Análisis: Hot Throttle

Escrito por en Análisis - 12 mayo, 2011

Análisis Hot Throttle
¿Qué podemos obtener de la suma de Cactus, puto amo de lo abstracto, con los señores de AdultSwim? La respuesta no es sencilla, pero sí ciertamente brutérrima. Con forma de juego de conducción, Hot Throttle es el cafre resultado que  podemos disfrutar desde hace unas cuantas semanas desde cualquier navegador.

Jonatan Soderstrom, el hombre que se encuentra tras el nick de Cactus, como creador independiente siempre se ha caracterizado por imponer a sus obras un estilo propio en el que predominan los shoot ‘em ups minimalistas (Clean Asia es un buen ejemplo de ello) y puzzles ciertamente ilógicos e hijoputescos a la par que deliciosos (Psychosomniun, Mondo Medicals). Por ello, Hot Throttle supone una isla dentro de su producción. Al igual que algunos de sus otros títulos, muestra un bizarrismo bastante peculiar, pero ciertamente se desmarca de todo lo anterior en cuanto a su propuesta lúdica.

En este jueguico flash encarnamos a un tío que compite casi en bolas en carreras de varias personas que creen ser coches. Con dos huevos. Este marco tan dadaísta se vierte  en absolutamente todo el título, desde su apartado artístico, conformado por pixelacos por los que campan personajes salidos de una mala noche con drogas, hasta el simple sonido que emite nuestro avatar: la jodidísima imitación de un motor de coche, la cual destaca por su cutre-amorosidad.

Bajo una mecánica y unos controles bastante simples (que no malos) se encuentra una parodia de los Mario Kart genial, en el que los power-ups nintenderos pasan a ser, por nombrar a dos de ellos, mierdas o cuchillos que sirven como armas arrojadizas con las que putear a nuestros enemigos. Aparte, los obstáculos que encontramos no hacen más que crear un ambiente deliciosamente paranoico. Cabe reseñar que si realizamos buenas carreras podremos empepinar a nuestro personaje con diferentes mejoras que nos facilitarán el trabajo a la hora de ganar en el modo principal, que no es otro que un torneo con unos pocos circuitos.

Con todo, Hot Throttle no acaba ahí. Aunque no sean contenido jugable, hay que resaltar las bizarrísimas escenas que tienen lugar entre carrera y carrera, las  cuales nos muestran los quehaceres de nuestro coche-hombre con  un entramado de diálogos que dejan a las películas de Kojima a la altura de la más absoluta mierda. Todo ello no hacen sino aumentar el  nivel de “gilipollez consciente” del conjunto, y bien bonico que queda, la verdad.

Hot Throttle es un interesante intento de transgresión alejadísimo del mainstream colindante. Es gamberro y guarro de cojones, y aunque su estructura no es más que otra copia de los Mario Kart, parece decirte con su estética y sus formas un sonoro “soy así de chulo y me la suda todo”. Es toda una puñetera paranoia, lo sé… pero, che, bendita paranoia.

 

Sí, tiene tetas, pero es un troll del copón.

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