El juego online te hace mala persona

Escrito por en Artículos - 21 noviembre, 2012

Puedes ayudar a señoras a cruzar. Puedes dejar propina. Puedes comprar pañuelos al yonki del barrio en el semáforo pensando que, inocente de ti, lo usará para comer. Puedes donar toneladas de pasta a niños en África. Puedes decirle a una amiga “oye perdona, se te ve una teta, recolocate el tema…” o a un colega “se te cae el moquete”. Puedes hacer de escudo humano de un político. Puedes devolver el cambio si al comprar te han devuelto dinero de más. Puedes hasta pagar por ver porno en streaming. Vale, mi percepción de ser una buena persona no sé si está del todo bien. Con todo, da igual cual sea tu criterio de buena persona. Una exposición prolongada al juego online te transformará, casi con total seguridad, en un hijo de puta.

Ser un hijo de puta y el juego online son cosas que, por lo visto, pegan con todo. Ante cualquier situación “¡hijoputa!” y ante cualquier juego, modo online. Y en ambos casos ha hecho que su esencia (el insulto y el videojuego) estén devaluándose poco a poco como el Pixel Ilustre €uro. Pero bueno, no debatiremos aquí si es necesario que todos los juegos tengan multijugador en red o si es realmente algo normal saludar a alguien llamándole hijoputa. Dejemos ese debate para Jordi Gonzalez y su magnifico programa. Mejor estudiemos como estos dos términos se relacionan entre ellos.

«Hijo de puta, hay que decirlo más. Hay que decirlo más». Antes de que lo pongáis en comentarios, ya lo pongo yo aquí.

Siempre que echas tus primeras partidas contra un jugador potencialmente hijoputa piensas que vives en el país de la piruleta. Un país donde todo es felicidad, armonía y corros de la patata donde comeremos ensalada. ¡Ay Palomita! ¿Cuántas horas le echaste al juego individual antes de meterte con el modo multijugador? ¿10 horas? ¿20 horas? ¿50 horas? Puedes mandar toda esa experiencia acumulada a tomar por culo. Vas a ver con qué velocidad olvidarás el combo de diez golpes de tu personaje favorito en el Tekken, o esa formación ofensiva que nunca falla en el FIFA.

«Siempre gano al SoulCalibur sin necesidad de sacar fuera del ring a mi rival» Ya verás como no.

“Si se cubre mucho, le hago llaves. Si no, le suelto el combo que me sé y alterno con salto-patada-barrida… que nunca falla”. Ahí vas, con tu estrategia pensada. Demostrarás a tu rival que eres bueno, que sabes jugar. El rival te corta la jugada con un puñetazo de mierda. Y otra vez. Y otra. Rápido te das cuenta. Se ha cogido un personaje altamente impopular que ejecuta un churrigolpe con el que te tira al suelo. Ahí te cae una somanta de hostias que no te deja levantarte cual resaca dominguera producto del garrafón. Si consigues recuperarte… por más que te cubras, ¡ZAS! otra vez esa mierda de puñetazo que te tira al suelo. “¡Qué hijoputa! Me sé mogollón de movimientos y él me está curtiendo el lomo con dos botones… Como mis amigas cuando juegan”.

¿Juegas a un juego de futbol? Cuando saque de córner querrá hacerlo con otro jugador al que va a realizar la acción. El juego tiene un fallo y tu defensa sale descolocada durante un par de segundos. Saca raso y fuerte. Gol en propia puerta. No es mejor que tú pero te está ganando porque ha sacado tres veces de esquina (esto pasaba en FIFA 12). ¿Juego de disparos? Se esconde en una esquina oscura y te mata cuando cruzas una puerta. Puede tirarse ahí cinco minutos sin hacer nada pero jugar así le divierte. Peor aún es cuando alegan un clásico: “en la vida real esto sería así”. En la vida real, tus compañeros de clase de 2º de la ESO te roban el boyicao todas las mañanas y tu madre ya te habría cruzado la cara de dos hostias por imbécil.

«Y cuando me iba a ganar, apagué la consola». Los hijoputas se rien a coro con sus hijoputismos.

“Bueno, va. Voy a seguir jugando”. Te intentas auto-convencer de que es un caso aislado. Como cuando vuelves a casa por la noche y toda mujer con la que has intentado hablar ha pasado de tu culo. Tarde o temprano te darás cuenta de la realidad. Posiblemente eres feo, y además la inmensa mayoría de seres con los que te cruces en un multijugador va a ir a ganar guarramente. Si quieres ganar de manera habitual no te queda otra: pasarse al lado oscuro. Tardarás una, dos, tres… treinta y cinco partidas pero al final caerás al hijoputismo extremo. Aunque en un principio intentes ser hijoputa contra hijoputas, al final usarás esto como mecanismo de autodefensa: “mejor dar por culo a que me den por culo”.

Es inevitable. Acabarás incluso provocando lag para jugar con total beneficio (los peores con diferencia). De los que dejan las quince repeticiones de su churrigol o del último golpe de mierda en el combate. De los que te matan en un modo co-op para quedarse con el premio… o de los que se pillan el botiquín pese a tener la vida al 100%. Casi sin darte cuenta te unirás a ese grupo asqueroso de gente que cuando van palmando se desconectan para que no te cuente como victoria. Incluso de los que sueltan el mando y justo en el momento en el que vas a ganar ¡blop! desaparecen. Además, casi con total seguridad acabarás diciendo: “no te preocupes, que yo te aviso”, pero luego no avisarás y alegarás totalmente convencido: “en la vida real es así”.

Eric Cartman simula poner cara de retrasado para poder participar en las Special Olympics. El juego online le hizo así de hijoputa.

Y todo esto gracias a nuestro gran amigo de las redes. EL ANONIMATO. Buenísimo para que cualquier ser independientemente de su edad, sexo, religión o amor por Justin Bieber pueda competir de igual a igual contra otro ser. Bueno para poner a prueba tu paciencia. Malo para putear sin cargo de conciencia a gente que no conoces sólo para ganar a un videojuego de mierda. Malísimo si quieres seguir siendo una persona decente.

Comprad, malditos

Retro Amor: Dynamite Headdy