2003, para todos los que cogimos The Sands of Time por primera vez, fue absolutamente acojonante. Además, el juego no se limita a soltarte la mecánica sin más, sino que la integra con moderado acierto en los dos tipos de jugabilidad que ofrece: el plataformeo y los combates. Por desgracia, llegados a este punto es donde tengo que detenerme para poner en orden mis recuerdos.

El principal problema de este engranaje de mecánicas en el que la alteración temporal actúa de pistón moviendo las ruedas del plataformeo y el combate, es que pese a que yo no lo recordaba así (y vosotros posiblemente tampoco), el juego tiene una cantidad obscena de peleas. Y lo que es peor, cada una de ellas con una cantidad absurda de enemigos que se materializan una y otra vez, siempre a tu lado. Para colmo de males, el sistema de combate, que tampoco está mal del todo, tiene fallos lo suficientemente graves como para desesperar al más pintado. Siendo el más habitual aquel en el que realizas una maniobra acrobática sobre un enemigo inmune a ellas, porque la acción está nefastamente asignada al mismo botón que esquivar. El resultado es que terminas en el suelo apaleado por los cuatro o cinco enemigos de turno que hay permanentemente a tu lado.

Otro punto negativo, que en realidad se aprecia más ahora en retrospectiva, es que aunque lo de volver atrás en el tiempo mola mucho, en realidad no es necesario en absoluto. Si bien en Braid, por poner un ejemplo, la mecánica nos obliga a jugar con el tiempo si queremos avanzar, en Prince of Persia: The Sands of Time podemos pasarnos el juego entero sin rebobinar ni una sola vez. ¿Difícil? Sí. ¿Imposible? Para nada. De hecho hay un logro en la versión de PS3, que es la que he rejugado, que te insta a terminarlo habiendo hecho uso de la habilidad en menos de veinte ocasiones. Sí señores, el logro te exige anular la mecánica más original que incorpora el título. Curioso.

Siguiendo con los puntos negativos que ciertamente se han vuelto más negativos con el tiempo, encontramos la relación entre el Príncipe y Farah, que es artificial siendo generosos. En Enslaved, que lo tengo bastante fresco y comparte ciertos puntos en común con Sands of Time, la relación entre sus personajes era algo escasa pero estaba bien llevada y era más bonita. Por desgracia aquí no sólo es aún más testimonial, sino que resulta realmente nefasta y atropellada. Una princesa Farah capaz de aguantar una buena somanta de palos por parte de cualquier enemigo y de coser a flechazos a todo el que se le ponga por delante (incluido a ti, así que cuidado), tampoco ayuda a que nos preocupemos en exceso por ella. Volviendo a Enslaved, durante todo el juego tenemos la sensación de que Trip puede morir si no nos preocupamos por ella, llevándonos a nosotros en el proceso, en Prince of Persia no.

«Vaya puta mierda de juego», estará pensando el que haya leído hasta aquí sin haberlo jugado nunca. Pero no, lo cierto es que gracias a un diseño de niveles acertadísimo (algo que para la mecánica de plataformas viene de perlas) y unos puzles bastante originales, el juego consigue ser muy divertido. Es posible que el tiempo le haya pasado factura a Prince of Persia: The Sands of Time, pero por suerte, no se ha portado tan mal como con otros títulos de la época de PS2. Ocho años después sigue siendo entreteniendo como el primer día, algo de lo que no todos los videojuegos pueden presumir. El factor sorpresa se le ha evaporado y la, por aquel entonces, apasionante relación entre los personajes se ha convertido en poco más que un chiste, pero reducido a su mínima expresión The Sands of Time sigue ofreciendo más de una decena de horas de buen plataformas.

EPIC SHIT 3 - THE NEW FUCKED UP SHIT

Oblivion Edición Quinto Aniversario