Análisis: Hammerfight

Escrito por en Análisis - 17 marzo, 2010

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Hammerfight es un videojuego en el que manejamos pequeñas máquinas voladoras equipadas con todo tipo de armas de fuego, espadas, martillos, bolas con pinchos y hachas, en un mundo que mezcla el steampunk con la cultura centroasiática. Y con eso, sin necesidad de deciros para qué se usa exactamente ese arsenal, ya os he enganchado, porque me juego la PS3 de Galious a que no habíais leído una descripción tan bizarra en una semana por lo menos.

Como os podréis imaginar, la función principal de todos los armas mencionados en el encabezado es destrozar a tus enemigos. Sin embargo, además de este más que evidente empleo de la fuerza, Hammerfight incluye una pequeña pero entretenida colección de minijuegos a cada cual más sorprendente. Para que os hagáis una idea, uno de ellos es muy parecido al baseball y otro al fútbol. ¿Cómo va a ser eso? – os preguntaréis. Muy fácil niños, dejadme que os explique cómo se manejan exactamente esas pequeñas máquinas voladoras y entenderéis que tienen que ver los martillos con el fútbol.

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Como veis en la imagen de arriba, nuestro avatar tiene colgando un objeto fálico enorme. Ese badajo, que para la ocasión es un martillo pero que bien podría ser una espada, una escopeta o una bola con pinchos, se menea usando el ratón. Es decir, realizando movimientos circulares con nuestra muñeca emplearemos nuestra propia inercia para oscilar el arma en cuestión. De esta forma, cuanto más fuerte impactemos a un enemigo más daño le haremos. De la misma forma, cuanto más fuerte golpeemos una pelota más posibilidades tendremos de colarla en la portería rival. ¿Lo vais pillando? Seguro que sí, sois niños listos.

A lo mejor estáis pensando que el juego debe ser muy cansado si tenemos que estar moviendo la mano en círculos continuamente para golpear cosas. Y sí, la respuesta es afirmativa. Dedicarle más de treinta minutos seguidos a Hammerfight es una locura que no deberíais llevar a cabo a no ser que queráis ganaros una luxación de muñeca de grado siete. Eso sin exagerar, exagerando se os cae el brazo. Tonterías al margen, he leído en varios sitios (de nenazas, por supuesto) que el sistema de control es impreciso. Esto es falso. El sistema de control es tan preciso como lo pueda ser el de cualquier shooter, pero como os podéis imaginar, al ser algo diferente, requiere mucha práctica. De media hora en media hora, eso sí.

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El modo historia, del cual todavía no he hablado, nos cuenta un argumento en plan “Gladiator” en el que nos enfrentamos a un emperador, matamos criaturas gigantes y sufrimos las consecuencias de nuestras decisiones (que son bastante relevantes). No obstante no os voy a engañar, los diálogos estar están ahí, pero son lo de menos. Lo importante es liarse a hostias contra todo lo que se mueve y machacar a tus enemigos como si fuesen uvas pochas. Por desgracia para vosotros, paquetes, a medida que la historia avanza los combates se hacen más y más difíciles, llegando a un punto realmente desquiciante en el que querréis comerle el corazón a los desarrolladores y machacar vuestro ratón. Si esto ocurre no os preocupéis, siempre podéis echaros una partida a Imagina ser… mamá, que seguro que ganáis.

Con esto y un bizcocho doy por zanjado mi análisis sobre el bueno de Hammerfight: un juego honesto, sencillo y sin complejos, que da una buena dosis de diversión por siete euros (a mi me costó cuatro, chinchaos). Espero que tras esta opinión más gente se anime a jugarlo, porque no he visto ni un solo análisis del juego en español… aunque tampoco he visto demasiado de él en inglés, lo cual es más raro.

7

La demo la podéis jugar directamente en Steam.

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