Análisis: Assassin's Creed III

Escrito por en Análisis - 21 enero, 2013

Análisis: Assassin's Creed III

La saga Assassin’s Creed tiene el dudoso honor de ser la única saga de periodicidad anual que no sea deportiva o de soldaditos. Pese a que los juegos han cambiado mucho desde la primera entrega, mucha gente es reacia a darle una oportunidad debido a la decepción que resultó ser el debut de Desmond Miles. La tercera entrega venía con cambio de personaje, de época y de ambientación. ¿Que tal le habrán sentado estos cambios a Assassin’s Creed III?

Aunque no sea una de mis compañías favoritas, hay que reconocer que Ubisoft ha tomado nota de los errores del pasado con los Assassin’s Creed. Tras los varapalos que se llevó el primero por parte de los jugadores, cada entrega ha superado la anterior en materia de jugabilidad. En cada juego se han introducido nuevas mecánicas y misiones secundarias que han disipado la sensación de “estamos siempre haciendo lo mismo” que sentíamos durante la primera aparición de Altaïr.

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 Las puñaladas desde las alturas siempre estarán ahí…

Y Assassin’s Creed III se lleva la palma en lo que a novedades se refiere. Se recuperan algunos elementos de la primera parte, como el concepto de “La Frontera”, un vasto territorio que une las ciudades que nos sirven como escenario, y elementos más propios de los juegos de sigilo, como espiar conversaciones ajenas, examinar pistas u obtener información a hostias. También se añade un sistema de creación de objetos y comerciar con ellos para obtener dinero, nuevas habilidades para los reclutas asesinos, animales salvajes para cazar y animales domésticos para acariciar y alimentar…

Pero la mejor incorporación de Assassin’s Creed III, mucho más divertido que hacer parkour por los árboles (que, por cierto, en esta entrega es la primera vez que se lee y se oye la palabra “parkour” a pesar que llevamos 5 juegos y 500 años trepando por los tejados) son las batallas navales, en las que Connor se disfraza de capitán de barco y se dedica a repartir cañonazos a los bucaneros británicos. No es que sea algo muy complejo, pero las misiones que se realizaban a bordo de la Aquila me han resultado de lo más entretenido de este juego.

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 ¡Piratón!

Además de esto tenemos un arsenal renovado en casi su totalidad, introduciendo más armas de fuego y las armas de origen mohawk, tres gremios con sus correspondientes retos y misiones, encargos de asesinato, de mensajero y de recolección de objetos, cambios de clima y estación, variedad de basurilla coleccionable y dos redes de túneles para explorar a nuestro antojo. Ya queda muy poco de ese juego que consistía en trepar hasta lo alto de una atalaya para localizar al próximo objetivo, actuar y volver a empezar. A nivel jugable y de cosas por hacer, Assassin’s Creed III supera con creces a cualquiera de sus cuatro predecesores. Y eso es bueno, muy bueno, pese a que las misiones tutorial para aprender todas estas novedades se alargue demasiado, sobretodo si hemos jugado a los anteriores juegos de la saga…

…PERO…

 

…supongo que no soy el único cuya afición por los Assassin’s Creed se debe más al plano ambiental que al que atañe únicamente a la jugabilidad. La mecánica de ir siempre p’alante con el botón mágico que lo hace todo (R1 en la PS3) y ver como Connor brinca, salta, trepa y esquiva no ha cambiado y, por difícil que parezca, han conseguido que el combate sea peor que antes. Sigue siendo un juego ofensivamente fácil a menos que nos propongamos acabarlo con el 100% de sincronización, cumpliendo unos desafíos adicionales para cada misión.

Pero todo eso lo pasaba por alto gracias a la excelente recreación de las cuatro ciudades más importantes del Renacimiento (Florencia, Venecia, Roma y Constantinopla) y la aparición de personajes históricos de renombre. Pero eso no lo vamos a encontrar en Assassin’s Creed III. Los magníficos edificios, las grandes catedrales y los imponentes castillos han sido sustituidos por dos barrios de chabolas (Boston y Nueva York) que difícilmente se levantarán más de dos plantas del suelo. Será suficiente con deciros que las atalayas, esos puntos que antes se alzaban majestuosos en los edificios más importantes se dividen entre a) campanarios de iglesias de madera y b) árboles… ¡Árboles! La comparación entre subirse hasta la cima del Castel de Sant’Angelo y encaramarse a una encina grande resulta bastante ridícula.

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 ¿Dónde están aquellas enormes construcciones?

El Antiguo Egipto, la Grecia Clásica, la caída del Imperio Romano, la Francia Napoleónica, la caída de los Zares de Rusia, el Japón Feudal… Todas estas épocas me parecen más atractivas que la Guerra de Independencia de los Estados Unidos de América. ¡Hasta el Siglo de Oro Español me parece más atractivo! A veces parece que Ubisoft quiso hacer felices a los yankees dándoles la oportunidad de participar en la formación de su todopoderosa nación para compensarles tener que haber pasado cuatro juegos aprendiendo algo de historia extranjera en Europa. Pero a mi no me interesa, y tampoco han conseguido que me interese en hechos como la masacre de Boston o la firma de la Declaración de Independencia. No solo porque casi no conocía nada de ni de los acontecimientos ni sobre los personajes históricos, salvo George Washington y Benjamin Franklin, siendo el segundo el único personaje real que no tenía nada que ver con el mundo militar.

Por si fuera poco, para facilitar que el público americano se inmiscuya más con el juego, los patriotas son indudablemente LOS BUENOS. Los Estadounidenses tienen y hacen muchas cosas que me encantan, pero el patriotismo extremo y el ombliguismo exacerbado no están entre ellas. A veces esperaba que los personajes se pusieran a gritar ¡U ESE A! ¡U ESE A! en mitad del juego. Y, como no puede ser de otra forma, se relaciona a los británicos con los Templarios y a los Patriotas con los Asesinos, aunque la disputa entre Asesinos y Templarios quede mucho más en segundo plano que en pasadas entregas. Y menos mal, porque esta vez, y en más de una ocasión, nos parecerá que los Templarios no son tan malos como nos cuentan.

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Seguro que se lo pasa pipa jugando a Assassin’s Creed III

Altaïr tuvo que rendir cuentas a la orden por su arrogancia para acabar convirtiéndose en uno de los líderes más aclamados de la Orden. Ezio llevo a los Asesinos a la gloria gracias a conseguir el Fruto. Y Connor… Bueno… Sin rodeos… CONNOR ES TONTO. Durante toda su vida como Asesino, Connor es utilizado como un pelele por parte de políticos y militares, usándolo a voluntad para que les saque de marrones o realice tareas poco éticas. No vemos en Connor ningún rastro de inteligencia ni sabiduría, ni tampoco ningún rastro de grandeza en la Orden de los Asesinos, prácticamente exterminada y cuyo líder y único superviviente vive en una mansión en ruinas que tocará reformar. Es triste que Haytham Kenway, padre de Connor y que manejamos en los capítulos introductorios, sea un personaje mucho más sólido e interesante que el supuesto protagonista, algo propenso a bravuconadas a lo Anakin Skywalker. Una joya, vamos.

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¿Ke dise tu?

¿Y el multijugador? Esta ahí, no molesta y es más fácil encontrar peña para jugar que en otros multijugadores online de relleno. Se han añadido un par de modos más y se han cambiado armas y habilidades, pero sigue siendo muy similar al multijugador de La Hermandad y Revelations y, tal como pasaba entonces, tampoco sigue siendo algo decisivo para justificar hacerse con el juego.

Entonces… ¿Es Assassin’s Creed III el mejor de la saga? Depende… Si lo que te atraía de los Assassin’s era pasarte horas dando saltitos con el botón R1 apretado, sí, te lo vas a pasar bomba con las aventurillas de Connor. Sin embargo, si te gustaba disfrutar de una elaborada ambientación, llena de interesantes referencias históricas, Assassin’s Creed III no es para ti. Se cierra un ciclo y, amigo Desmond, lo siento; tras vivir en la piel de Altaïr, Ezio y Haytham merecías un final mejor que los recuerdos de Connor.

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