Retro Amor: Wipeout

Escrito por en Retro Amor - 24 septiembre, 2012

Wipeout

Sony, por  mucho que os pese, antes molaba. De hecho, en sus inicios dentro de los videojuegos como pez gordo, tras romper con Nintendo se sacó la chorra de una manera descomunal con una máquina técnicamente inferior a Sega Saturn y a la futura Ultra 64. Ello se cimentó tanto en una genial y agresiva campaña de marketing como en una línea de títulos que quería romper con lo establecido, con la idea de que los videojuegos -solo- son para niños, cuando las estadísticas sobre el pelo púbico medio de los drogadictos de clase B que estamos hechos decían claramente lo contrario. Junto a otros títulos del calibre de Ridge Racer, Air Combat o el guarrísimo Destruction Derby, Wipeout fue uno de sus estandartes iniciales, y lo cierto es que lo partía muy fuerte. Wipeout es hamor. Wipeout es velocidad. Wipeout es una jodida rave. Wipeout, carajo.

Pero antes de que empiece a sonar electrónica a mansalva, situémonos un poco en el tiempo. A mediados de los 90, el equipo de Psygnosis, padre de la criatura, ya formaba parte del entramado de Sony, aunque por entonces el ya extinto equipo no había quedado relegado al  papel de continuador de secuelas y eterno creador de juegos explotamarcas (hablo de los distintos F1). Gozaban todavía de una relativa libertad creativa y ello se vio plasmado en los inicios de la serie Wipeout, una mezcla de diferentes influencias que dio lugar a una de las sagas más prolíficas de las consolas de Sony.

Hablando en plata, este juego de carreras bebe descaradamente de dos títulos de la gran N: F-Zero y Super Mario Kart. Del primero se sirve del contexto futurista en el que se desarrolla y de las velocidades extremas que provocan carreras frenéticas…salvo, ejem, que seamos unos paquetes,  en cuyo caso solo veremos paredes contra las que chocar. Del segundo roba el uso de los distintos power-ups repartidos por los trazados, los cuales quizás no sean tan puteantes como en los juegos del fontanero, caracterizados por las omnipresentes posibilidades de ser petados por el culo por todo dios en cualquier momento, pero es algo que se agradece, al ser este título más técnico, predominando un estilo de conducción en el que hay que ser rápido a la vez que cuidadoso para no perder tiempo. Hay que saber tomar los enormes saltos y las bajadas a toda leche, aprender a derrapar bien, usar los aerofrenos y utilizar los potenciadores de velocidad sin llegar a pegárnosla para así poder meter segundos a los rivales. A Wipeout hay que aprender a dominarlo, como bestia parda que es.

Por otro lado, uno tiene que gritar muy fuerte lo mucho que goza como cerdo por el barro al ver el mimo puesto en la creación de un contexto reprecioso. La obra se desarrolla en un hipotético año 2052, donde se desarrollan carreras de vehículos inspirados en dragsters flotantes, armados e hiperdopados. Si bien Psygnosis tuvo mucho que ver en ello, una buena parte de culpa también recae en The Designers Republic, un genial pero ya desaparecido estudio de diseño gráfico al que se encargó buena parte de lo que vemos en pantalla. Conocidos por algunas obrazas como esta, trabajaron en aspectos como en el diseño de los vehículos y los logos de sus equipos, o la característica tipografía del videojuego. La amalgama de colores, logotipos, naves… hasta los diseños de las vallas publicitarias están cuidados al milímetro, casando perfectamente y formando un conjunto orgásmico, perfecto e imperecedero.

Por si fuera poco todo esto, la banda sonora no hace sino incrementar el mensaje de “party hard, motherfucker” que insinúan el estilo de juego y el aspecto de Wipeout. Pistas electrónicas de grupos como Orbital o los Chemical Brothers que se complementan con el trabajo de Cold Storage, músico interno de Psygnosis. El apartado sonoro se mezcla con todo lo anterior para dar un ambiente todavía más de carrera discotequera si cabe, algo que se ha mantenido posteriormente. Para que os hagáis una idea de a dónde llegó la simbiosis “música electrónica-Wipeout”, con la aparición de Wipeout 2097 incluso se llegó a hacer una gira musical en la que estaban presentes varios temas del videojuego. Eso por no hablar de las distintas bandas sonoras puestas a la venta, aderezadas con bastantes temas ajenos a las obras originales.

Tanto caló el cotarro montado por Psygnosis que inevitablemente dio lugar a más de una obra basada en el mismo. La propia compañía del búho dio una vuelta de tuerca al concepto con Rollcage, donde los vehículos eran coches todo terreno, y lo eran hasta tal punto que podían subirse a las paredes. Las similitudes que poseía con su hermano de sangre hizo que más de una revista lo denominara en su tiempo como el “Wipeout sobre ruedas”. Por otra parte, Nintendo 64 vio nacer pocos años después a Extreme-G, título en el que las naves eran sustituidas por motos, pero que en el fondo tenía una esencia similar.


Wipeout fue un soplo de aire fresco, un “ya está aquí la nueva generación de 32-bits, zorras”. Es más, curiosamente, para ser uno de los primeros títulos de PlayStation y Sega Saturn (aunque también tuvo versión gordopecera), todavía hoy es enormemente válido y divertido. Su estética, su jugabilidad a prueba de bombas atómicas y su brillante banda sonora aguantan como pocos juegos de por entonces, maltratados por el paso del tiempo, que no perdona sobre muchos videojuegos poligonales peor cocinados. Wipeout es como una noche de borrachera y drogas en una discotecaza con un buen dj, pero sin sufrir la grotesca resaca del día siguiente. Ni de los años que le siguen.

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