Retro Amor: Super Mario Land

Escrito por en Retro Amor - 30 noviembre, 2011

Todas las consolas de Nintendo han tenido sus Marios. Unos fueron más acertados que otros, pero todos, sea por A o por B, han dejado su marquita en el  mundo del videojuego. En 1989, mucho antes de que Nintendo DS arrasara el mercado de las consolas portátiles, salió a la venta la  mitiquérrima Game Boy. Super Mario Land fue su impulso inicial, y la verdad es que no lo hizo nada mal.

El encargado de llevar a buen puerto a este cartuchito no fue Shigeru Miyamoto, sino Gunpei Yokoi (productor también de Metroid y Mario Bros, entre otros), genio, figura y puto amo. Yokoi conocía al dedillo a la  portátil sobre la que había que trabajar; aparte de los Game & Watch que habían causado furor entre la muchachada a principios de los 80, a Este Tipo se le conoce por haber sido la cabeza visible del desarrollo de lo que sería Game Boy.

El bueno de Gunpei no se limitó a realizar una versión continuista del último trabajo de Miyamoto, Super Mario Bros 3, sino que introdujo su propia visión de lo que podía ser  Mario, derribando a lo largo de bastantes fases del juego la mitología que ya existía alrededor del fontanero italiano. Por poner un ejemplo, en el aspecto argumental vemos la total ausencia del siempre porculero Bowser. En este caso, siguiendo el sempiterno y caballeresco esquema de “protagonista tiene que salvar a princesa indefensa”, Mario debe rescatar  a Daisy, la princesa de Sarasaland, de las garras de Tatanga. No, definitivamente no pensaron en el idioma español a la  hora de poner los nombres de los protagonistas.

 

 

Más pequeño, que no peor, sino diferente

Debido a las limitaciones de Game Boy, Super Mario Land es un cartucho mucho más corto que sus predecesores tanto en lo estético como en su duración. Por poner el ejemplo más simple: el mismo sprite de Mario se reduce un poco; siendo el número de fases y el nivel de detalle de las mismas los elementos más sacrificados del conjunto. La pequeña pantalla con cuatro tonalidades grises de la portátil de Nintendo daba juego,  pero tenía sus lógicas limitaciones… limitaciones que sin embargo no nos trajeron diseños ramplones. Basta con ver las formas de algunos enemigos y jefes para hacer bueno el dicho de “menos es más”. Son sprites simples pero genialmente recreados, y no necesitan más para cumplir su cometido.

Una excepción a los recortes se encuentra en el apartado sonoro. Siguiendo la tónica de muchos de los juegos de la  saga, encontramos pistas alegres para los pasajes jugados en exteriores, mientras que todo se vuelve mucho más sombrío cuando entramos en fases como las ruinas del primer mundo. Hirokazu Tanaka hasta se permitió el lujazo de incluir un pequeño homenaje a Offenbach y su Cancán de Orfeo en los infiernos, la cual aparecía cuando obteníamos una estrella de inmunidad.

Así mismo, y esto es lo que para mi más llama la atención del cartucho, a Yokoi se le va la pinza para bien con determinados aspectos e introduce algunas reformas con respecto a los Marios clásicos. Las novedades van desde nimiedades como los cambios que sufren los koopas, los cuales no sueltan su caparazón, sino que se transforman en bombas, hasta la  inclusión de dos fases de shoot em’ up por la puñetera cara No digo que esto sea algo negativo para el conjunto de la obra, ni mucho menos, ahí están los señores de Treasure (¿alguien dijo Gunstar Heroes?) para confirmar que en la variedad está el buen gusto. Siempre y cuando esté bien elaborado, como es el caso de Super Mario Land, es algo que enriquece en vez de joder la experiencia del jugador a base de florituras innecesarias.

 

 

Considero que Super Mario Land queda como uno de los referentes plataformeros en dos dimensiones. Si bien tiene ciertas limitaciones y parte con desventaja con respecto a otros títulos de su misma época, sabe jugar muy bien sus bazas. La diversión que puede proporcionarnos gracias a los diferentes estilos que mezcla, su plataformeo puro y duro (y cuando digo duro, también hablo de dificultad en determinados momentos) y su sencillez hacen que se convierta en uno de los imprescindibles del catálogo de Game Boy.

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