Retro Amor: La Prision

Escrito por en Retro Amor - 25 junio, 2010

Hubo un tiempo en que World of Warcraft no dominaba el mundo de los MMORPG, en el que juegos como Ultima Online y Everquest sorprendían a propios y extraños con una apuesta novedosa, rompedora y adictiva como pocas veces se había visto. Por desgracia, también era un tiempo en el que las limitaciones técnicas (líneas de teléfono de 56 kb/s) y culturales (pocos interesados en los videojuegos sabían inglés) de finales del siglo pasado (que se dice pronto) provocaron que ninguno de estos títulos llegase a España con la fuerza que lo hacían fuera de nuestras fronteras. Algo que Dinamic Multimedia, por entonces líder del sector de los videojuegos en la Península, no pasó por alto.

Así, a finales de los noventa y tras un desarrollo de lo más turbulento en el que el jefe del proyecto fue despedido a falta de siete meses para que el juego viese la luz, nació La Prision, el primer videojuego de rol multijugador masivo con bandera española. Eso sí, como todo buen producto patrio que se precie, no tuvo un parto precisamente sencillo. En un principio el juego iba a ser una especie de aventura gráfica en la que participarían varios jugadores de forma simultanea vía Internet, planteamiento que, por lo que se deduce de las palabras de uno de los desarrolladores, fue el motivo principal del despido del jefe de desarrollo. Así que con unos escasos siete meses por delante, el equipo restante se puso manos a la obra, cambió radicalmente el concepto del juego, convirtiéndolo en el MMO que conocemos ahora, y creo un producto nuevo prácticamente desde cero. Algo que, echando la vista atrás, explicaría el estado en el que jugadores como yo nos encontramos por primera vez La Prisión.

Porque sí amigos, La Prisión fue un adelantado a su tiempo en lo que a salir incompleto se refiere (algo muy de moda hoy en día). Que yo recuerde, cuando lo instalé por primera vez el juego no tenía «quests» de ningún tipo (os lo juro por snoopy) y el sistema de combate era realmente de coña. Me explico: te acercabas a un personaje, ya estuviese controlado por otro jugador o fuese un PNC, le dabas a pelear con él… esperabas… esperabas un poco más… y te salía una pantalla oscura en la que simplemente veías tu retrato y el del enemigo. Hacías clic sobre el retrato del enemigo y un mensaje de texto te decía si habías impactado, cuanto daño habías hecho, etc. Ya está. Los combates eran interminables sucesiones de clics sobre la jeta del enemigo en cuestión. Y lo de interminable no penséis que es un recurso poético, no, había combates que podían prolongarse más de quince minutos. Quince minutos tú sólo, haciendo clic sobre la cara de un PNC. Clic. Clic. Clic.

Fijaos si el juego estaba inacabado, que a pesar de requerir una suscripción mensual (como casi todo este tipo de chupavidas) inicialmente, los desarrolladores decidieron dejarlo gratuito durante todos los meses que yo estuve dentro. ¿Y qué hiciste tú varios meses jugando a un juego tan malo? – podríais preguntar. Pues veréis, es que a pesar de todos sus fallos, La prisión tenía encanto, mucho encanto. No en vano estamos hablando de que cuando salió a la venta no existía el Messenger (mucho menos las redes sociales). No había forma de comunicarse de forma instantánea y rápida con amigos. Y La Prisión, con todos sus defectos, no dejaba de ser un videojuego que además de ser moderadamente divertido, te permitía establecer relaciones con gente de toda España, y en mi caso, además con un colega de mi clase. Aquello era la puta bomba.

Pero claro, con el paso del tiempo llegaron los cambios. En 2001 un parche de actualización brutal trajo consigo una serie de modificaciones tan revolucionarias como polémicas. Para empezar, el sistema de combate cambió radicalmente: se acabaron los clics indiscriminados a la cara de los enemigos y se implementó un sistema todavía por turnos mucho más vistoso y divertido. Además, se añadieron «quests» para todos los gustos y niveles, más armas, más habilidades y, en definitiva, más de todo. Lamentablemente esta serie de cambios, destinada en parte a atraer más jugadores a los servidores, también trajeron consigo algo que reventó a muchos de los usuarios más veteranos: una bajada del 90% del nivel. Eso quiere decir que a mi hacker informático Jowy de nivel 28, la actualización le costó 26 niveles. Nada comparado, claro está, con los más de 120 niveles que perdió un tal Eminem, que como os podéis imaginar vivía en La Prisión. Para que veáis que por entonces ya había enganchaos…

Tras esta debacle me aparté completamente del juego. Recuerdo meterme un par de veces, ver el nuevo sistema de combate, pensar en todas las horas que me había tirado haciendo clic sobre la cara del mismo PNC, y salirme al escritorio mosqueado. Curiosamente, eso sí, fueron buenos tiempos para La Prision, que tras la quiebra de Dinamic Multimedia (que nada tuvo que ver con el juego) fue recogido y amamantado por Cryo Studios. Eso fue en 2002. En 2003 el juego volvió a pasar de manos, en esta ocasión a Serving online worlds, que por lo poco que sé, fue creada ex profeso para mantener con vida a un juego que, aunque no lo creáis, a día de hoy sigue vivito y coleando con casi 10.000 presos repartidos en cuatro prisiones.

Esos 10.000 jugadores que aún siguen intentando escapar de La Prisión, o mejor dicho, montar su imperio del crimen dentro de los muros de la misma, cuentan a día de hoy con más de 3000 objetos repartidos entre armas blancas, armas contundentes, armas de fuego (sí, en una prisión), bombas, bolsas, medicamentos, comidas, protecciones para cabeza, torso, brazos, manos, cintura, piernas y pies, y cientos de objetos variados de todo tipo. En mis días de criminal evidentemente eran bastantes menos, pero ya por entonces existía una fuerte sensación de «ni de coña voy a ver todo lo que este juego puede ofrecerme». Claro que esa era una sensación que yo tuve desde el principio, ya que acostumbrado a pasarme los juegos de todas las formas posibles, me encontré así de repente con un creador de personajes que me permitía escoger entre clases tan variadas como: hacker, asesino a sueldo, político corrupto, mercenario, timador, ladrón, narcotraficante o asesino en serio entre otros. Después, claro está, resultó que las diferencias entre unos y otros eran mínimas (aunque se acentuaron con las futuras actualizaciones).

Para terminar este nostálgico artículo no se me ocurre nada mejor que hacer una confesión de esas que levantan ampollas: hice trampas. Yo y mi colega nos aprovechábamos de un «exploit» relacionado con una máquina de tabaco (ya no recuerdo muy bien como iba el tema) y duplicábamos objetos. Gracias a eso y a mi descomunal fuerza (atributo que por entonces sólo servía para llevar más objetos), yo solía ir cargado con cerca de cincuenta o sesenta botes de analgésicos, lo que me hacía prácticamente inmortal a no ser que quisieras pelear contra mi durante dos horas. De esa forma fue como le gané un combate a un pobre desgraciado de un clan rival que, con veinte niveles más que yo, pensó que era buena idea joderme. Ambos nos aburrimos durante media hora haciendo clic sobre nuestras respectivas caras, pero sólo yo me llevé la experiencia.

Analizando Lost Planet 2

A Steam se le vuelve a ir la olla